La película cuenta que unos detectives investigan una serie de asesinatos relacionados con los siete pecados originales. Asimismo, tales pecados están conectados con la tradición moral y religiosa.
A partir de aquí, existe un paralelismo donde se refleja cómo estos pecados se entrelazan con comportamientos, decisiones y acciones en el sistema político actual del panorama español.
Un sector importante del Congreso de Diputados actúan en correlación sería a los pecados capitales. Si repasamos sus acciones vemos esa “soberbia” y orgullo desmedido en priorizar su imagen e interés personal o de su partido político por encima del bien común. También, lo vemos en el uso de la redes sociales y en el atril de cualquier Parlamento territorial donde el insulto a sus oponentes tiene más importancia que diseñar o proponer líneas de actuación que arreglen la desigualdad actual. Es más, refleja un circo patético que duele a ojos del espectador.
En este sentido, con el descalificativo sólo logran dos objetivos: uno, polarizar aún más a la población y, dos, alejar a los ciudadanos de la política. Si no vean los últimos datos ya que, según la Unión Europea (UE), España registró una abstención del 50,78% en las últimas elecciones europeas de junio del 2024.
Corrupción tras corrupción en ese deseo inquebrantable de riqueza y poder donde su “avaricia” no conoce límites. Por un lado, Caso ERE de Andalucía; y, por otro lado, los papeles de Bárcena, es decir, M.Rajoy, R. Rato, Jaime Mayor, entre otros. También, tenemos las tarjetas black de los sindicatos. Evidentemente, todo lo anterior relacionado con empresas y sobornos en ese afán, de políticos y políticas, por buscar acumular grandes montante de dinero mediante favores o comisiones. Si hacemos caso al barómetro de la Comisión Europa, casi el 70% de los participantes europeos en una encuesta del Eurobarómetro afirmaron que la corrupción está muy extendida en sus respectivos países. No obstante, en España, nueve de cada diez encuestados creen que la corrupción está generalizada en el país.
Dicen que el dinero no lo es todo. Por ello, la política es un gran ejemplo de tal frase. Y claro, si estamos satisfechos con el dinero que tenemos que mejor que buscar el amor. El problema radica cuando ese amor no es consentido y obedece a un exceso de poder; entonces, lo llamamos “lujuria”. No hace falta nombrar los escándalos sexuales que involucran a figuras ya no solo políticas sino de la Monarquía o de la Santa Iglesia. ¿Verdad? Esto conlleva a un daño de prestigio casi irreparable para las instituciones. Aunque a mí, sinceramente, me preocupa infinitamente más las VICTIMAS. Ojalá los malditos que abusan sexualmente paguen por todo el daño causado, y me repito, la prioridad es la sanación total de las víctimas.
Al celebrarse las elecciones si no salen los resultados esperados a la oposición le entra la “ira”, una furia descontrolada en el interior de sus afiliados y miembros del partido, donde con sus ojos llenos de sangre disparan discursos cargados de odio: ¡comunistas! ¡etarras! ¡globalistas! ¡feministas! ¡LGTBIQ+!¡ecologistas!¡independentistas! ¡migrantes!, entre otros. Es simple, esto fomenta divisiones sociales, promueve el enfrentamiento entre colectivos sociales y radicaliza el rencor al que piensa diferente. De ahí, el incremento preocupante de la violencia social.
Tranquilos, si llegan nuevos equipos de gobierno a las alcaldías; no preocuparse que de las primeras medidas que proponen es el incremento de sus salarios. Si hay que eliminar el límite salarial en algunos cargos de alta responsabilidad de la Comunidad Valenciana, independientemente si ha existido una catástrofe natural llamado DANA o no, se suprime. Contra más asesores mejor. Contra más gastos exorbitantes en publicidad o campaña electorales aún mejor. Contra más desperdicio de recursos públicos en proyectos innecesario como, por ejemplo, un aeropuerto inutilizado todavía mejor. Todo por llenar la “gula” de algunos y algunas representantes públicos. Por cierto, “sin filtro” en temas de recortes en sanidad, educación y servicios sociales no vaya a ser que se toquen sus prebendas. Confío que pronto lleguemos los desiguales, de nuevo, a la calles.
Era cuestión de tiempo que apareciera la “envidia”, esa especie de resentimiento por lo que otros poseen, y, con ello, empieza la rivalidad no sana sino destructiva entre los partidos políticos. Aquí, hacen todo lo posible por desacreditar a colegas con informaciones más que de dudosa credibilidad por celos de su popularidad o miedo a perder privilegios.
