Ya es una rutina. Pero una rutina traicionera, porque en cualquier momento se pone en riesgo las vidas de los propios inmigrantes que buscan cruzar a Ceuta y los guardias civiles encomendados al papel de control en la frontera sur.
Ha sido una noche sin descanso, con agentes del Servicio Marítimo realizando maniobras imposibles para sacar a gente del mar. Hombres, mujeres, marroquíes, argelinos, subsaharianos, menores… No hay freno a lo que ya se ha convertido en una constante migratoria que no cesa.
Si tiempo atrás existía una especie de temporalidad en los movimientos migratorios, ahora ya no es así. La huida es permanente, la hilera de muertos y desaparecidos no cesa y si no hay una respuesta política al más alto nivel, Ceuta va camino de convertirse en uno de los puntos de mayor presión migratoria y riesgo.
Estadísticas engañosas
La Guardia Civil tiene a su Servicio Marítimo prácticamente absorbido en estas tareas. Cada jornada se pone en riesgo la vida de muchas personas, pero el Ministerio del Interior, lejos de tomar medidas, opta por difundir estadísticas que no son reales porque no cuadran con los intentos de entrada que se producen a diario.
Esta madrugada, el mal tiempo ya aventuraba que la situación iba a ser complicada. Los intentos de pase han sido constantes. Hablar de números es errar, ahí no está la clave de estas crónicas migratorias, sino en la inexistencia de un punto y final para esta presión constante carente de freno.
Los componentes del Servicio Marítimo no han cesado en esa misión atribuida de salvar vidas, luchando además contra olas de más de dos metros.
El mayor punto de presión

Ceuta, junto con Baleares, se ha convertido en la zona de más presión migratoria. No hay jornada en la que los intentos de entrada no sean constantes, y a eso se suma la acción de las llamadas pateras de la muerte y la valla.
A los servicios que conllevan un gran esfuerzo físico para los agentes de la Guardia Civil se añade el componente psicológico, de enfrentarse a situaciones extremas, con personas que están a punto de ahogarse o aquellas que, directamente, se pierden en el mar.
Son situaciones duras que los medios de comunicación no pueden ver porque la Dirección de la Guardia Civil no permite embarcarse con el Marítimo en estos servicios.
Esas imágenes, además, nunca trascienden, no son publicadas ni trasladadas por los canales oficiales para que se visualice la verdad de la frontera sur.
Lo que no se ve se intuye, solo eso. Decenas y decenas de personas gritando en el mar, en plena noche, con visibilidad reducida y sin medios para afrontar esa presión. Hasta personas con discapacidad han sido rescatadas por los agentes.
Sin recursos extraordinarios
Esa es la lectura constante para unos guardias civiles que además trabajan con los mismos medios de siempre, llevados al límite, sin contar con refuerzos permanentes como se había anunciado con la cobertura del ‘Río Sil’ que no permaneció ni dos días en nuestra ciudad.
Esto se sabe, no es nada nuevo. La cúpula del Instituto Armado conoce cuál es la situación, como también lo sabe el Gobierno de España. Las consecuencias de esto pasan por el permanente colapso del que no puede salir el CETI y el negocio que ven las mafias ofreciendo salidas clandestinas a adultos, pero también menores, aprovechando el elevado número de personas ocultas en la ciudad.
Muchos nunca llegan a pasar ni por el centro del Jaral ni por la Jefatura Superior, optando por estar en casas hasta que se prepara su salida al otro lado del Estrecho sin que conste que pasaron por nuestra ciudad.







Entras nadando. Sales andando. Y así, las veces que haga falta. A estos no se los multa o eso solo queda para los foráneos?
Espigones en la frontera de kilómetro y medio