Fui un frondoso árbol. Estuve en mi plena actitud durante un largo periodo de tiempo. Y eso que solo me alimentaba de las rociadas y de la baja pluviométria que en esta querida ciudad autónoma nos da el tiempo.
Pero aguanté estoico hasta que pude.
La edad no puede con mi entereza.
Ni los tallos verdes que van saliendo se libran de mi frágil base, esa que los animales han querido erosionar. Yo me encuentro en perfecto estado de salud. Aunque sé que tarde o temprano caeré de mis alturas. Si ve y se palma.
Solo me ha puesto unas cintas para darme un poco más de belleza, si cabe, a mi contorno.
Ese que está hecho para uso y disfrute de la ciudadanía.
Aunque solo veo y siento a esos animales, domésticos que sueltan por aquí, y que sino todos, algunos plantan su micción en la base de mi debilitada armadura de madera.
O suelen dejar sus detritos sólidos en mi querida arena que es la fuente de mi alimentación.
Y es que es obvio que la vejez me ha llegado.
Y estoy a un hilo de la caída de mis majestuoso reinado como productor, en las fases donde hay luz solar, de eso que es fundamental para los seres humanos, el oxígeno y me llevo para mí el dióxido de carbono.
Todo gracias a la función clorofílica.
He sido una buena madre cuidando de vosotros, los humanos.
Ahora os aviso que estoy a punto de caer y puedo producir algún que otro estrago.
Por eso, y es de sabios avisar de los acontecimientos, ruego que me taléis o busquéis otro ser igual al mío para que siga produciendo mis cosas que son buenas para ustedes. Y no deje mi estampa malos recuerdos para los transeúntes que pasen por ese lugar el día de mi futura caída o que pueda producir daños a la propiedad de los vehículos que están aparcados en la pendiente de donde yo tengo mi ubicación. Muchas gracias por anticipado para quién me lea y pueda hacer algo por mí y por todos los que puedan tener algo de afectación por un futuro incierto por el viento o por mi precario estado actual.