Es evidente que la mayoría de las veces que aparece Ceuta de forma continuada en los medios de comunicación peninsulares, es para destacar aspectos negativos de la ciudad o los peligros que según ellos le acechan. En esta ocasión, algunos plantean posibilidades que mezclan a Trump con Marruecos y sus aliados comunes, donde España actúa de forma pasiva y la historia, la realidad política anterior y la Constitución Española, no aparecen en ningún momento en esos trabajos periodísticos.
En parte, esos comentarios que resultan perjudiciales por prejuzgar el futuro debían combatirse en el exterior, pero algunos en Ceuta permanecen pegados al terreno en una actitud pueblerina de difícil explicación. No entienden que esta ciudad norteafricana es el blanco de muchos intereses cruzados, que se le ha propuesto a veces como moneda de cambio, que tiene la fragilidad que proporciona la falta de arraigo de algunos de sus habitantes, que en numerosas capitales del mundo se realizan estrategias a medio o corto plazo que le pueden afectar, que Madrid y Bruselas son dos capitales en donde se debería estar permanentemente explicando su realidad.
Ceuta y Melilla disfrutan de un pasado histórico y un presente español por lo que el futuro dependerá de la fortaleza de España en el terreno internacional, de la habilidad de nuestros gobernantes y diplomáticos, de la presión que ejerzan no sólo los que viven en Ceuta, sino también los miles de ciudadanos que pasaron por aquí y hoy residen, ellos o sus hijos, en la Península. Puede que algún día influya poderosamente la opinión pública española, cansada ya del retroceso continuo ante reivindicaciones permanentes que nos llegan del sur desde hace más de sesenta años de nuestra reciente historia.
Esta necesidad de explicar la posición de España en el exterior es no sólo necesaria, sino imprescindible. Sin embargo, algo tan sencillo y evidente no es comprendido por muchos en la ciudad, ya que permanecen continuamente ocupados en comunicarse con los habitantes de estos veinte kilómetros cuadrados, cuando su clientela debería ser toda nuestra patria, Europa e incluso el mundo.
Sin embargo, muchos tenemos claro que es preciso actuar con decisión y siempre con la esperanza, desde luego, que nuestros gobiernos sucesivos sepan intervenir con una estrategia elaborada y firme.