Santi Amieva lleva 30 años ocupándose del cuidado y alimentación de la colonia de gatos instalada en el Parque San Amaro. A sus 73 años, cada mañana coge un autobús del Polígono hasta San Amaro para llevar comida a estos mininos.
Ya es una rutina y algo que no puede faltar en su vida. Los gatitos la esperan cada mañana a las puertas de parque, como si de una cita se tratara y Santi acude a ella haga calor o esté lloviendo.
Santi vive en el Polígono, baja andando hasta el parque de Argentina, donde coge el autobús. “Llega a las ocho y media al centro y yo no me bajo, me vengo directa y llego a San Amaro a las nueve menos algo porque los gatos están acostumbrados a esa hora”.
Además, ir temprano le evita dolores de cabeza, pues hay quien no ve con buenos ojos la labor de Santi. “Tengo la mala suerte, encima de que gastamos el dinero y de que debería ser cosa de la Ciudad o de Sanidad, de que me ponen pegas”.
A Santi no le gustan los conflictos, pero jamás abandonaría a sus mininos, ni por las visitas de la Policía ni por la presión que sufre para que frene su devoción por su colonia. “Lo que hago lo hago de corazón y no me importa, pero que no me pongan pegas”, pidió esta entrañable mujer.
Pide a la Ciudad que si pudiera ayudar en algo esa ayuda sería bien recibida. “Incluso Juan Vivas me ve los fines de semana, me da los buenos días y me pregunta por los gatos, pero él no es solo el que tiene que lidiar con cosas de la ciudad”, dice esta mujer de 73 años.
Santi lamenta que la labor que desarrolla, tanto ella como otras muchas más personas de Ceuta, en vez de ser halagada, “aunque lo hacemos porque queremos, porque tenemos sentimientos”, sea apedreada.
En cuanto a las trabas, “no es la Ciudad que yo sepa”, dice Santi. “A mí me dicen que llaman del parque a la Policía y antes podría ser, pero ahora no. Yo creo que es Medio Ambiente, pero debería preocuparse de otras cosas”.
Santi quiere desmentir que la comida que ella lleva a los mininos sea foco de ratas, ya que al igual que lleva sus latitas en una bolsa, vuelve a guardarlas vacías, dejando el lugar impecable.
“No le dejo comida. Vosotros lo habéis visto, los platos están ahí. Precisamente, una de las veces que me mandaron a la Policía y como Dios es justo, llevaba mis platos y me dijeron que no me preocupara, que iban a hacer una foto de que todo estaba limpio”, cuenta Santi.
Ella solo pide que no se le pongan trabas por querer cuidar, como lleva haciendo durante 30 años, de sus gatitos de San Amaro.
Santi puede llegar a gastar en comida para gatos más de 300 euros al mes, una cifra que le hemos sacado a hurtadillas porque no quería que sus hijos se enteraran, ni nadie, de lo que puede llegar a gastar en estos animalitos.
“Yo no echo cuentas porque si echo cuentas…”, dijo riéndose Santi.
Y, es que, esta mujer de 73 años no solamente cuida a los gatos de San Amaro, además de otra gatita que vive junto al Velatorio, también muestra su cuidado a los gatitos que se encuentra abandonados, no importa el lugar.
Santi no pide ayuda constante, pero sí recibe de buena gana cualquier ayuda de particulares que quieran colaborar con la alimentación o cuidado de los gatitos.
“Una mujer de mi gimnasio me ayudó dándome dinero porque ella no podía venir. Otra vez, una muchacha en una bicicleta me dio cinco euros. Yo quiero que salga de ellos, que lo hagan de corazón”, relata Santi.
Esta ceutí amante de los gatos puede llegar a cuidar a 13 gatos en San Amaro, más la gatita del Velatorio, más aquellos que salen de la barriada.
Santi lleva “una pila de años” cuidando de estos gatos. Ha visto desaparecer y morir a muchos de ellos, pero ella siempre se ha mantenido a su lado y lo seguirá haciendo “mientras pueda”.
“Me pasa como cuando dejas a los niños pequeños. Me pregunto qué será de ellos si yo falto. Yo pienso en eso y a veces no duermo”, explica Santi.
Esta mujer ha llegado a pagar 100 euros a un veterinario para que uno de los gatitos callejeros, que tenía cáncer terminal, no muriera solo, que muriera viendo a Santi junto a él.
También llegó a cancelar un viaje porque uno de sus gatos, esta vez uno de los que viven en su casa, se puso malo y Santi no fue capaz de alejarse de él.
Santi Amieva es una persona con una gran vitalidad, solidaria y amante de los mininos, quienes le dan cada día un motivo para levantarse, coger un autobús desde el Polígono hasta San Amaro y, cargada de comida, reunir a todos estos gatitos que la esperan a las puertas del parque cada mañana.
También la gente de la zona conoce a Santi, que se ha convertido en toda una figura en San Amaro por su perseverancia.
Gran corazon
¡Muy bien Santi!, eres una buena persona, ayudas a los animales, a las personas y a quién haga falta.
A ver si ahora, de una vez por todas, el grande de Juan Vivas se entera del esfuerzo tan grande que hay que hacer para que los gatos de la ciudad estén bien cuidados y alimentados. Esfuerzo tanto económico como de tiempo, etc.
La ciudad debería de contratar a personas que se ocupen de las colonias y que los voluntarios se dediquen a ayudar, no a asumir toda la responsabilidad.
La nueva Ley de bienestar animal obliga al los ayuntamientos a hacerse cargo de las colonias de gatos y de todos los animales abandonados.
Loli, una de las cuidadora de la colonia del Cas, que lleva mucho tiempo cuidando de los gatos le podía decirle a Juan Vivas, cuando lo vea (que lo ve todos los días), que haga el favor que el ayuntamiento sea responsable y coherente y que cumpla con sus obligaciones en todo lo relacionado con las colonias de gatos, que ya es hora, que no todos y todas tenemos un sueldazo y muchas personas que estén dispuestas a ayudarnos por lo que todos podemos llegar a imaginarnos.