Con independencia de su carácter de entretenimiento para niños, las connotaciones de la obra Peter Pan han motivado que en los campos de la psicología y psiquiatría se hayan diagnosticado comportamientos de personas, que además se han calificado como síndrome de Peter Pan.
En la década de los 80, el psicólogo norteamericano Dan Kiley observó características de algunos de sus pacientes identificadas por una resistencia a afrontar las responsabilidades asociadas a la edad adulta. Intuitivamente relacionó los mismos con la forma de actuar del personaje literario creado por J.M. Barrie. Recopiló la documentación generada en las consultas y denominó este comportamiento psicológico, por primera vez, como Síndrome de Peter Pan. Sus análisis e investigaciones los plasmó en 1983 en una publicación The Peter Pan Syndrome: Men Who Have Never Grow Up, editada en español como El síndrome de Peter Pan: los hombres que nunca crecieron.
Es curiosa la similitud entre algunos personajes creados en la literatura, como ocurre con las características de Peter Pan y el protagonista de Günter Grass en su novela El tambor de hojalata. La diferencia entre ambos se encuentra en que Peter conserva la mentalidad de niño y Oscar Matzerath −que a los tres años decide no crecer más− evoluciona a la mentalidad de adulto.
El propio Kinsey identifica el síndrome de Peter Pan como las características de ciertas personas, que no saben o no quieren aceptar las obligaciones que conlleva la edad adulta. Se comportan como niños o adolescentes, inmaduros emocionalmente con un patrón en su forma de actuar personal caracterizado por una persistente falta de disposición o una incapacidad para aceptar las responsabilidades que dimanan del paso a persona adulta. Parece ser que se da con más frecuencia en hombres que en mujeres.
En la actualidad el llamado Síndrome de Peter Pan no está considerado científicamente como una enfermedad psicológica y de hecho no figura recogido en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Sin embargo, tanto su descubridor Kinsey como psicólogos que trabajan en el tema identifican una serie de síntomas que pueden representar que una persona está afectada por este síndrome. De modo resumido se pueden citar algunos de ellos.
Su comportamiento en pensamiento y actuación está cerca de parecerse al de un niño; idealiza la infancia y la adolescencia; no afronta sus problemas; tiende al egoísmo y la arrogancia; tiene dificultad para asumir compromisos y responsabilidades; desea tenerlo todo sin ningún esfuerzo; no se responsabiliza de sus actos, mintiendo, buscado excusas o culpando a los demás; necesita admiración y atención; tiene miedo a la soledad, mucha inseguridad y baja autoestima, presentando con frecuencia un carácter rebelde y negativista.
Los psicoanalistas coinciden en que los orígenes o causas de este comportamiento proceden fundamentalmente de la infancia y distinguen dos caminos contrapuestos pero que llevan al mismo final. En un caso una infancia feliz, con unos padres sobreprotectores y una actitud permisiva sin imponerle ni enseñarle responsabilidades pueden llevar a condicionar su futura conducta idealizando esa infancia tan despreocupada. En el caso contrapuesto, se encuentra la vivencia infantil en un entorno familiar rígido y exigente asignándole unas responsabilidades u obligaciones no adecuadas a su edad. La reacción puede ser intentar recuperar esa infancia esquilmada desde la libertad de la edad adulta. Puede existir otro condicionante psicológico cuando los niños perciben o escuchan −en el mundo de los adultos− que la llegada a la madurez es encontrarse con problemas, malestares y padecimientos.
Algunas opiniones se refieren a la posibilidad de que las nuevas generaciones de jóvenes puedan manifestar algún síntoma del síndrome ya que, en los países desarrollados, por el aumento de la calidad de vida, están disfrutando de una niñez muy cuidada, llena de regalos y disponibilidades. Al crecer desembocan en falta de trabajo o remuneraciones insuficientes, unido a la dificultad de emanciparse y teniendo que permanecer en el domicilio paterno.
Quienes padecen el síndrome de Peter pueden presentar una serie de alteraciones psicológicas que dificulten su propia vida personal, social, laboral o afectiva. Los episodios de ansiedad y tristeza pueden ser frecuentes y en muchos casos desembocar en fuertes depresiones. La apatía y falta de expresión emocional puede ocasionarles dificultades para establecer sólidas relaciones sociales; la evasión de responsabilidad afectará a la realización de su actividad laboral o profesional; el miedo al rechazo puede afectar asimismo a las relaciones sexuales.
