No tenían bordados finos dorados. Las vestimentas eran humildes y los costaleros eran militares, al menos en varias hermandades. La Semana Santa de Ceuta ya no es lo que era.
Su imagen ha cambiado y se ha transformado a lo largo de las décadas. Prueba de ello son las fotografías que aún perviven, pero, también, el testimonio vivo de quienes fueron testigo de ella de niño o adolescente.
Javier Blanes, Fernando Galindo y José Rodríguez fueron parte de aquellas generaciones jóvenes que, con ilusión temprana, despertaron “al gusanillo” del mundo cofrade y de la fe. A pesar de que “ha llovido mucho” desde entonces, sí que atisban su primera vez en una procesión.
Estreno
“La primera vez que salí de penitente fue en el Nazareno”, expresa Galindo. Rodríguez se estrenó con la túnica con Vera Cruz, su cofradía “de toda la vida”. No era el mismo diseño. “Era rosa y el capirote blanco. Fui con Nuestra Señora del Desamparo, que salía bajo palio”, relata.
“Salía con nueve años con mucha ilusión. Mi padre me llevaba al Ángulo, de donde salía el recorrido”, cuenta. Blanes fue a una edad similar. Justo después de hacer la comunión. “Salí en el Valle. Me vistieron con ropa de seminarista porque venían muchos. Íbamos con eso y un cíngulo rojo”, expone.
Esa estampa del pasado les trae otras muchas escenas difíciles de ver o incluso interpretadas como curiosas en la actualidad. Eran tiempos en los que todo se sacaba adelante como buenamente se podía.
Pasos
Los pasos son la pieza esencial para procesionar. A día de hoy existen una serie de facilidades que hacen más sencillo la entronización, la colocación de decorados y otras tareas en torno al mismo.
Sin embargo, por aquel entonces, se contaban con escasos y básicos materiales. “Antes trabajábamos con clavos, con alambres y muchas flores para tapar la madera y todo lo demás”, comenta.
“Es más, en las Penas teníamos una peana cada año. Se pensaban que teníamos dinero, pero era un cajón de madera forrado que siempre se rompía y se sustituía”, señala, entre risas.
La mayoría arrastrados por ruedas y los costaleros no eran figuras habituales. “Había muchos que salían así. Algunos pasos no tenían cera. Eran cirios con luces. Ha habido un cambio inmenso”, traslada Rodríguez.
Poco vistosos
Todo el decorado en torno a esta pieza fundamental es reconocido por sus dorados, sus colores y sus formas de ramas u hojas que simulan a la naturaleza. Las procesiones no brillaban y más bien estaban calzadas de austeridad.
Consideran que la mejoría es más que notable en elementos como los bordados o la orfebrería. “No teníamos ni un duro en la hermandad. No es como ahora, que podemos tirar para adelante bien”, destaca Blanes.
“El Cristo era de escayola. Como salíamos el miércoles se lo prestábamos a El Descendimiento. Por ejemplo, los faldones del paso eran las antiguas fundas de colchones que se usaban en los cuarteles. Podían ir perfectamente a rayas grises y blancas. Era un espectáculo”.
“Las decoraciones florales son más notorias en la actualidad. Antes era un poco de aquella manera. Gracias a Dios tenemos dos floristas buenos en Ceuta y van preciosos”, añade.
Semana Santa humilde
Los terciopelos y formas que portan en los últimos años, simplemente “no se echaban de menos” porque tampoco eran vistos. Los penitentes también se ataviaban con lo que tenían a mano.
A día de hoy es bastante común que las hermandades confeccionen túnicas nuevas todos los años. Normalmente las que tienen un aspecto ya desgastado del uso, se sustituyen. Hace muchos años esto no era así. “Recuerdo a mi madre cuando me decía ‘vamos a tener que coserla’ porque quizá podía tener ya 20 años”, indica Rodríguez.
Los costaleros tampoco optaban a muchas posibilidades en su indumentaria. Blanes sabe de buena tinta que no era extraño para ellos que las cuadrillas se hicieran apaños con toallas a modo de costal. Aunque es cierto que, por aquella época, no eran conocidas por ese nombre. Hacían alusión a ellas como a las ‘molías’.
“Eran momentos muy difíciles, muy humildes e incluso diría que muy diferentes”, considera. Se organizaban y trataban de hacer realidad la estación penitencia sin una fuente financiera sólida.
Organización
Es más, la forma de planificarla era muy distinta a los conocidos cabildos que se celebran a nivel interno en las cofradías. “Hay que tener en cuenta que antes las hermandades eran algunas gremiales, es decir, colectivos. El de Vera Cruz lo formaba gente del Ayuntamiento y en nuestro caso era el de la banca”, explica.
“Allí ni había hermanos ni era nada. Se reunían en la cafetería La Campana en la calle Real. Se preguntaba ‘¿qué vamos a hacer este año?’; ‘¿tú cuándo puedes poner?’; ‘Yo puedo poner dos mil pesetas’ o ‘vamos a ir a fulanito que pone el dos”.
