Conocer la mente del policía local Alonso Miguel G.D., rastrear la existencia de dolencias psiquiátricas y si las mismas pesaron a la hora de cometer el crimen de su esposa, Mª Ángeles Lozano, en la vivienda compartida en Parques de Ceuta en marzo de 2022, es lo que se trata de conseguir con la pericial que ha tenido lugar este martes ante el Tribunal del Jurado.
Varios psiquiatras han participado en la misma, también la médica de familia que le trató en prisión. Cada uno desde su parcela ha ido ofreciendo datos, opiniones e ideas acerca de la personalidad de quien se enfrenta a 40 años de cárcel. Su personalidad antes del crimen y después.
¿Tenía su voluntad mermada por los hasta 3 trastornos diagnosticados? O, de ser considerado culpable del crimen, ¿cabría entender que no supo lo que hacía?
¿Existió una estrategia en prisión para teatralizar su afección psiquiátrica con el ánimo de dar con beneficios ante una posible condena?, ¿quiso matar?
Pues de todo esto se ha ido hablando ante un Jurado convertido en jueces no profesionales, pero jueces, ya que de ellos depende un veredicto, el de culpable o no.
Las mentiras del policía Alonso que dijo ser el administrativo Miguel
La psiquiatra que lo atendió durante años en Algeciras considera que su paciente le ocultó información, ya que llamándole todos Alonso, a ella se le presentaba siempre como Miguel además de decirle que era administrativo, no policía con uso de arma.
Son datos importantes, sobre todo cuando su última consulta con la psiquiatra la tuvo 11 días antes del asesinato, y en ella le confesó tener celos de su mujer y rechazo sobre la posibilidad de que se divorciara.
La psiquiatra lo vio mal, considerando que debía ingresar, pero no era necesario hacerlo urgentemente, sino a través de su médico de cabecera en Ceuta. Aquello sucedió el día 3 de marzo y el agente estaba en delirio, con capacidades volitivas mermadas, pero no anuladas, por lo que era consciente de su conducta.
Ese día 3, la profesional le dijo a Mª Ángeles que debía ser ingresado y cambiar su medicación a inyectable porque no se la estaba tomando. Había por tanto que seguir otra estrategia terapéutica.
Ese día 3 advirtió de la obsesión del paciente o el excesivo celo que mostraba hacia su esposa por falsas creencias de infidelidad o de pensamientos de castigo. Ya focalizaba su obsesión o fijación hacia ella.
La importancia de saber que tenía arma
¿Por qué era importante que la psiquiatra supiera la verdad, entre otras cosas que era policía local con arma?
Para ella fue sorpresivo lo que sucedió porque al enterarse del crimen ella pensaba que Alonso estaba ya ingresado, como había aconsejado que se hiciera. “Si llego a saber que era policía hubiera propuesto su incapacidad”, ha indicado sin dudas.
El acusado, ha dicho su psiquiatra, no pensaba o no quería creer que estaba enfermo, por lo que había que haberle obligado a tomar la medicación. Cuando un paciente así no se da cuenta de que está enfermo atraviesa picos de euforia, sintiéndose grandioso.
Esta profesional estuvo tratando al paciente en 10 sesiones durante 20 años.
Qué pasó el 14 de marzo desde el punto de vista del psiquiatra
El psiquiatra forense del Instituto de Medicina Legal de Sevilla que vio al agente ya encarcelado preventivo ha indicado que mantuvo dos visitas con él en las que trató de entender la sintomatología que pudo presentar el día del crimen.
Cree que ese 14 de marzo, la presión de los celos y la creencia de un complot repercutieron en sus emociones, derivándose en una “enorme irritabilidad” e “inestabilidad emocional” lo que viene a explicar su comportamiento.
Sabía que su esposa quería separarse y experimentó una situación límite. Este profesional mantiene que no tuvo conocimiento pleno de que lo que iba a hacer en ese momento era incorrecto, pero ha dejado claro que no existió una anulación total de su voluntad.
Posteriormente, hechos como esconder el arma, frases como las de “¡qué he hecho yo después de 22 años de matrimonio!” o el no querer salir detenido con la ropa puesta de policía significa que estaba conmocionado.
