Ochenta euros. Ese es el precio de una eco y una consulta especializada en cardiología en El Congo. Un tercio del sueldo medio de los congoleños. Es también el motivo por el que el facultativo de Ceuta Francisco García Lanzas, comenzó hace dos semanas un viaje a este país africano. Su propósito es, en mes y medio, enseñar a médicos que no son cardiólogos a interpretar ecos y electros entre otras funciones con la finalidad que más personas puedan acceder a la sanidad.
Lanzas está encargado de tres grupos de médicos de un centro de salud y un hospital de la zona, cada uno de ellos formado por entre dos y tres médicos. Este sábado incluso impartirá un pequeño taller a veinte personas. La situación sanitaria de esta ciudad no es muy halagüeña. Solo hay unos 30 cardiólogos para una población de 20 millones. Muchas de estas personas si enferman y no cuentan con una fuente de ingresos considerable no pueden permitirse acudir a un especialista.
Es este el motivo que ha llevado al cardiólogo y a este grupo de facultativos congoleños a formalizar esta formación. De hecho, Lanzas siempre trata de preparar estas misiones con un año de antelación, siempre y cuando los médicos de los países de destino estén de acuerdo con ello.
Asegura que es importante evitar “forzar una necesidad” ya que el objetivo es enseñar conocimientos que sean requeridos para que “sean capaces de formar y sean autónomos una vez que me vaya”, expresa. Sin embargo, aunque sea temporal, Lanzas siempre está dispuesto a dar una segunda opinión a estos médicos con los que ha trabajado en estas misiones desde la distancia. “Si no se da continuidad a este aprendizaje, no sirve de nada. Mejor no hacer nada”, apostilla. El cardiólogo lleva tan solo dos semanas en Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo. Una ciudad que dibuja en sus palabras como “caótica”.
Vive a las afueras y llegar a los centros de salud en los que imparte sus enseñanzas le supone cuatro horas, una situación que se debe en parte a la ausencia de transporte público. Estará mes y medio allí con otros compañeros de profesión y, en unos meses, octubre, en la isla de Tonga con la finalidad de formar a más facultativos.
Lanzas no se considera “un salvador”. Dejó atrás hace tiempo esa postura. Considera que es él quien recibe más de lo que da en estas experiencias. Confiesa que, en sus primeras veces, sentía una especie de “pena” por la imagen externa que le ofrecía África. Sin embargo, asegura que tener un coche o ciertas comodidades no tiene nada que ver con otras posesiones, en concreto, los valores. Aspectos que considera que en Occidente “hemos perdido”.
De hecho, está convencido de que “la gente con la que estoy y he estado tienen más dignidad y educación que yo”, señala. Toda una lección de humildad y de vida. Se trata de un país “con un gran potencial por sus recursos”, castigado, por el contexto social y político. Esta situación también trasciende de los propios sanitarios que ven cómo carecen de herramientas en cuanto a su formación. Lanzas explica que no cuentan con conferencias o congresos como en España. El objetivo del cardiólogo no es solo hacer esta especie de curso con ellos. Tiene la intención de traer a estos facultativos a Ceuta para añadir un complemento más a su aprendizaje.
“Uno se cree superior”, comenta. “Una idea falsa y estúpida”. Así describe sus inicios, un pensamiento que ya le resulta lejano y que es incapaz de tener en el presente. La primera vez fue hace 16 años en Camerún. Desde aquel momento ha recorrido varios países como Guinea Bissau, Ruanda o Sierra Leona. “No soy un salvador ni un mesías”, resalta. Lanzas se adapta a la vida y al ritmo de trabajo en señal de respeto a las personas con las que comparte su tiempo. Incluso, durante la narración de su experiencia a través del teléfono, se le escucha pronunciar palabras en lingala, el idioma más extendido entre los congoleños, aunque la lengua vehicular sea el francés.
Lanzas también se amolda al modo de trabajar, una forma de atender a los pacientes que también le ha aportado a nivel profesional. El cardiólogo asegura que, en sus primeras experiencias, le costaba trabajar del modo en el que lo hacen en los países que ha visitado.
“He aprendido a trabajar de forma muy digna y con muy pocos recursos”, apostilla. Cuenta cómo sus compañeros se enfrentan a constantes problemas personales y cómo logran avanzar día a día a pesar de estas incidencias, lo que le produce una especie de efecto de catarsis y, también, a tomarse la vida de otro modo.
Lanzas asegura que su única respuesta a su decisión de realizar estas misiones es otra pregunta. “¿Cómo no hacerlo?”. Este cardiólogo confiesa que, en parte, la razón de sus viajes es por él mismo y una excusa a través de su profesión de enriquecerse a nivel personal y profesional. Conoce de la mano e la cardiología nuevas formas de ver la vida y, también, en cierto modo, a relativizar los problemas del día a día. De hecho, asegura que esta primera experiencia en el Congo es muy positiva y que sus compañeros son “esponjas” y “médicos con 30 o 40 años, muy comprometidos y proactivos”.
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