Cuando todo es nada; cuando siempre es nunca. ¿Dónde reside la memoria? Participaba en un encuentro sobre el estigma que entorpece la rehabilitación en sociedad de las personas que se ven afectadas por un problema de salud mental. La invitación provenía de Fuerteventura, en Canarias, así que, lleno de contento, me mostraba especialmente predispuesto a agradar a tan lejano respetable con mi testimonio en primera persona: recuperarse de una esquizofrenia es posible; difícil pero posible.
En este tipo de seminarios intentamos ofrecer una visión positiva de la enfermedad mental (en adelante malestar psíquico), establecer áreas de mejora en los servicios de salud mental, protocolos de actuación que respeten a las personas en sus derechos más íntimos, etc… En definitiva, se trata de inculcar la esperanza en aquellos que se disponen a iniciar su camino por la vida, ahora con una dificultad sobrevenida. Hasta aquí, bien.
Pero todo es nada. Todo se derrumba; el círculo emocional salta por los aires; ningún mensaje parece servir cuando la esquizofrenia aparece en el seno de una familia.
En el turno de preguntas toma la palabra una mujer que con la voz congestionada nos anuncia que su hijo está preso de la paranoia. Según dice, su entendimiento está seriamente dañado, ya que tiene la certeza de que las personas que visten gafas de sol por la calle son extraterrestres, y esto lo tiene paralizado. Ciertamente percibo su dolor, su angustia, y peor, su desorientación.
Es así, que tras escuchar mi experiencia de éxito, me pide ayuda para afrontar su situación, por momentos desesperada. Todo es nada cuando se trata de auxiliar y hay que arremangarse. Le digo.
Quizá la clave está en que acepte que la mente es un órgano que puede fallar. Que si bien en otro tipo de órganos la enfermedad se manifiesta con dolor, en el caso de la mente ésta reacciona con comportamientos alejados de la lógica. Pero su percepción es real.
Evidentemente, su hijo ya había ido al especialista, aunque sin resultados destacables. Es que, en mi opinión, desmontar una paranoia tiene que ver más con el diálogo y la escucha activa que con la medicación. Efectivamente, el fármaco atenúa los síntomas, si bien, en exceso, se lleva por delante la capacidad de sentir; se congela el mundo interior y el vacío ocupa todo lugar.
Lo que ocurre al afectado por paranoia es que no encuentra palabras para explicar su experiencia mental, es decir, es mi experiencia, que mucho malestar psíquico tiene que ver con la calidad del lenguaje que son los pensamientos, sobre la forma cómo percibimos nuestro entorno, y cómo articulamos nuestra respuesta.
En este contexto, el insano ambiente que orbita por la sociedad de la información (violencia, despersonalización, culto a la imagen…) no favorece en absoluto, y la mente con cierta vulnerabilidad es presa fácil del delirio. Si bien, el delirio puede llegar a tener su porqué.
Si es que os satisface la curiosidad, os contaré la paranoia que me llevó al delirio, y de ahí a la psicosis. Y es que falté gravemente a mi código de honor al no honrar a mis padres con la titulación en periodismo. Entonces di por bueno el mensaje que provenía de las entrañas y que me obligaba a pasar por la vida aislado, sin ningún tipo de contacto con el progreso. Ni tan siquiera era lícito usar un anzuelo para la pesca, y el voto de silencio me obligaba a medir mis palabras: la expulsión del paraíso. ¿O era la entrada?
Es cierto que encontramos esa forma de vida en algunos monjes ermitaños, y no por ello se les considera sin juicio. Pero si ejercitas el misticismo de forma compulsiva puede considerarse que tu mente está fallando. Esta fue la caída.
Lo que intento decir es que si me van a estar llamando para contar mi testimonio, necesito subir el nivel, necesito construir mi consejo de una forma más didáctica, necesito explicar el agujero negro de la esquizofrenia. Y eso sólo se puede hacer de una manera: diseccionando mis pensamientos sobre el escritorio.
Es por todo ello que me gustaría dejar por escrito el principio, medio y fin de la experiencia incomprendida que es la esquizofrenia.