"Ciertamente no es negativo cuidar la imagen cuando se van cumpliendo años, pero el problema reside en convertir en una obsesión querer permanecer con una eterna juventud"
En definitiva, aunque el síndrome no esté catalogado como afección mental, para quienes lo padecen es aconsejable un tratamiento psicológico que les eviten las negativas consecuencias que puede afectarles.
on relación a la obra de Barrie, aparece otro personaje al que igualmente se asocia lo que puede denominarse síndrome o dilema de Wendy. Puede definirse como sentir la necesidad imperiosa de cuidar a alguien, normalmente la pareja y los hijos, como si fueran niños. Suele afectar más a mujeres que a hombres, pero también puede darse en estos. Su fundamento se encuentra en el miedo al rechazo, necesitando un gran nivel de aceptación, sintiéndose imprescindibles para satisfacer los deseos y evitando cualquier molestia que se pueda ocasionar. También puede llevar a problemas psicológicos y es aconsejable una terapia de tratamiento.
Aunque no se trate específicamente del síndrome de Peter Pan, sí existen comportamientos que presentan características con ciertas similitudes, por lo que hago referencia a los mismos. Se trata de la midorexia o gerascofobia, término que fue introducido en marzo de 2016 a través de un artículo periodístico publicado en el periódico británico The Telegraph. Se refiere al desbordante e irracional afán de personas −que se encuentran en una edad madura− por comportarse y mostrarse como si aún fueran jóvenes, o como señala un experto “personas que sacrifican demasiado por lograr un ideal inalcanzable en cuanto a su estética”. Parece ser que afecta más a las mujeres que a los hombres.
Al igual que ocurre con el síndrome de Peter no ha sido todavía calificada como trastorno psicológico, pero no cabe duda que puede ocasionar perjuicios por lo que, en ciertos casos, debe requerir ayuda o tratamiento.
iertamente no es negativo cuidar la imagen cuando se van cumpliendo años, pero el problema reside en convertir en una obsesión querer permanecer con una eterna juventud. Este compulsivo comportamiento puede llevar a someterse a variadas intervenciones quirúrgicas y de cirugía estética que pueden afectar a la salud, a usar unas vestimentas no apropiadas −ridículas en algunos casos− o participar en acciones para las que el organismo no tiene ya condiciones.
En otro aspecto y pasando a otra de las que hemos calificado facetas de Peter Pan, nos referimos a que entre el 26 de diciembre de 1960 y el 23 de octubre de 1962, se produjo uno de los mayores éxodos de población infantil en el hemisferio occidental. Durante ese periodo −aunque las salidas se prolongaron, por otras rutas, durante unos años después− más de 14.000 niños y jóvenes entre los 3 y los 17 años salieron de Cuba hacia Miami sin la compañía de sus padres. Consistió en lo que fue llamada Operación Peter Pan o Pedro Pan, surgida de la similitud con el relato de J. M. Barrie, creador del personaje. Curiosamente, parece ser que el primer niño que fue ayudado se llamaba Pedro. Los niños eran llevados a un teórico País de Nunca Jamás −personificado en EEUU− como ocurría en la novela y lo hacían volando, ahora en aeronaves. Es este un episodio que, extrañamente, no tuvo mucha difusión mundial y solo, a los casi 30 años, se difundió un artículo en 1988 publicado en la revista Reader´s Digest, haciendo referencia al mismo.
Ciertamente es un tema que ha generado opiniones contrapuestas, aunque en verdad −circunstancia reconocida por algunos niños Pedro Pan ya mayores− el gobierno de los Estados Unidos no ha presentado, si existen en realidad, detalles de la operación, incluida o no la intervención de la CIA.
La razón que parece más creíble es que al triunfo de la Revolución en Cuba −que asumió un carácter político marxista leninista− se unió la clausura de los centros y escuelas católicas privadas. La aparición de supuestas versiones de implantación de una ley contra la patria potestad de los padres, generó en familias no conformes con el régimen −muchas de ellas practicantes de religión− el miedo y la amenaza de que sus hijos iban a ser adoctrinados en el comunismo.
Según parece este sentimiento asumido en multitud de familias cubanas y transmitido, de alguna manera, a familiares residentes en EEUU llevó a una −si así puede considerarse− petición de progenitores de ayuda para facilitar el traslado de sus hijos a Miami. La Oficina de Bienestar Católico o Caridades Católicas (Catholic Welfare Bureau), en la persona de su director el sacerdote de origen irlandés −luego investido en 1962 monseñor− Bryan O.Walsh, organizó el programa de traslado que se denominaría Operación Pedro Pan.
Como en realidad era un proceso clandestino requería mucha discrecionalidad y por ello se creó −con personas que contribuyeron a su organización en Cuba− una red para información de las familias que podían contar con el apoyo para el traslado de sus hijos e hijas a EEUU y allí serían atendidos por Caridades Católicas en Miami.
