Se acaba de declarar emergencia hídrica en Cataluña, y si no llueve, pronto se declarará en otras comunidades. Posiblemente Andalucía será la siguiente. La razón es que cuarenta meses sin precipitaciones han agotado las reservas de los pantanos y los acuíferos. Esta situación va a afectar al 80% de la población catalana, seis millones de personas. En esta situación no se podrá gastar más de 200 litros de agua por habitante y día, ni se podrán regar jardines, lavar coches, limpiar calles o llenar piscinas. Y la agricultura deberá restringir un 80% el uso del agua, la ganadería, un 50% y la industria, un 25%.
En una entrevista de hace unas semanas, la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, nos decía que los usuarios que se abastecen de la Cuenca del Guadalquivir tenían asegurado el abastecimiento doméstico durante dos o tres años más, gracias a las medidas anticipadas por el Ejecutivo central y a las sucesivas inversiones en esa demarcación. Sin embargo, manifestó que no podía garantizar este abastecimiento a las poblaciones andaluzas cuya gestión depende directamente de la Junta de Andalucía; como es el caso del Bajo Almanzora en Almería o las desaladoras de la Axarquía malagueña.
Aunque desde el gobierno central se acaban de aprobar 2.200 millones euros de ayudas para combatir la sequía, especialmente poniendo el foco en agricultores y ganaderos, también destinan 1.400 millones de euros para construir nuevas infraestructuras, como plantas desalinizadoras, sistemas de reutilización de aguas urbanas o ejecución de nuevos trasvases para aliviar la presión sobre los acuíferos del Parque Nacional de Doñana. Sin embargo, los científicos advierten de que estas medidas paliativas son insuficientes, pues el verdadero problema está en el calentamiento global causado por la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, que actúan igual que los paneles de cristal de un invernadero, dejando pasar a través de la troposfera la luz, la radiación infrarroja y parte de la radiación ultravioleta del sol. Y aunque el agua, ni se crea ni se destruye, cuando se desequilibra su ciclo, el aire exige más agua a la superficie, que provoca sequías ,y después la devuelve en forma de aguaceros e inundaciones.
"En concreto, nos advierte de que los evidentes efectos del cambio climático van a aumentar de modo progresivo y serán determinantes sobre el ciclo hidrológico, los ecosistemas acuáticos y las actividades económicas"
He estado leyendo con detenimiento una de las partes del Plan Hidrológico de la Demarcación Hidrográfica del Guadalquivir, dedicada al Cambio Climático en esta cuenca, que se incluye en su Memoria, afirmándose que “afecta a cualquier otro tema considerado….y afecta a la gestión de los recursos hídricos y tiene grandes efectos en todas las políticas sectoriales….”. En concreto, nos advierte de que los evidentes efectos del cambio climático van a aumentar de modo progresivo y serán determinantes sobre el ciclo hidrológico, los ecosistemas acuáticos y las actividades económicas.
Respecto al ciclo hidrológico, lo que se espera, según las conclusiones de los estudios científicos que se han incorporado al mismo, es que haya una reducción general de la escorrentía y un incremento de los episodios extremos (sequías e inundaciones), lo cual tendrá una lógica repercusión en la calidad de las aguas.
En referencia a los ecosistemas, en especial relación con el incremento de temperatura, la misma condicionará el ascenso del nivel del mar y con ello el cambio de nivel de base de los acuíferos costeros y otros diversos efectos geomorfológicos en la costa, lo que afectará también a la corología de las distintas especies animales y vegetales.
Por último nos habla sobre el sistema económico, pues alterará la seguridad hídrica en general, tanto respecto a la garantía de suministro (modificación de las necesidades de agua de los cultivos, de las condiciones de generación energética y otros), como respecto a las condiciones exigibles a los vertidos y retornos que deberán de ser más exigentes.
La lectura de este extenso documento me ha permitido comprobar la base científica que sustenta al mismo, además de la amplísima regulación legal que lo ampara. Y todo ello me permite afirmar que los distintos Reglamentos y Planes elaborados por el Gobierno, están permitiendo que nos adelantemos al año 2039 y que visualicemos que en el caso del Guadalquivir (como también se contendrá en los Planes de otras Cuencas), las distintas simulaciones efectuadas prevén que, conforme avance el siglo XXI, habrá un descenso en las precipitaciones y en las escorrentías, además de un incremento en la evapotranspiración potencial y en la menor disponibilidad de agua.
Este es el escenario, que prevé la ciencia y que se incorpora a los instrumentos legales, que nos va a permitir planificar adecuadamente y efectuar el tránsito climático de una forma más ordenada y segura, lanzando un mensaje claro de que no hay tiempo que perder y de que solo la colaboración entre todas las partes interesadas permitirá abordar la situación con garantía de éxito.