Cada día se desechan en todo el mundo millones de botellas, bolsas y recipientes de plástico, forman parte de nuestra basura y al descomponerse originarán trozos más pequeños, micro y nanoplásticos que volverán a nosotros a través del agua, los alimentos, lo que nos ponemos sobre la piel o el aire que respiramos y tras su absorción, camparán a sus anchas por nuestro organismo interactuando dentro de él con células, fluidos, tejidos y órganos y aunque se desconocen sus efectos a largo plazo y la susceptibilidad individual, ya nadie duda de que desde luego distan mucho de ser inocuos.
Cuando se realizan estudios toxicológicos, se utilizan plásticos que difieren de su presencia real en el medio ambiente lo que dificulta la obtención de resultados precisos, además tampoco se investiga la interacción con otras sustancias químicas u otros contaminantes ambientales, a pesar de lo cual los estudios de los que se dispone en la actualidad, indican que pueden originar estrés oxidativo, deterioro de la función inmune, inflamación, alteraciones del metabolismo celular y energético, inhibición de la proliferación celular, degeneración de los tejidos, desarrollo y disfunción de órganos, genotoxicidad, carcinogenicidad y alteración de parámetros bioquímicos. El mayor temor, es el hecho de que al degradarse, los restos de microplásticos pueden adquirir nuevas propiedades físicas y químicas que pueden hacer aumentar sus efectos tóxicos, sin contar con que pueden interaccionar con otras sustancias ya presentes en nuestro organismo aumentando aún más esa toxicidad.
Hoy se pueden encontrar microplásticos en orina y heces humanas, en tejido pulmonar y muestras de esputo, pudiendo afectar la salud respiratoria de las personas, además se cree que pueden alterar la microbiota intestinal ya que estudios en ratones han mostrado disbacteriosis intestinal e inflamación. Las evidencias sugieren también que los nanoplásticos pueden atravesar la barrera cutánea, sobre todo las fibras sintéticas y las microperlas usadas en los detergentes y productos de cuidado personal.
Una vez que estas sustancias ingresan en el torrente sanguíneo, pueden originar alteraciones en el sistema cardiovascular, en el hígado (donde se han encontrado hasta seis polímeros diferentes) y también en placentas y muestras de meconio (sobre todo poliamida y poliuretano). Sistema nervioso, sistema inmunológico y sistema endocrino, tampoco se libran de sus efectos, de hecho estudios recientes han puesto de manifiesto que la cantidad de microplásticos en el tejido cerebral puede ser más elevada que en otros órganos, poniendo en el punto de mira (a la espera de nuevos estudios), una posible conexión con la aparición de Alzheimer y otras formas de demencia. No podemos olvidar tampoco que los plásticos son disruptores endocrinos que compiten con nuestras propias hormonas alterando su funcionamiento y afectando nuestra salud.
Y aún sabiéndolo, aquí seguimos los humanos utilizando y desechando plástico, a pesar de que desde hace años nos están diciendo que se encuentran en el agua de mar, el agua potable (tanto embotellada como corriente), las aguas residuales, las más remotas zonas del Ártico, las zonas más inaccesibles e inimaginables de nuestro planeta o el propio aire que respiramos. Y en este contexto, ahora nos enteramos de que los biólogos marinos están preocupados por la posible destrucción del "neuston" al intentar recoger los restos plásticos de los océanos.
El neuston es el conjunto de organismos microscópicos que viven por encima (epineuston) o por debajo (hiponeuston) de la capa superficial del agua. Su función real está aún en estudio y los biólogos marinos temen que pueda ser destruido por proyectos como el de The Ocean Cleanup (La Limpieza de los Océanos), al quedar atrapados en las redes que recogen la basura del mar. ¿Estaremos destruyendo algo que debería ser conservado y cuya función aún desconocemos?. Supongo que esta es la pregunta final que se hacen los detractores de este sistema. Tal vez no les falta razón pero algo debemos hacer para evitar que en 2050, la cantidad de plástico supere a la de peces en nuestros océanos.
Ahora la pelota está en nuestro tejado, a la vista están los datos ya existentes sobre como los plásticos afectan a nuestra salud. Sí a la nuestra, a la de cada uno de nosotros, por eso no podemos seguir esperando a que sean los gobiernos de los distintos países los que tomen decisiones en nuestro lugar, porque es nuestra salud a corto, medio y largo plazo la que se está viendo afectada, y es a título individual como debemos reaccionar, diciendo de una vez por todas, NO a los productos que afectan nuestra salud y al medio ambiente.