El 15 de octubre de 1977 se promulgó la Ley de Amnistía que significaba la renuncia a la venganza. Fue un pacto tácito de silencio y de olvido. El compromiso de no hacer ninguna instrumentalización política del pasado. Recibió el apoyo de la mayor parte de la clase política, pese a que “…para grandes sectores de la población, los recuerdos de la Guerra Civil y de la terrible represión ejercida desde los primeros momentos de esta seguían presentes, pero se aceptaba que la salud de la democracia exigía un extremado cuidado para evitar que se abrieran viejas heridas…Un pilar de la democracia actual ha sido el llamado -pacto del olvido-. La transición a la democracia sin otro conflicto civil fue posible gracias a una negociación entre los elementos más progresistas de la dictadura y la oposición democrática de izquierdas…” (Paul Preston en El Gran Manipulador).
La Ley 46/1977, de 15 de octubre, de Amnistía, publicada en el BOE de 17 de octubre de ese año, establecía la amnistía para todos los actos de intencionalidad política considerados delitos por la legislación ejecutados hasta el 15 de junio de 1977, fecha de celebración de las primeras elecciones democráticas, tras cuarenta años de dictadura. Quedaban así amnistiadas las autoridades, funcionarios y agentes del orden que hubieran cometido delitos o faltas durante la persecución de actos políticos o que hubieran violado los derechos contra las personas. No fue una autoamnistía de la propia dictadura, sino la primera ley aprobada por las Cortes democráticas salidas de las elecciones de junio de 1977, a iniciativa de los grupos políticos que procedían del antifranquismo. Se impuso el deseo colectivo de garantizar la restauración y la posterior consolidación de la democracia, renunciando a la venganza.
"Todo este ruido está siendo acompañado por vergonzosas proclamas de jueces, que salen de sus despachos ataviados con sus togas, para manifestarse de forma patética, y sospechosamente parcial, en reclamación del respeto a la separación de poderes, justamente cuando el poder legislativo ha cumplido con su cometido, que es dar la confianza al candidato a la presidencia del gobierno que más apoyos ha tenido entre los parlamentarios democráticamente elegidos"
Están documentadas las atrocidades cometidas por Franco y su ejército golpista durante la Guerra Civil española. También está documentada la indiferencia de Franco hacia la pérdida de vidas humanas, así como su deseo de “realizar la tarea, necesariamente lenta, de una ocupación progresiva ligada a una redención moral para limpiar en las zonas rurales toda raíz izquierdista o anarquista”. Según Paul Preston, la clase de redención moral que tenía en mente se traslucía en las matanzas que siguieron a la conquista de Badajoz en agosto de 1936 y de Málaga en febrero de 1937. “Para Franco, redención significaba sangrientas depuraciones políticas que continuarían mucho después de ganada la guerra…”. De esta forma se garantizaba que no hubiese vuelta atrás, no solo mediante la eliminación física de miles de liberales e izquierdistas, sino también aterrorizando de manera duradera a los demás para que lo apoyaran políticamente o se mostraran, al menos, apáticos.
"Cuando estoy terminando de redactar este artículo conozco la noticia difundida de que un grupo de medio centenar de militares franquistas retirados piden al Ejército que destituya al presidente del Gobierno"
Además, sus ideas respecto a la amnistía o la reconciliación con los vencidos, los dejó claros en su mensaje de fin de año del 31 de diciembre de 1939: “Necesitamos una España unida. Es preciso liquidar los odios y pasiones de nuestra pasada guerra, pero no al estilo liberal, con sus monstruosas y suicidas amnistías, que encierran más de estafa que de perdón, sino por la redención de la pena por el trabajo, con el arrepentimiento y con la penitencia, quien otra cosa piense, o peca de inconciencia o de traición. Son tantos los daños ocasionados a la Patria, tan graves los estragos causados en las familias y en la moral, tantas las víctimas que demandan justicia, que ningún español honrado, ningún ser consciente puede apartarse de estos penosos deberes.”.
Cuando estoy terminando de redactar este artículo conozco la noticia difundida de que un grupo de medio centenar de militares franquistas retirados piden al Ejército que destituya al presidente del Gobierno. La Asociación de Militares Españoles (AME), la misma que promovió un manifiesto apologético de Franco que justificaba el alzamiento militar del 18 de julio de 1936, ha difundido ahora el escrito en el que piden a sus compañeros en activo de las Fuerzas Armadas que destituyan al presidente del Gobierno Pedro Sánchez.
Todo este ruido está siendo acompañado por vergonzosas proclamas de jueces, que salen de sus despachos ataviados con sus togas, para manifestarse de forma patética, y sospechosamente parcial, en reclamación del respeto a la separación de poderes, justamente cuando el poder legislativo ha cumplido con su cometido, que es dar la confianza al candidato a la presidencia del gobierno que más apoyos ha tenido entre los parlamentarios democráticamente elegidos.
Pero también se acompaña de algaradas callejeras a las puertas de las sedes socialistas de toda España, auspiciadas y alentadas por los políticos de la extrema derecha de VOX, con el silencio cómplice del PP, un partido que es sucesor de la Alianza Popular, fundada por un exministro franquista, Manuel Fraga, que rechazó la Constitución de 1978. Algaradas callejeras que fueron precedidas de graves insultos y acusaciones al presidente legítimo Pedro Sánchez, durante la sesión de investidura de esta semana por parte de estos herederos del franquismo.
Como nos recuerda Paul Presto en su magnífico libro El Gran Manipulador, parafraseando al historiador Gabriel Cardona: “La Guerra Civil ya es historia, pero muchas de sus grandes cuestiones aletean todavía en nuestro entorno como sombras maléficas. La peor herencia de las guerras civiles es el odio y, aunque para la mayoría de los españoles, todo es agua pasada, todavía subsiste una minoría empecinada en revivir las antiguas maldiciones”.
Aunque por mucha ciudadanía de buena voluntad aún no se visualice con nitidez, el proyecto de Ley de Amnistía presentado por el Partido Socialista en estos días y la confianza otorgada por las Cortes al candidato socialista, Pedro Sánchez, son el camino más seguro hacia la definitiva reconciliación del pueblo español.