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Mis mil artículos en El Faro y tratamientos de cortesía

Por Redacción
26/12/2017 - 08:55
Mis mil artículos en El Faro y tratamientos de cortesía

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Este artículo alcanza los MIL que llevo publicados sólo en El Faro de Ceuta, aparte los también publicados en otros 22 periódicos y revistas oficiales. Y lo dedico a los tratamientos protocolarios de cortesía, a sugerencia de un lector de Ceuta hace ya más de seis meses, sin haberlo hecho antes por haber priorizado otros temas de mayor actualidad. Comienzo por los más usuales, en orden inverso al rango o categoría.

El “Usted”. Es un tratamiento de cortesía y urbanidad que denota deferencia y buena educación. Se empezó a utilizar en tiempos medievales como forma apocopada de “Vuestra Merced”. Es un tratamiento cortesano de buenos usos y modos sociales que denota educación y respeto hacia quienes se les da. Estuvo muy arraigado en la sociedad hasta la llegada de la democracia; desde entonces empezó a devaluarse y venir a menos. En mi niñez, el usted solía utilizarse incluso dentro del ámbito familiar, siendo así como trataban los hijos a sus padres, abuelos y tíos, en consideración y respeto por su mayor edad y al grado de jerarquía o posición social que se ocupaba dentro de la familia. Fuera de la familia, todos los menores trataban de usted a los mayores; en el ámbito laboral, los trabajadores a los empresarios o jefes; y, en general, solía ser el trato mutuo entre personas desconocidas o, aun conociéndose, con las que no se tuviera confianza.

Su uso llegó a estar reglado dentro de algunas profesiones, como en el Reglamento Orgánico de la Carrera Diplomática, que recogía el tratamiento de usted a los Secretarios de 2ª y 3ª clase, Agregados de Embajadas y en la Carrera Consular. En el Ejército era de riguroso y obligado cumplimiento cuando en 1958 vine a Ceuta voluntario a cumplir la vieja “mili”, donde el inferior necesariamente debía saludar y tratar siempre de usted a sus superiores; pero también éstos debían corresponder de la misma forma, aunque en este caso era más eludible. En una conferencia dada el 29-03-2011 en Ceuta, el que fuera general de cuatro estrellas e hijo de la ciudad, José Faura Martín, que fue JEME, contaba que él había conocido tratarse de usted hasta entre los tenientes generales, los más modernos a los más antiguos, porque entonces “la antigüedad equivalía a un grado”; pero, añadía, que al tiempo de la conferencia el tratamiento se había ya relajado tanto hasta haber casi desaparecido incluso entre los de distinta categoría o graduación cuando eran contiguas o próximas. Los miembros de las Generaciones del 98 y del 27, casi todos amigos y colegas, se trataban de usted, y lo mismo se hacía antes en el Madrid castizo. De usted trataron Cánovas, Sagasta, Primo de Rivera, Negrín y Franco a sus ministros.

Pero, desde hace un par de generaciones, el usted se ha ido perdiendo hasta llegar a ser residual, quizá porque la Constitución, con sobradas razones, pero con poca eficacia, nos hace en teoría a todos iguales, aunque luego en realidad no lo seamos. Ahora impera el “tuteo”. Y me parece bien que predomine en las relaciones sociales la llaneza y la campechanía; pero con algunas excepciones, porque con lo que no estoy de acuerdo es que los niños pequeños tuteen a las personas ancianas desconocidas; lógicamente, con la salvedad entre familiares, ya que, por encima de toda regla de cortesía y urbanidad, en la familia debe prevalecer siempre el cariño, la cercanía y la mayor confianza entre padres e hijos, abuelos y nietos, tíos y sobrinos.

