La Policía Nacional ha detenido a un residente en el centro de estancia temporal de inmigrantes, CETI, por amenazas graves a un vigilante de seguridad y a una enfermera encargada de la atención sanitaria en estas instalaciones que acogen a más de 600 personas llegadas a Ceuta, en su mayoría de origen magrebí (marroquíes y argelinos).
Tal y como han explicado fuentes policiales a El Faro, la intervención se llevó a cabo en la noche del lunes al martes, cuando se alertó desde el centro a la Policía por las graves amenazas vertidas por un residente de origen argelino hacia estos trabajadores.
Al parecer, según estas mismas fuentes, el detenido acudió al área de Enfermería para solicitar medicación. En esas circunstancias se produjeron las amenazas graves contra la personal sanitaria y un vigilante de seguridad, lo que llevó a la aplicación del protocolo para dar aviso a la Policía Nacional.
Miembros de este Cuerpo intervinieron en el arresto del implicado, que fue trasladado a las dependencias del Paseo de Colón, sede central de la Jefatura.
Sobreocupación del centro y respuesta judicial
En las instalaciones del Jaral, previstas para una ocupación de 512 personas, hay ahora acogidas más de 600 lo que ha llevado a que se adoptaran medidas tales como los traslados extraordinarios de grupos a la Península.
Buena parte de los marroquíes y argelinos residentes son peticionarios de asilo a la espera de la resolución de los trámites iniciados. La acogida de oriundos de Marruecos fue ordenada por el Ministerio del Interior tras las entradas masivas de primeros de año.
Los incidentes ocurridos hasta la fecha han tenido que ver, en algunas de las ocasiones, por roces entre acogidos de distintas nacionalidades o reyertas entre propios internos. En este caso, en cambio, la acción delictiva se ha perpetrado contra trabajadores del propio centro.
El implicado en estos hechos será puesto a disposición judicial en las próximas horas para responder de los delitos cometidos.
Asilo de que? Para argelinos y marroquíes.
Ahora le impondrán la condena de marchar a la peninsula