Ante la falta de relaciones diplomáticas entre Cuba y EEUU y la ausencia de embajadas, el padre Bryan O.Walsh consiguió que el Departamento de Estado otorgara exenciones de visas especiales para que los niños viajaran, incluso con la única firma del religioso. La esperanza de muchos padres, al tomar la dolorosa decisión de desprenderse de sus hijos, residía en que el régimen comunista, a las puertas de EEUU, no iba a durar mucho y Fidel Castro sería derrocado. La realidad no fue esa y la verdad es que solo casi el 50 % de los niños fueron recibidos en el aeropuerto de Miami por familiares o amigos residentes en EEUU. Del resto, algunos se encontraron con sus padres en poco tiempo, pero otros tardaron años e incluso hubo quienes no pudieron reunirse nunca con sus progenitores.
Los niños que llegaron con la Operación no eran mayoritariamente hijos de las clases ricas de Cuba ya que estas, precavidamente, había emigrado antes o al inicio del triunfo de la Revolución. Procedían de familias de la clase media e incluso media baja, con creencia religiosa católica en su mayoría, pero también protestantes, judíos e incluso no creyentes. Tampoco existía una característica racial única ya que, aunque los blancos eran mayoritarios, también arribaron algunos negros, mulatos y chinos.
"Con relación a la obra de Barrie, aparece otro personaje al que igualmente se asocia lo que puede denominarse síndrome o dilema de Wendy. Puede definirse como sentir la necesidad imperiosa de cuidar a alguien, normalmente la pareja y los hijos, como si fueran niños"
La dificultad era atender a los recién llegados y por ello el sacerdote O.Walsh se puso en contacto con las agencias de las Caridades Católicas del país. Con la ayuda de éstas se consiguieron alojamientos en campamentos, orfelinatos y hogares de acogida. Posteriormente se contó con fondos gubernamentales. La actuación asistencial de los niños cubanos se extendió a 45 estados y se ubicaron en más de dos centenares de ciudades.
Con la crisis de los misiles, en octubre de 1962, se prohibieron todos los vuelos entre Cuba y EEUU por lo que tuvo que suspenderse la Operación Pedro Pan. No obstante, el impulso familiar y de los organizadores −sobre todo cuando el gobierno cubano extendió la obligación de servicio militar a los 15 años− buscaron vías alternativas entre ellas trasladarlos de Cuba a Madrid y tras una estancia de siete meses, eran enviados gradualmente a Miami. Con la implantación de los llamados Vuelos de la Libertad en 1965, se permitió la salida de Cuba y muchos padres pudieron reunirse con sus hijos en EEUU.
Con respecto al desarrollo de la estancia y vivencias de los niños Pedro Pan en el país al que habían ido a parar, hay mucha diversidad, aunque la casi totalidad se desarrollaron e integraron en la nueva cultura. Algunos fueron recibidos y vivieron con familiares; los de mayor edad enseguida pudieron incorporarse a la actividad laboral o profesional o universitaria y los más pequeños fueron atendidos y educados, en un nuevo idioma y costumbres, hasta su mayoría de edad. Aunque seguramente hay mucha diversidad de circunstancias ligadas a la nueva vida, varios Pedro Pan destacaron en el campo artístico, político o empresarial. Por citar algunos: Tomás Regalado fue alcalde de Miami durante ocho años; Willy Chirino es un cantante de éxito; Mel Martínez fue senador y Miguel Angel Bezos, empresario, es el padre adoptivo de Leff Bezos creador y propietario de Amazon.
La mayoría de los niños Pedro Pan manifiestan que se sienten agradecidos a la nación americana, comprenden la dolorosa decisión de sus padres y se consideran estadounidenses, aunque en el fondo sientan nostalgia de su país. No obstante, también hubo conductas estales reprobables ya que EEUU, con la excusa del embargo, no permitió el traslado de padres cubanos a EEUU, aunque la ONU ofreció ayuda financiera para el viaje. Por la otra parte, el gobierno cubano tampoco permitió el regreso de los niños que manifestasen ese deseo. En la actualidad muy pocos niños Pedro Panes, ya mayores, han vuelto a visitar su país natal.
En Miami, en el 1200 Coral Way, en el antiguo de edificio de la Opera, se ubica el Museo Americano de la Diáspora Cubana. En él se encuentra una zona dedicada a la Operación Pedro Pan, que he tenido ocasión de recorrer en alguna de mis visitas a la ciudad de Florida. Se recogen, en vitrinas, documentos, fotografías, recuerdos infantiles que trajeron los niños, vestidos, visas, billetes de avión e incluso canceladas cartillas de racionamiento.
Como consideración final, a lo largo del artículo he intentado recorrer solo algunos aspectos relacionados con el mítico personaje Peter Pan cuya trascendencia y amplitud, seguramente, ni el propio creador J. M. Barrie −con su prodigiosa imaginación− habría sido capaz de vaticinar.