La apropiación economicista del término riqueza es un gran indicador de los valores sobre los que pivota nuestra sociedad occidental. Mucho de nuestro tiempo gira alrededor de la consecución económica y, mientras tanto, se nos escapan las posibilidades de crecer como seres humanos. Si, para mantener todo el desarrollo económico, es necesario todavía una mayor autodestrucción de lo humano o, lo que es mucho peor, su reducción y metamorfosis en un simple servidor del poder económico, parecerá que no se podrá albergar esperanza en el futuro de nuestra especie. Esta lucha tecnológicamente alocada por mantener una absurda e inviable sociedad sobredimensionada está alcanzando las proyecciones de H.G. Wells sobre el futuro de nuestra especie. Los deseados recursos no renovables, que mantienen en gran medida la algarabía economicista, nos llevarán si es preciso a buscar materiales en otros planetas. De hecho, la carrera de las nuevas fuentes de recursos mineros ha comenzado, pues la búsqueda de nuevos recursos siempre ha sido el motor de la carrera espacial. En su obra sobre la máquina del tiempo el genial escritor inglés ya revelaba las intenciones del ser humano del futuro con respecto a la luna.
Pasear, andar, nadar o montar en la inocua bicicleta (una máquina hecha a la medida del ser humano) ya no basta a muchas mentalidades metalizadas o siliconizadas como las propias máquinas. Estas nuevas mentes post-históricas necesitan más adrenalina de la cuenta y, por esto, se desarrollan algunos deportes absurdos que ponen la vida del practicante en juego y producen multitud de lesiones. En muchas culturas se han practicado y se continúan practicando rituales dónde se arriesga la vida del participante pero son ceremonias muy relacionadas con las transformaciones físicas y espirituales a través del tiempo y están muy contextualizadas en un entorno natural. No obstante, autores entre los que destacamos a Lewis Munford han puesto de manifiesto ciertas desviaciones obsesivas en los rituales propias de una especie con problemas psíquicos. Los morlocs de la obra de Wells se presentan como una consecuencia inevitable de la especie humana, el sendero de destrucción y refundación parece claramente marcado por el escritor de ciencia ficción y puede que sea un destino inexorable de nuestra joven y atribulada especie, que ha estado apegada a la naturaleza en un principio y demasiado alejada de ella en estos tiempos que nos han tocado vivir. Resistir en la humanidad y la emotividad es lo más importante que nos queda. Ernesto Sábato lo ha expresado con mucha claridad en su obra “La Resistencia”, donde la recuperación de la verdadera riqueza humana es el mensaje principal de la obra del gran pensador literario. Que el dinero y las riquezas materiales no dan la felicidad es de Perogrullo y la mayoría de los seres humanos, por no decir todos, incluso los más obsesionados con el consumo y la acumulación de banalidades, lo llevan en su interior. Por lo tanto, creemos que ya basta de identificar dinero con riqueza. La riqueza es una palabra demasiado importante y bien sonante para reducirla a tan poco. La riqueza colectiva sería algo parecido a la salud social y al concepto de humanidad saludable. Según este argumento, para estar saludables es muy necesario encauzar nuestras actitudes personales hacia consecuciones imbricadas con nuestra naturaleza humana. De esta manera, la prosperidad material no puede ni debe identificarse con lo saludable pero si que debemos estar bien alertas para ir desgranando el término en base a nuestras propias experiencias vitales y a la relación que mantenemos con los otros y con el entorno. En un reciente artículo de opinión publicado por tres destacados especialistas españoles en Salud Pública, se indica la necesidad de implicarse activamente en las políticas ambientales, laborales y sociales para mejora la salud de la población. Muchos médicos, algunos a los que también conozco personalmente, no cesan de indicar a las cuestiones ambiental y socioeconómica como las responsables del gran deterioro de la salud en nuestras sociedades. En el mismo artículo citado anteriormente también se indica que la formación de los ciudadanos con madurez democrática, capacidad crítica y participativa otorga un potencial de salud a largo plazo, de magnitud superior a cualquier otra iniciativa. Lo que viene a indicar que el refinamiento en los comportamientos es la saludable meta que nos reencontrará con el lugar equilibrado del que no podemos salirnos. La conversión en bestias wellsianas se produce cuando nos salimos del lugar que nos corresponde y nos comportamos como meros simiones sedientos de consumo y prosperidad material. Me resulta sorprendente y a la vez patético por lo que dice de todos nosotros como sociedad, que no se escuche a los médicos y sus comentarios sobre salud pública. Qué y cómo nos alimentamos, cómo nos relacionamos y atendemos a nuestro propio cuerpo, cómo nos relacionamos con el entorno, qué leemos y cómo nos cultivamos en las artes y en el conocimiento, qué tipo de pensamiento desarrollamos y sobre todo cómo nos relacionamos con los demás miembros de nuestra sociedad. La unión de la cultura y el conocimiento es, en palabras de Amín Chachoo (un musicólogo tetuaní que ha escrito un libro revelador y revolucionario sobre el origen de la música andalusí), una forma de acercarse al refinamiento. Lo andalusí, que no lo andaluz, es por tanto refinamiento, que no debe confundirse con lo sofisticado. Una persona puede ser muy sofisticada por su educación y tener un espíritu moralmente bajuno, capaz de cometer todas las tropelías por acumular bienes materiales. Lo andalusí por tanto, visto desde este punto de vista, es lo opuesto al decadente físico, mental y espiritual. Una buena educación según los expertos en salud pública es un buen escudo contra la decadencia física y moral. No precisamente se está refiriendo al consumo compulsivo, la autoadoración corporal gimnástica y los gastos suntuosos en “retoques” para parecer una especie de mutante de la obra de Wells.
¿Podremos, desde nuestra pequeña y marinera Ceuta, conseguir un refinamiento colectivo que nos acerque a lo andalusí en los términos aquí expresado?, Ciertamente, mucho camino tendremos que recorrer todos, y nosotros los primeros, en el camino de domeñar el ego y ser más seres humanos.
Los librepensadores con cierta autonomía de acción deben contribuir a la causa común en beneficio de todos. Se podría hablar de una nueva forma de masonería pero sin elitismos separatistas que frivolice el fin común y termine convirtiéndose en velada de ricos ociosos con ganas de pegarse el pisto social para hacer más negocios, es decir, una reunión de sofisticados, sin refinamiento interior. No, lo andalusí más se parecería a los que sirven a las causas justas y no desean ganar más dinero, aquellos que están con los más débiles y los ayudan y también con los que intentan aportar sus conocimientos y la divulgación de los mismos entre sus conciudadanos. El refinamiento social es, por desgracia, un proceso largo y vital que necesita de tiempo y de cultivo por parte no solo del individuo sino de toda la sociedad en su conjunto. Pero como todo lo que merece la pena, el fruto que produce es único y su sabor no lo iguala nada que se pueda adquirir con dinero. Con la crisis del dinero se pueden desempolvar cosas de gran valor colectivo y que constituyen la verdadera riqueza colectiva. Desviar fondos públicos a la cuestión cultural y ambiental es desarrollar otra forma de enfrentar el problema de la crisis y bien ejecutado puede abrir nuevas posibilidades de futuro. Vivir con menos riqueza material se hace necesario para que se produzca el hallazgo, prácticamente arqueológico de las cuestiones valiosas para todos.
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