No hace muchos días que terminó la obra de restauración de la Torre de San Miguel, esa que hunde su base en la playa de La Ribera (aprovecho para recordar la falta del artículo determinado en el letrero corpóreo de la playa, por muy modernos que se pongan con Chorrillo y Ribera). A ojos vista ha quedado bastante bien, ya quisiéramos que ese cuido se fuera extendiendo a otros paños de muralla, así como al resto de construcciones históricas de la ciudad, pues los bienes patrimoniales de este tipo son nuestro más preciado tesoro. Y algo así deben haber pensado los responsables del patrimonio local, pues al mismo tiempo se está actuando sobre la Coraza Alta de las Murallas Reales (en Martínez Catena), aunque por el apeo que tiene en su caballero (coronación del baluarte) más pareciera labor de urgencia ante movimientos del muro que un decidido programa de mantenimiento y restauración general.
Sabemos que mantener es caro, pero reconstruir y restaurar es más caro todavía. Si hay un gasto fácil de justificar ante los ciudadanos son los de este tipo, priorizando claro está los de sanidad, sociales y educación. El ciudadano ve lo que se hace y el porqué se hace, y asume la salvaguarda y mantenimiento de “su patrimonio” como algo necesario, tanto por la importancia histórica que sabe que tiene cómo por servirle de reafirmación de su identidad como ceutí, así como por los frutos que de ello se pueden derivar. Hasta ahora, las actuaciones sobre las murallas (merinidas, califales o reales), los fuertes, baterías, torres y torreones, almacenes, galerías, basílica y ese sin fin de construcciones que tienen la consideración de BIC en la ciudad (bienes de interés cultural) se han mostrado como trabajos deslavazados sobre estas perlas del joyero de nuestro patrimonio, ya que ninguna institución (del Estado o de la Ciudad) se ha atrevido todavía -que yo sepa- a presentar un proyecto general de mantenimiento; es decir, a considerar como un todo y en todo tiempo nuestros bienes como objeto de cuidado, actualización y proyección de futuro. Así que, bien haya sido por desidia de políticos o empleados públicos que tengan relación con estos asuntos, bien por sus incompetencias, o por falta de cariño, de interés hacia nuestro entorno urbano o por pereza institucional en la búsqueda de fondos para estas cuestiones o, sencillamente, porque están a otros asuntos que les parecen más perentorios, el caso es que queda mucho por hacer. Aunque dinero hay, échenle una miradita a la relación de entidades subvencionadas en 2025, alguna tiene como único mérito y función social montar en moto y ser amigos de algún político, claro, verán que de este estilo hay unas cuantas
Si sólo fuera esto podíamos aviarnos … pero no, es peor, porque algunos con consentimiento y/o dejación/participación de las instituciones se han atrevido a su expolio: bien sea para su particular lucro, bien para disfrute de las entidades que gestionan (sean deportivas, culturales o religiosas), bien para intereses espurios de grupos de poder disfrazándolos de modernidad.
Del primer tramo tenemos, por ejemplo, la zona lúdica del entorno de Plaza de Armas de las Murallas Reales, como la Contraguardia de San Javier y la plaza de Santiago, convertido en bares que abren muros, modifican espacios o toman al asalto de comanda sus explanadas con tenderetes que harían sonrojar a la Consejería de Cultura más lerda de cualquier ciudad de España.
Del segundo tramo, como ejemplo, tenemos la construcción del Club Natación Caballa sobre el Espigón de La Ribera, muralla que iba desde la Coraza Alta hasta adentrase en el mar, interrumpida en parte en su día para el paso de la nueva carretera de entrada a la ciudad ¿Cuándo se recuperará el espigón de tal atentado contra el patrimonio? Tenemos el antecedente del CAS y al final se hizo lo que procedía y se recuperó la visión de esa zona norte de la ciudad, así que ya va siendo hora de recuperar este bien para disfrute de todos en la zona sur.
