Nos guste o no, la confirmación de que hoy la Gran Vía no se abrirá el tráfico rodado no ha sido ninguna sorpresa. Pese a que fue la fecha que se dio oficialmente, quien haya paseado en los últimos días por esta avenida podía augurar, sin temor a equivocarse, que no se podría circular por ella y que además aún faltan aspectos por culminar.
Según la Ciudad, se hace para evitar un deterioro prematuro del asfaltado que tiene que llevar, ya que si echan la capa asfáltica y luego la abren a la circulación sin terminar el resto de la obra, el paso de los vehículos pesados que cargan con los materiales podría dañar el nuevo asfalto, teniendo que volver a repetir dicha operación.
También el portavoz del Gobierno comunicó ayer que una vez que se abra al tráfico, se estudiará si hay que hacer modificaciones en la circulación. Pese a que hay un estudio de cómo afectará la restricción de vehículos en la Gran Vía, la Ciudad prefiere ver lo que pasa una vez abierta la avenida.
Estas decisiones y cambios de última hora hacen pensar que la planificación llevada hasta el momento no es tan precisa como debería para una proyecto de tal envergadura. El ciudadano deberá asumir que habrá un revés en sus cálculos y que los plazos no se adecuarán a unas fechas navideñas que ya están encima y a las que los comerciantes deberán hacer frente como puedan.