Y menos correcto me parece todavía que cualquier niño o joven en edad escolar hoy trate de tú a sus profesores. En la enseñanza creo que se debe ser muy cuidadoso y necesariamente debe darse un trato serio y responsable que infunda educación y respeto, porque para poder instruir bien a los escolares es bueno inculcarles formas de comportamiento, buenos modales, saber ser y estar con un mínimo de compostura, decoro y dignidad ante el profesor y la sociedad, ya que, si no es así y a los niños se les da demasiada confianza, luego ellos inocentemente se la toman tan en exceso que es por lo que luego con frecuencia terminan desobedeciendo a los profesores, y hasta haciéndoles objeto de maltrato verbal y de obra, no sólo ellos, sino también algunos padres cuando se enteran que el profesor ha corregido a su niño o le ha suspendido. Todo ello, con independencia luego de la benevolencia y bondad con las que debe tratarse a los niños.

Políticamente, el tuteo suele atribuirse tanto a la extrema izquierda como a la extrema derecha. Así, Stalin era tuteado por todos sus camaradas de base, y Mussolini sustituyó el lei por el voi. En Falange Española creo que todos son camaradas y se tutean. Sin embargo, unos partidos opinan que el tuteo iguala a las clases sociales haciéndolas más interactivas y accesibles unas y otras. Por el contrario, otros piensan que tutear equivale a proscribir la educación, la cultura y la excelencia. Sea como fuere, lo cierto es que hoy ya los niños tutean sistemáticamente a los mayores, los alumnos desde la enseñanza primaria hasta la universitaria lo hacen con sus profesores, en las aulas no se enseñan ya aquellas antiguas reglas de cortesía y urbanidad que educaban a los niños a ir por la acera derecha, cediéndosela - al igual que el asiento - a las personas mayores, a las señoras y a los discapacitados. No sé si eso tendrá luego algo que ver con el “machismo” o con que los españoles somos de los últimos en el ranking de niveles de cultura y educación, pero el caso es que la sociedad ahora así lo ofrece, y es lo que hay.

El “Don”: Se aplicaba inicialmente a los Papas, luego fue pasando a los Obispos, Abades y otras dignidades de la Iglesia hasta llegar a los monjes. Etimológicamente, viene del latín “dominus”, que significa dueño o señor de casa, para distinguirlo de la plebe y los esclavos. Los visigodos recogieron tal tratamiento en el Fuero Juzgo, Ley VI, Libro X, Título II. El primer rey que lo usó en España fue don Rodrigo, que quizá por eso conserve todavía el “don”, al que siguieron los reyes de León y Castilla. Era un título que aparece en las cartas reales y privilegios dados, que confirmaban los más grandes señores de los antiguos reinos españoles. Después, sólo se confirió por los reyes a los duques, condes y marqueses. La gracia real para poder usarlo era un dictado de honor, a modo de título, antes que tratamiento. Desde el siglo XVII se empezó a generalizar, como reseñó Quevedo en su “Visita de los chistes”, diciendo que “en todos los oficios, artes y estado se introdujo el don en hijosdalgo y villanos”. Luego ya fue aplicado a todo el mundo sin distinción. El abuso en su concesión llevó al rey Felipe IV a dictar una ley, de 3-01-1611, declarando las personas que podían usar el don, tanto hombres como mujeres. Principalmente, eran Obispos, Condes y los hijos de personas tituladas, aun cuando fueran bastardos; cuya ley pronto cayó en desuso, generalizándose para todos a mediados del siglo XX.

Refiero dos anécdotas personales. La primera: Pese a mi modesta condición y a lo devaluado que están ya el “don” y el “usted”, tengo un lector, amigo “virtual” y tocayo, Antonio Camacho Atalaya, residente en Madrid, Ingeniero de Montes y persona tan singular como que tiene escrito y publicado el único diccionario que existe en el mundo sobre la madera. Hasta hace sólo un mes no había manera de conseguir que dejara de tratarme de “don” y de “usted”. Como es de Don Benito (Badajoz), debe llevar asociado el “don” común con el “don” toponímico de su ciudad, porque a pesar de tantas veces como le había pedido que me tratara de Antonio a secas, que así es como más me siento en mi salsa y me tengo por mejor despachado, pues hasta que el mes pasado me invitó a comer en Madrid y le dije que no me sentaría en la misma mesa con quien me pusiera en medio la barrera del “don” y del “usted”, entonces fue cuando tuvo algunos tibios intentos de tutearme, y creí que ya lo estaba consiguiendo; pero, ¡qué va…!, todavía de vez en cuando vuelve a insistir a pesar de que le he avisado de que lo citaría en este artículo como ejemplo del uso indebido entre amigos de tanta cortesía.

