La prensa marroquí ha hecho suya la confirmación oficial de un veto, el que ejerce Marruecos sobre Ceuta y Melilla al no reconocer los visados temporales. Lo ha hecho la prensa marroquí que por vez primera empieza a hablar casi en abril de un asunto sobre el que se ha escrito, y mucho, a este lado de la frontera desde febrero.
Sin embargo Rabat no habla, actúa pero no habla, no da una versión oficial de por qué ya no son válidos esos permisos temporales que, entre otros fines, permitían el acceso de los trabajadores transfronterizos para cumplir con el último trámite en una contratación: colocar la huella en la oficina de Extranjería.
Todo esto lleva parado meses. Los mismos que tardaron las asesorías en darse cuenta de lo que pasaba y en acudir a la Delegación del Gobierno para intentar el inicio de unas gestiones encomendadas a Exteriores.
Sobre la decisión de un país en su propio territorio otro no puede meterse. Y es lo que sucede aquí, por mucho que se traslade la situación al Gobierno de España la decisión es de Marruecos sobre su territorio. Exteriores ni siquiera ha hablado ni, por eso mismo, se sabe que esté realizando algún trámite oficial al respecto.
Aquí se lía la madeja, porque Marruecos no ha dicho oficialmente por qué ha dado este paso. Un paso que sorprendió no solo a las asesorías sino también a la propia Policía Nacional y al área de Extranjería que nada supieron hasta que empezaron a llegar casos de afectados.
Al otro lado de la frontera se comenzó a aplicar una medida sin que se hubiera informado de tal paso. Fueron ciudadanos los que alertaron de lo que se estaba gestando al sufrirlo en sus propias carnes.
La consecuencia directa es que no se pueden hacer nuevas contrataciones, hay familias que han abonado los gastos de todos los trámites perdiendo el dinero porque el círculo no se puede cerrar al no completarse los expedientes laborales. ¿Qué puede haber detrás?
Algunos aluden a un enfado mayúsculo a altas instancias por los continuos escándalos que han salpicado a ‘la visa’. Operaciones policiales en Marruecos, pero también en Ceuta, han hecho aflorar casos de estafas, engaños y fraudes además de falsificaciones a todos los niveles.
El negocio ilegal se había transformado en una especie de gallina de los huevos de oro explotada por algunos a costa de los que menos tienen pero son capaces de hipotecar sus vidas por unos papeles.
Otros en cambio consideran que es la escenificación de un paso más en esa difícil relación que siempre encuentra, para bien o para mal, su punto débil en Ceuta o Melilla.
Las razones no se dan y Marruecos también tiene su propio problema social. Esa capa de población a la que se le impide ser contratada en Ceuta o Melilla reclama alimento en su propio país, pero este no se lo da.
Las protestas de extrabajadoras en Ceuta porque las fábricas de su tierra cierran y porque no encuentran trabajo han protagonizado vídeos difundidos de forma masiva. La inmigración es una consecuencia directa de esa falta de trabajo y las familias que pierden a sus seres queridos en el mar empiezan a protestar y a hacer visible su descontento por esta situación.
Son problemas sociales que salpican a un país que vende otra imagen en el exterior. Problemas sociales a tener en cuenta porque pueden alcanzar una envergadura mayor hasta convertirse en un auténtico quebradero de cabeza. La población no tiene trabajo, pierde a sus hijos ahogados en el mar y no hay vía de escape desde el cierre de la frontera, la imposición del visado y el veto al temporal.
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