En este último lustro, los partidos tradicionales, se han armado con los medios de comunicación, apoyados en mucha ocasiones con el poder judicial, para denigrar a los grupos políticos alternativos de izquierdas. Es este aspecto, las críticas infundadas o especie de sabotajes para impedir, a toda costa, el éxito de un oponente han sido más que suficiente. Desafortunadamente, cabe un gran ejemplo con el: “Eduardo, esto es muy serio, yo voy con ello, pero esto es muy delicado y es demasiado burdo”.
Con este acto, más que premeditado, sólo cabe una intención: influir en procesos electorales que, inevitablemente, incita a la peligrosa erosión de la democracia. Es curioso como el partido político mayoritario del Gobierno actual no estuvo muy empeñado en denunciar tales actos; y hoy cuando tocan a miembros familiares ya sí parece que hay que tener cuidado con las fake news e, incluso, meditan con la formulación de una ley que sancionen a la desinformación. Medida que estoy de acuerdo pero el acto en sí muestra oportunismo.
Terminando con los pecados mortales, falta esa voluntad para asumir responsabilidades; es decir, lo que llamamos “pereza”. Con la desgracia de la Comunidad Valenciana debido a la DANA poco más que añadir. Falta de planificación y ejecución en la política pública; gestión ineficaz por parte de la administración; políticos y políticas que evaden sus responsabilidades puesto que no están en sus competencias cuando se le necesitaba; y estos mismos representantes, al tirarse el fango los unos a los otros, no asumen su evidente responsabilidad con el posterior panorama de no dimitir. Y así, con esta desidia y negligencia de los políticos y las políticas contamos para que nos dirijan.
La película está apuntó de acabar aunque ya conocemos como termina. La pregunta es ¿Quiénes son los investigadores? ¿Los políticos? ¿Las políticas? ¿La sociedad? Indudablemente, somos la sociedad; es decir, los desiguales quienes consentimos que ellos y ellas vivan mostrando, sin rubor alguno, sus pecados capitales. De igual manera, a veces nos indignamos y votamos grupos políticos diferente, pero, de poco está sirviendo, viendo la resiliencia que ofrece el bipartidismo.
También, es cierto que, en ocasiones, como hacen los investigadores de la película, la sociedad y sus organizaciones sociales fiscalizamos sus pecados y, cuando pecan, logramos llevarlos antes los tribunales. Sin embargo, como hace el asesino en multitud de veces, logran escabullirse, debido a su condición de aforado; es decir, gozan del derecho, en caso de ser imputado por un delito, de ser juzgado por un tribunal distinto al que correspondería a un ciudadano normal.
Cuidado sociedad puesto que el sistema, con sus redes sociales y el cumplimiento de unos cánones absurdos de belleza, nos hace creer que somos tan bellos como Brad Pitt; y de no ser así hay que ponerse en forma, no vaya a ser que no tengamos los “me gustas” suficientes en nuestro perfil. Si no que se lo pregunten a la maravillosa colaboradora del programa La Revuelta; es increíble, que la gordofobia siga campando a sus anchas entre la sociedad. ¡Qué nos está pasando sociedad! ¡Reaccionemos!
La dictadura de la imagen nos rinde a pensar que el fallo reside en nuestro cuerpo y no es así. El fallo, es del sistema que ha interpretado perfectamente las claves de la sociedad actual que están relacionada con hacernos creer que, por un lado, somos libres por vestir como queramos. Mientras que, por otro lado, con la potenciación de las redes sociales nos distraen y nos anestesia haciéndonos olvidar, de lo más importante, que tenemos como sociedad qué es revindicar derechos y oportunidades.
De seguir así, con políticas que privatizan sanidad, educación, servicios sociales; y marginando a los desiguales debido al acceso de los trabajos precarios y sin vivienda digna; el panorama será de un escenario sin dignidad y sin oportunidades.
La sociedad no puede ignorar los problemas estructurales de desigualdad indefinidamente sin enfrentarse a la clase política que trabaja subordinado a la élite u oligarquía empresarial. De lo contrario, la sociedad acabará como la mujer de uno de los protagonistas de la película; es decir, con la cabeza en una caja de cartón reflejando así que preferimos encerrar nuestras verdades y miserias más incómodas en lugar de enfrentarlas.
Para terminar, como señaló el detective Somerset, en palabras de Ernest Hemingway: “El mundo es un buen lugar por el que vale la pena luchar. Estoy de acuerdo con la segunda parte”.
A veces la realidad supera a la ficción. Contra ello, solo queda combatir.
X la revolución de los desiguales