Aveces, uno se entretiene echando la vista atrás en busca de emociones que te puedan enseñar, “energías” que diría él.
Era la primera vez que me subía al estrado. Eran mis primeros pasos como activista del movimiento pro salud mental en primera persona, y me tocaba presentar el documental “Solo”, un viaje al corazón del amor como única forma de destino; una búsqueda que ha de regir el sentido de nuestras vidas.
Tras el visionado de las imágenes, e impactado por la calidad del relato audiovisual, continué mi aprendizaje siguiendo sus palabras sobre lo que debería ser la salud mental en esta sociedad, por lo demás despersonalizada.
Y cayeron los meses como caen las castañas en otoño. Hasta que nos volvimos a ver en Madrid: era el nacimiento del Comité Pro Salud Mental En Primera Persona, y él era necesario. Sobre todo, impregnaba de realidad conquistas que a los ojos de cualquier otro se mostraban utopías poco realizables.
Su luz fue cobrando fuerza entre mis recuerdos, y en el comité asumimos como nuestra la oportunidad de un modelo terapéutico que fuera sostenible con las esencias del ser humano: menos medicamentos y más plenitud existencial. Vicente era sobre todo una luz que buscaba el crecimiento, y su lugar en el cosmos. Vicente era sobre todo un padre de familia.
Su paciencia era tranquila, y su entendimiento fácil. Quizá lo que más te entristece son los proyectos que se le venían encima, y que suponían un empujón a su autoestima. Suya es la idea de crear una página web genuina para que las personas afectadas por un problema de salud mental tuvieran un desahogo, y unos por otros, ganarle la partida a la incomprensión. Ahora tenemos que seguir sin él, y a fe que será difícil.
Ahora su luz se ha separado de su cuerpo para habitar en nuestro recuerdo, y desde ahí sacar fuerzas para luchar por una vida con salud mental. ¿Cabe mayor causa?
Vicente es tutor también de la idea de que los usuarios somos expertos en salud mental, y que no estaría mal que participaran en la formación de profesionales, en los equipos de intervención, y en los propios procesos de recuperación. Una línea que marca el horizonte y que corresponde a nosotros llevarla a término.
El cosmos avanza inexorable marcando el pulso de nuestras vidas; poco podemos hacer ante su criterio. Pero sí está en nuestras manos continuar con la estirpe de los pensamientos, para que el ejemplo ocupe su lugar, y una luz amiga indique el final del sufrimiento.