Ceuta salió a la calle para luchar por una sanidad digna. No importa la participación, ni importa la presencia de más o menos personas enarbolando la bandera crítica contra el sistema. Importa el sentir popular de quienes no están de acuerdo con el funcionamiento de esta sanidad, algo que se refleja en cartas al director, quejas, comentarios y esa sensación que se tiene de que todo podría funcionar mucho mejor.
Un sentimiento, una protesta, no entiende de éxitos y fracasos. Quien mida la cuenta de resultados por la cantidad de personas que salieron a la calle no puede entender cómo funciona Ceuta, una ciudad marcada por el inmovilismo social que tiene muchos problemas, pero que es incapaz de interiorizar la necesidad de protesta visual para sacarlos a la luz.
Por ejemplo, todos estamos de acuerdo en la carestía de los precios del barco y en el incumplimiento de las navieras, pero cuando se ha hecho un llamamiento a la población para escenificar esa queja en una manifestación la respuesta ha sido bajísima.
Salvo casos muy puntuales, la tónica general es esa: protestar desde un rincón, pero no sacando la bandera. Oigan eso no es malo, va la condición de la persona, con su modo de entender cómo pueden solucionarse los problemas. Pero va también con la, podríamos llamarle, educación social existente en la ciudad.
Mucho se estaba hablando ayer de la participación, de fracasos, de luces y sombras. No es cuestión de números, todos sabemos que la sanidad podría funcionar mucho mejor, que los gobiernos del PP y del PSOE han tenido a Ceuta desatendida durante muchísimo tiempo y estos son los resultados.
Utilizar políticamente una marcha para hablar de éxitos y fracasos no solo es ridículo sino que supone un ejemplo vivo de no entender siquiera cómo estamos.