Del tercer y último tramo, como ejemplo, tendríamos el Cuartel del Revellín, desaparecido para reconvertirlo en la manzana blanca del Revellín (¿envenenada y podrida?), obra que se cepilló una edificación de los siglos XVII-XVIII y levantó lo que hoy (para mí) es el adefesio cívico-cultural más caro e inútil de la historia de Ceuta. Y digo adefesio porque reúne tres de sus acepciones aplicadas al conjunto: despropósito, extravagancia y disparate. «Caro» va de suyo por el autor y porque se levantó como si de un bunker se tratara, lo que no tuvo que resultar nada barato, aún estamos esperando que alguien diga lo que nos costó o nos está costando; «despropósito», porque la razón me dice que lo que se construyó aquí se podía haber hecho en adaptación en el mismo lugar, incluso de forma novedosa u original como se hizo en el Revellín de San Pablo; «disparate», porque se distorsionó la realidad creando una necesidad donde no la había, ya que en aquel tiempo eran posibles otras soluciones de conjunto como el cine Cervantes o el Terramar, pero claro, no iban a ser “tan participadas”.
Cuando miro a mi alrededor, desde dentro de la plaza Nelson Mandela (anda que no hay personas importantes en nuestra historia para tener que ir a Sudáfrica) veo una gran plaza donde a diario están a pelotazos cuando no paseando perros y lo que ello conlleva. Recorro con la vista y veo un local para la Asociación de Vecinos del Centro, que ya me contarán cuál es su necesaria utilidad pública en tal sitio más allá del tapeo de cruces de mayo u otro que encarte, vaya lujo para una asociación de vecinos y vaya pobreza para el pretendido “entorno cultural”, ¿a ver que político/a intercedió para tal cesión de uso?; veo también el callejón de las meadas y otro de acceso a la parte baja del auditorio que fue el de las cagadas hasta que se cerró con cancela (¡anda que no chirría a la vista!); veo también una entrada angosta al auditorio que bien parece que se les olvidó hacerla en su momento; y veo todo un frente sin ocupar en plan soportal obscuro y por último la trasera del único local ocupado de iniciativa privada… En fin, una sensación de estar entre paredes blancas sin sentido y sin espíritu alguno, sin identidad de ciudad ni ligazón con ella. Salvando las distancias (mucha distancia) me recordó por fuera el Centro Niemeyer en Avilés, que allí tuvo sentido porque se alejó de la ciudad; para mí que este tipo de obras es imposible integrarlas dentro del casco urbano, pero bueno, aquí somos así. Recuerdo una conversación entre un político local y Siza, en que el primero le pedía poner dos arboles en la jardinera de la escalinata de una de las salidas, para darle algo de “naturaleza” al lugar le dijo, lo que este no consintió en principio accediendo por fin a dejar poner un arbolito tieso como un fideo (puro minimalismo arbóreo), porque como dijo: «ese es el punto de fuga de la obra» ... mire don Álvaro (a los genios hay que darles don) para mí la única fuga es la de mi vista entre los setos que actualmente hay en la jardinera (y no quería arbolitos) y que termina como mucho en el banco Santander que está en la otra esquina de la calle. Los genios son así y todo el mundo boca abajo, que para eso convenció a nuestros políticos con los cubitos de cartón el día que presentó el proyecto urbanístico mas costoso de la historia de Ceuta… por ahora, que para estas cosas siempre estamos dispuestos a superarnos.
En fin, que tenemos un patrimonio maravilloso, como se dice ahora. De él, gran parte es fruto de su pasado militar defensivo y de control de la navegación por el mar que nos circunda, y estamos obligados a ponerlo en valor en su conjunto cuanto antes, creando, si fuera necesario, un órgano administrativo, patronazgo u otro que fuere que, de forma específica, se ocupe de él.
Haciendo un sesgo del patrimonio en referencia a las instalaciones militares y para saber lo que nos estamos perdiendo, entre otras muchas publicaciones sugiero leer el libro «La Artillería de Costa en Ceuta, Origen y Evolución», de J. J. Contreras Garrido, para mí el libro más importante (hasta ahora) en el estudio de las instalaciones defensivas artilladas de la ciudad. Como hijo de artillero las he visitado de la mano de mi padre en numerosas ocasiones, primero jugando en ellas en mis años infantiles, y ya de mozalbete atento a sus explicaciones, impresionado siempre por sus historias y consciente de la importancia que esos lugares tuvieron para la supervivencia de la población ceutí y en la permanencia de este territorio como real adelantamiento que fue de la corona española.