“Señor”: Primeramente fue dado por los católicos a Dios y a Jesucristo, invocando en sus plegarias a “Nuestro Señor”. Después, el término tuvo gran raigambre aplicándolo a los faraones, y equivalía a “hijo del sol”. En el Medievo, cada plebeyo buscaba la protección de su señor, debiendo trabajar para éste casi como esclavo. Después sirvió para designar posesión de Estado y sus lugares, por ejemplo, los señoríos de Álava y Vizcaya en El País Vasco. También Ceuta en época visigoda fue un señorío. Señorío fue también Ceuta en el siglo XIII con los azafíes. Cuando en 1415 la conquistó Portugal, su rey Juan I se hizo llamar “Señor de Ceuta”.

“Ilustrísimo Señor”: En el siglo XIII tenía el significado de nobleza esclarecida, célebre e insigne, siendo así tratados los reyes de Aragón, extendiéndose luego a Virreyes, Arzobispos, Grandes, Titulados y Señores jurisdiccionales. Era entonces de mayor dignidad que Excelentísimo Señor, aunque ahora es de inferior categoría a éste. Gaspar de Texeda dice: “A los Grandes de España, Condestable, Almirante, y todos los Duques, Marqueses y Condes de alto Estado, siempre Ilustrísimo, y a los demás Señores no tan grandes: Muy Ilustre”. Hasta 2005, con Ilustrísimo Señor se distinguía a los cargos de la Administración General del Estado con rango de Subdirector General y asimilados.

Y aquí viene al caso la segunda anécdota: Estando destinado en el Tribunal Económico-Administrativo de Ceuta, tuve una visita de inspección de Madrid durante dos días. Lo único que encontraron incorrecto fue que en la puerta del edificio no figurara el logotipo oficial del Tribunal, y en la puerta interior del que fue mi despacho tampoco figuraba la placa con el tratamiento inherente al cargo. Hubo que colocar ambas placas, la primera con el logotipo y la segunda con el tratamiento. Sólo días después, se aprobaba en el Consejo de Ministros de 18-02-2005 el Código de Buen Gobierno, que obliga a tratar ya sólo de "señor" o "señora" a los ministros, Secretarios de Estado y altos cargos. Se suprimió de la segunda placa el tratamiento, dejándola sólo en “Señor Presidente del Tribunal”. Me pareció una medida acertada que desaparecieran tratamientos tan clasistas, obsoletos y ceremoniosos como "Excelentísimo" e "Ilustrísimo"; pero también injusta, incompleta y descoordinada, al dejar sin regular los altos cargos de las Administraciones de Justicia, Autonómica, Institucional y Local. Así, si un ministro y un alcalde concurren juntos a actos oficiales, al alcalde debe tratársele de Excelentísimo o Ilustrísimo Señor/Señora, según los casos. Pero al ministro, siendo de superior rango, sólo se podrá llamar Señor Ministro. Para evitar tal ridículo y agravio comparativos,la medida debió ser general, suprimiendo igualmente los tratamientos en todas las Administraciones Públicas.

“Excelentísimo Señor”: Es superlativo de la cualidad de excelente en sumo grado. Comenzó a utilizarse a principios del siglo XVI para designar a los Grandes de sangre real. La Ley I. Título XII de la Novísima Recopilación, en su artículo 11, dice: “Este tratamiento (…) es el mayor que permitimos a la más elevada esfera y el más distintivo en nuestros dominios”. Tiene como variantes en el Ejército: Vuecencia, Su Excelencia y Excelencia, usándose el primero precedido de “mi” General, en lugar de Señor General. Y como hoy es Navidad, les deseo de todo corazón - me lean o no – pasen MUY FELICES FIESTAS, que el año 2018 en todo el mundo haya paz, salud, trabajo y prosperidad, y que a nadie estos días tan entrañables le falte donde comer, ni el calor humano de sus semejantes.

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