“A nuestro paso lo llamaban ‘la Interflora’ porque quien lo llevaba aquel entonces era propietario de la floristería. Todas las que sobraban los las endiñaban a nosotros que éramos los últimos en salir”, menciona.
Peso militar en la Semana Santa
Las fuerzas castrenses ejercían un papel esencial en su puesta en marcha. De hecho, Galindo recuerda que gran parte de las hermandades cuando hubo costaleros, estos eran militares.
Ayudaban en algunas tareas o eran los que amenizaban con su música los itinerarios. “Los penitentes eran legionarios. ¿Por qué lo sabíamos? Por el calzado que llevaban”, concreta. Tiene imágenes grabadas en su mente de cómo colaboraban soldados de Regulares a preparar el paso.
Eran también los que acompañaban con melodías los recorridos, aunque estas tenían un tono distinto. “Las bandas no venían como ahora ni contábamos con tres agrupaciones de la ciudad. Nos acompañan el Ejército. La música era a base de tambor”, traslada “Hay que agradecerle al Ejército que hoy tengamos Semana Santa”, incide.
“Me viene a la memoria cuando salía desde aquí la banda a caballo, que antes era el parque de artillería. Yo los veía en Teniente Ruiz y me daba miedo porque se resbalaban. Era un espectáculo verlos con tantas trompetas. Eso ya se ha perdido”.
Las procesiones y la Semana Santa
Las rutas marcadas por las calles presentaban leves variaciones, pero no en lo que se refiere a los puntos a visitar. Más bien se abordaba con otro carácter. “Casi todas las hermandades tenían lo que denominábamos ‘parada y fonda’”, cuenta Blanes.
“Por ejemplo. Nosotros nos íbamos al bar Niza que estaba en la Plaza de los Reyes. Todos dejaban las varas y los trozos de vela que estaban en un palo y luego nos dirigíamos al local. Nos cargábamos un bocadillo, una Coca-cola o una cerveza antes de acabar la estación de penitencia”.
De hecho, por situaciones semejantes, no era extraño que en esa época el Consejo multara a las cofradías con sanciones económicas. “Si alguien venía con zapatos blancos, se anotaba. Si un cortejo llegaba a Hadú y los nazarenos estaban cansados y se sentaban al suelo, también se tomaba nota de eso como una falta. Hasta sacaban fotografías. Después, la entidad lo estudiaba y determinaba si había o no penalización”.
Otra de las curiosidades que Galindo narra es cómo era habitual que los españoles que vivían en Marruecos durante la época del Protectorado viajaban hasta Ceuta para disfrutar de su Semana Santa.
Nostalgia de la Semana Santa de antes
Consideran que todo ha ido a mejor con el paso de las décadas y agradecen la evolución que ha encarnado esta festividad, aunque, como es evidente, su pasado siempre estará con ellos.
Lo que más nostalgia les produce en relación a esos años vividos de primavera en procesión son aquellos que ya dejaron el camino. Nombres y apellidos que llevan consigo a pesar de que su ausencia es más que patente.
“Cuando empecé como hermano mayor en Vera Cruz, muchas personas me ayudaron y me aportaron, pero, especialmente uno que ya no está, que fue hermano mayor del Valle. Le tengo un cariño especial a Joaquín Lozano. Era una persona increíble, cristiana, humana y con un gran corazón”, remarca Rodríguez.
Galindo no puede decir. Son tantos ceutíes a los que citaría que no quiere dejarse a ninguno en el tintero. “Me gustaba hablar mucho con Pepe Remigio. Para mí ese hombre fue un adelantado a su tiempo. Él puso costaleros cuando los pasos iban a ruedas. Compró buenas imágenes porque sabía de ello y de bordado”, detalla. “También con Pepe Cerón. Me reía con él porque le encantaban las bromas. Él peleó mucho por la Semana Santa de Ceuta”.
Blanes estuvo fuera por su carrera militar y cuando volvió con quien más arropado se sintió fue también con Joaquín. “Fue el que me metió de nuevo en las cofradías”, subraya. “Está también Quino Curado, un capataz que no veas tú. Ponía vigas de tren a los costaleros y los mandaba a dar vueltas al campo”, señala, entre risas. “Recuerdo también a Pepe Durán. Uno de sus últimos trabajos fue nuestro ‘bacalao’. Lo echo mucho de menos. Introdujo bordado del bueno en Ceuta”, cuenta.
Aprovecho esta página, para recordar, a Concepción De la Torre De la Torre que cosía y reparaba los trajes de penitentes de las Hermandades del Ayuntamiento por aquellos tiempos y banderas de España y de nuestra Ciudad, así como diversos arreglos, estos encargos se los hacía el Sr. Bollit. A Concha nunca se le reconoció su labor!