Malo o pésimo. Son las dos posibilidades que predominan en el estado de conservación del patrimonio defensivo en Ceuta. Es la conclusión a la que han llegado los arquitectos de la Escuela Técnica Superior de Sevilla Ramón Queiro y José Francisco Montes tras su diagnosis.
Ambos expertos también destacan el hecho de que, en la mayoría de los casos analizados, el reconocimiento como Bien de Interés Cultural es bajo o nulo. La evaluación, publicada en el número nueve de la revista Transfretana, toma por objeto de estudio a 35 fortalezas, baterías y otros inmuebles con un valor histórico.
Divididos en tres sectores, según la zona en la que se encuentran, la exhaustiva indagación también remarca cuál es el grado de gravedad de los daños que presentan y el nivel de prioridad de tratamiento. Los que peores condiciones de preservación reflejan son cinco, en concreto, el castillo de San Amaro y la batería, la de Valdeaguas, la de Fuente Caballos junto a la puerta, el garitón de las cuevas y el fuerte del Sarchal.
La otra cara de la moneda en el patrimonio, es decir, los que poseen una buena circunstancia en este sentido son ocho, específicamente, el lienzo de muralla con torreones del frente norte, el de la Almina, el semibaluarte de San Sebastián, la batería de San Pedro el Bajo, la de Abastos, los baños árabes, las murallas reales y el edificio número 30 del Revellín, que es usado como sala de exposiciones.
Mal estado
El grueso del listado obtiene el suspenso. Doce elementos están marcados en la casilla de “en mal estado”. El lienzo de la muralla norte, el fortín y la batería del quemadero, los restos de la puerta del muelle de San Pedro, la muralla en la cortadura del Valle, el muro de Pozo del Rayo, la batería nueva, torre Mendizábal, la de Piniers, la de Isabel II, la de Yebel Anyera, la de Aranguren y el muro suroeste de la Almina.
Diecisiete requieren de un cambio o de acciones para salir de un contexto poco favorable. Ello supone el 49% de las estructuras que toman parte de esta prueba realizada por Queiro y Montes.
No llegan a ese límite la puerta de San Amaro, la muralla y puerta del boquete de la sardina, la cortina de muralla de la Brecha, el fuerte del Príncipe y la torre de san Francisco de Asís. Están dentro de la categoría “regular”.
Solo varios de los evaluados no cuentan con una categoría clara definida. A esta enumeración de indecisos dentro del patrimonio ceutí se unen el fortín y la batería de Punta Almina, ya que no se esclarece con rotundidad en qué punto están. Los restos del baluarte de San Francisco también forman parte de este grupo. Se reseñan perjuicios, pero no se determina tampoco. La torre de San Miguel también al estar inmersa en un proceso de rehabilitación.
El portillo de Fuentecubierta, está en este supuesto debido a “la imposibilidad de acceso al BIC”, lo que ha impedido hacer su estudio patológico. La batería del rastillo nuevo completa este apartado y entra al mismo por no estar delimitados sus vestigios propios de forma clara. Es por ello por lo que los arquitectos proponen “realizar un análisis pertinente para aclarar esta situación y a partir de ahí hacer la evaluación”.
Almina y San Francisco
Los dos expertos indican cuáles son los defectos que sufren tanto la batería y el fortín de Punta Almina como los restos del baluarte del San Francisco, dos inmuebles de los que no han aportado una conclusión como tal.
Los primeros citados cuentan con las fábricas de cerámica parcialmente destruidas. Presentan pérdidas parciales de revestimiento, humedades en los interiores, un acceso difícil, vegetación parásita “constante” o pintadas vandálicas en varios puntos del conjunto, entre otros aspectos.
El segundo está sometido a una afección predominante, en detalla, el ensuciamiento generalizado en el paño. Las malas hierbas también campan a sus anchas y existen “líneas de instalaciones que dificultan el reconocimiento del bien”, inciden. Las humedades también son una amenaza.
Gravedad
El estudio mide también la gravedad de las patologías y la prioridad de tratamiento en el patrimonio. Los elementos que peores resultados sacan son la torre Isabel II, la de Yebel Anyera, la de Aranguren, Piniers y las murallas reales, en este caso, en relación a la necesidad de una puesta en marcha de una limpieza y mantenimiento “constante” al ser considerado “el único medio para asegurar la vida correcta del mismo”.
Previo a esta valoración, la revista registra cuáles son las actuaciones precisas a ejecutar. El que requiere de una medida rápida es el garitón y cuerpo de la guardia de las cuevas, del que se solicita una intervención de urgencia ya que parte de su estructura está eliminada.
Piden rehabilitaciones en varios de ellos. El castillo y la batería de San Amaro deben ser sometidos a esta reforma de manera “integral”, lo que debe incluir la ordenación urbana perimetral y la eliminación de edificios adosados. Proponen un uso cultural para este.
Reformas
La batería de Valdeaguas también entra dentro de esta petición. Sugieren que sea empleado de nuevo como un centro de interpretación de fortificaciones del Hacho. El fortín y la batería de Punta Almina deben pasar por esta transformación, un cambio que debe reorganizar los espacios anexos.
El fuerte del Sarchal, la torre de Mendizábal, la de Piniés, la de Isabel II, la de Yebes Anyera y la de Aranguren son parte de este listado. Se suman la batería y la puerta de Fuente Caballos, que a su vez necesidad de la expropiación de las viviendas ligadas a ellas. La batería nueva más que una remodelación, tiene que pasar por la recomposición de las piezas perdidas.
Los arquitectos hacen hincapié en que el resultado del estudio “en una ciudad con un riquísimo patrimonio no se puede permitir” y alegan que “mal sobrevive en un inadecuado mantenimiento en el mejor de los casos o se encuentra abandonado a merced de las inclemencias climatológicas o las ocupaciones ilegales”.
Ambos recalcan que debe darse un “cambio de rumbo en las estrategias de las políticas de conservación” con la finalidad de revertir este escenario. “La revisión y adaptación del Plan General de Ordenación Urbana establece como objetivos en relación con la protección de estos elementos”, razón por la que estiman que “es un momento idóneo” para apostar por la salvaguarda de este legado histórico.
Paseando por el campo, me encontré con una edificación en ruinas. Me llamó la atención porque tenía elementos arquitectónicos singulares, no parecía la típica choza abandonada. Nos encontramos con otros senderistas, uno de los cuales se puso a mear contra uno de los muros del edificio. Cuando llegué a casa busqué el edificio en Google Maps y descubrí que es un edificio catalogado como BIC, construido entre los siglos VIII y XV. Qué pena y qué vergüenza tener un BIC abandonado así, totalmente desprotegido, hasta el punto de que cualquiera puede mear en su fachada. Menos mal que estos arquitectos no pasaron por ahí, ¡qué bochorno! Se trata de la Torre de la Alquería, de Fuente la Higuera.
Si el Ayto se ve incapaz de mantener este patrimonio, lo mismo no es descabellado recurrir a la iniciativa privada como ya se ha hecho en alguna comunidad autónoma. Creo que es mejor eso que dejar que se caiga a pedazos...