El área campestre de García Aldave guarda tesoros ocultos. Dos torres que pasan desapercibidas por los senderistas que caminan. Monumentos que son vistos como ruinas y que son la huella de la época medieval islámica de Ceuta.
Declaradas como Bien de Interés Cultural (BIC), la de la Fuente de la Higuera, la de la huerta de Regulares y la localizada en la loma del Luengo, son vestigios de lo que en su momento fue un verdadero asentamiento agrícola lleno de vida. El tiempo, el incivismo y la erosión intrínseca ejercida por la naturaleza hacen sus estragos en sus estructuras.
Un simple vistazo lleva a la conclusión de que todas ellas se encuentran en un mal estado de conservación. Un ejemplo es la primera de las citadas, que está plagada de residuos en su interior. Botellas de plástico, alfombras de coches y otros enseres se agolpan en el suelo. Algún que otro tímido grafiti también se cuela en sus paredes.
Sin medidas
A pesar de que se conoce su existencia, aún no forman parte de un proyecto de intervención ni cuentan con un estudio arqueológico o histórico pormenorizado. Solo se saben datos básicos acerca de su función. Eran fortificaciones que tenían por objetivo salvaguardar a los residentes de la zona de posibles ataques.
El hecho de no haber sido sometidas a ningún proceso de reforma o programa para la implementación de actuaciones para su mantenimiento genera inquietud para los miembros de Septem Nostra. José Manuel Pérez, presidente de la entidad, asegura que más que una estrategia para la recuperación de su valor, urgen acciones que impidan su derrumbe.
Relativa a la de la Fuente de la Higuera, que es la que está mejor preservada, insiste en que “deben tomarse medidas para evitar que se siga deteriorando y que colapse. El interior se encuentra en muy malas condiciones”, informa. “Los pisos están desfondados, no tienen apenas sustento. Es un monumento con muchos siglos a sus espaldas”, detalla.
“Existe un serio peligro de que algún día se venga abajo. Sería una pena que no se hiciera nada para recuperar todos estos elementos medievales. Ya llevan tiempo, al menos de facto, protegidos en papeles”, manifiesta. Hace poco más de seis años la asociación ya dio parte de la situación en este periódico. La tesitura que atraviesan en el presente no dista mucho de la de ese momento. Continúan en el mismo punto.
“Es una parte del patrimonio muy interesante y muy desconocida. Merece la pena proponer su análisis, independientemente de que sea desarrollado por nosotros o por otro equipo de profesionales”, incide.
Asentamientos
Las tres torres estaban asociadas a establecimientos agrícolas. Como si se tratara de una especie de feudo, vivían en esos lugares en los que construían dependencias cercanas a la edificación defensiva. Todas comparten como nexo común su localización próxima a arroyos u otros manantiales.
Eran fuentes de vital importancia para poder poner en marcha tandas de cultivos. Prueba de su relevancia es la presencia de un aljibe en la de Luengo que aún pervive. Existen más registradas en la ciudad como, por ejemplo, la que se erige en el riachuelo del Infierno.
“Siempre que se habla de la historia local, se piensa en el centro. Sin embargo, en el medievo, la explotación agraria y ganadera tenía mucha importancia. La cercanía al caudal de Calamocarro lo permitía”, destaca. Pérez menciona que, desde la entidad, contemplan elaborar un estudio sobre este tema. “Hace poco hicimos una visita junto a Bilal Sarr, profesor de la universidad de Granada. Nuestra intención es investigarla ya sea por nuestra cuenta o con ayuda de la Ciudad”, expresa.
Una futura exploración no solo facilitaría conocer cuál era el día a día de los ancestros de los ceutíes o cómo era su forma de vida. Sería una fuente de información sobre cómo funcionaba el sistema mixto entre protección y agricultura, así como la forma en la que aprovechaban y utilizaban el agua.
Dieciocho torres
“No estaban solas, lógicamente. Convivían con otra serie de dependencias, una parte habitacional y otra puramente productiva. Todo esto se desconoce. Solo han quedado estas estructuras como el componente identificativo”, relata.
Las teorías apuntan a que probablemente se hubieran designado destacamentos para las fortificaciones para cumplir con su función. “Generalmente, estarían diferenciados los roles del agricultor y del ganadero, que se dedicaba a esa actividad, del que ejercía de vigilante”, especifica.
Conocidas como torres de alquería, en antaño se llegaron a cuantificar muchas más según los escritos del cronista de Ceuta Al Ansari. “Poco antes del siglo XV, cuando llegaron los portugueses, él habló en un texto desde la nostalgia de la ciudad que conocía. Menciona en total dieciocho. Estaban repartidas por las fachadas sur y norte”, narra.
Fechas y propuestas
Pérez no puede determinar una fecha exacta de edificación de la torre de la Fuente de la Higuera ni de las restantes. La falta de una investigación lleva a tener, de momento, conjeturas. Es preciso para ello hacer una excavación y analizar el material de las bases de los muros.
Sí puede ofrecer aproximaciones sacadas de la observación del mampuesto empleado. “Da la impresión de que tanto esta como la de la huerta de Regulares pertenecen a la época mariní”, subraya. Sin embargo, no se descarta que otras que aún perviven en la ciudad se correspondan a etapas anteriores.
Ante la situación actual, el presidente de Septem Nostra sugiere que se actúe sobre las mismas ya que pueden ser un recurso potencial para el turismo local, aunque no estén dentro del circuito urbano. Es más, parte de su belleza se halla en esa combinación de la faceta patrimonial y de la natural.
El primer paso de materializarse un proyecto sería dilucidar todos los detalles, en especial los jurídicos, en relación a la propiedad de la parcela en la que se encuentra la torre de la Fuente de la Higuera. El siguiente consistiría en la eliminación de todas las construcciones posteriores adosadas a la original. Más tarde, se haría un levantamiento para intervenirla desde el punto de vista arqueológico.






La propuesta que plantea Septem Nostra es sensata: preservar de la destrucción, rehabilitación y dar a conocer como un activo de nuestro patrimonio.