Bajo su punto de vista “sanitario”, ha dejado claro, “no quería matar a nadie”, apuntando a que es un punto de vista este “subjetivo”.
El nivel de irritabilidad fue in crescendo a través de discusiones buscando la cita médica, atrapado en los celos y con ideas delirantes lo que terminó menoscabando su voluntad. Llegó, por tanto, a un momento crítico, viéndose afectada su voluntad hasta efectuar el disparo.
“Exceso de teatralización”
Tras el crimen este psiquiatra lo vio en la prisión, en un escenario en el que, asegura, se topó con un paciente que incurría en un “exceso de teatralización”, una “inestabilidad emocional”, hablando “de lo que quiere” y sin referirse a asuntos que prefiere obviar.
Es un individuo que busca la atención, con “expresiones emocionales inapropiadas” y “discurso grandilocuente”.
A ojos de este profesional es conocedor de que si tiene una incapacidad su pena varía. También ha dejado claro que tomando desde 2003 como tomaba medicación antipsicótica, “no eran las condiciones mentales adecuadas para llevar arma”.
El “hombre enfermo” que vio el doctor Cabrera
El doctor Cabrera ha expuesto que cuando entrevistó en la prisión al agente este “no podía casi hablar conmigo”, enfrentándose a una entrevista “dura” porque era “un hombre enfermo”.
Mantiene que su capacidad de entender estaba “menoscabada”, su voluntad “no podía controlarla” y también tenía afectada, anulada, su capacidad de querer. Le dijo en aquella entrevista que había tenido una discusión ese día del crimen, y que se habían producido 2 tiros, sin saber “cómo” su mujer había muerto.
Para Cabrera, el agente no está teatralizando una forma de ser con el objetivo de salvarse de una pena, en su opinión, se topó ante un “hombre que estaba destrozado, hecho polvo”.
“No quería matar”
Ha insistido en que, a su juicio, “no quería matar”. “Todo en psiquiatría es subjetivo, no nos basamos en una radiografía sino en el olfato”, ha indicado, manteniendo que él cree en la verdad narrada de que no fue el autor del crimen.
La médica que lo estuvo viendo en prisión a donde fue trasladado ya preso preventivo ha ofrecido una radiografía muy contundente sobre el acusado, a pesar de dejar claro que ella no es psiquiatra, pero habla de su experiencia como médica y habiendo tenido que tratar a muchos internos acusados de asesinato.
Su papel era como el de un “médico de cabecera en la prisión”, lo empezó a ver tras su traslado a este centro el 29 de marzo, es decir, 15 días después del crimen.
La estrategia y la búsqueda del “beneficio secundario”
Para la profesional es evidente que quería sacar un “beneficio secundario”, es decir, sabe que puede intentar probar ser inimputable por lo que fue “variando su discurso” pidiendo continuamente ser visto por la médico.
“Venía a la consulta con una carpeta azul, es llamativo, porque traía todos los informes” en lo que parecía presentarse como una “búsqueda de exculpación”.
La profesional ha resaltado que vio una “intencionalidad clara” a la hora de “exagerar” quizá previendo una “exculpación” o porque sea “su forma de ser”.
Dentro de su conocimiento ha hecho hincapié en que vio en el interno una tendencia a “hacer un teatro” exagerando determinados aspectos de su narración e insistiendo siempre en que quería que se le hicieran informes de todas las visitas que pedía para su abogada.
¿Era un teatro?, “desde mi punto de vista, sí”, ha dicho. Es decir, estaba buscando un interés, quizá una especie “de estrategia para mi gusto”.
La mayoría de las sentencias en caso de salud mental disminuyen las penas, tiene antecedentes bastantes que tomarán en cuenta para un veredicto y seguirá buscando en su defensa tantos justificantes para que la condena no sea de 30 a 40 años.
Sobre todo el olvido de sus servicios médicos en Ceuta como Riesgos Laborales.
Y el gran fallo de todos no haberle retirado el arma, en conclusión hay responsabilidad de sus superiores que acortarán la pena a menos de 15 años.