Como sucede habitualmente tras masacres como esta de París, líderes políticos y medios de comunicación se afanan en hacernos llegar el mensaje de que el islam es paz y amor, de que no se trata de un problema de creencias religiosas y de que la gran mayoría de los musulmanes están en contra de estos actos.
Poco que objetar, salvo que eso de la paz y el amor parece más un lema hippie sesentero que la descripción de los pilares de una de las grandes religiones monoteístas. Habría que ser ciertamente un ignorante para pensar que todos los musulmanes son terroristas potenciales, pero si alguien se atreve a insinuar que el yihadismo es una ideología supremacista basada en un islam deformado que persigue el dominio de todos aquellos territorios considerados “dar al islam” deberá hacerlo con mucho cuidado si no quiere ser tachado de islamófobo o racista, técnica habitual para eliminar la posibilidad de discusión: no dejar hablar al hereje. Hace unos días se celebraron actos contra la violencia machista impregnados de esa ideología que algunos denominan feminismo radical. El que fuera en su día Delegado para la Igualdad de Género del gobierno escribía: “el problema de la violencia de género no son esos 700.000 hombres que maltratan ni los 70 que matan, el problema es el machismo que alimenta a todos ellos y al resto de la sociedad” Lo que en román paladino viene a ser un “todos somos maltratadores potenciales”. En la misma línea, nuestra diputada local, la socialista Daoud aseguraba en un artículo que el machismo es terrorismo y “que el que mire para otro lado es cómplice”, mismo sentido, misma estigmatización de quienes puedan pensar que la violencia domestica no cuadra con los patrones de la violencia terrorista o que resulta contradictorio que esta proclama la realice alguien que porta velo, símbolo del papel subordinado de la mujer. Los que no están de acuerdo son, según esta terminología, cómplices de los asesinatos.
En el mismo sentido señalaban culpables y exoneraban inocentes la progresía radical de Podemos, máxima expresión del modelo camboyano. Imbuidos de terminología belicista proclamaban en un comunicado sobre violencia machista: “es preciso que todas y todos digamos NO a esta forma de terrorismo. No valen excusas. Ni estúpidas equidistancias”. Poco que ver con su respuesta al atentado de París, sus propuestas de paz y sus posteriores excusas y equidistancias. Por cierto, el artículo del espadón podemita defendiendo las posturas de su nueva manada demuestra que nunca llegó a interiorizar aquello de “breve, preciso, claro y conciso” que enseñaban en las academias militares.
Si el machismo es una violencia ideológica basada una estructura, la patriarcal, en la que todos somos cómplices y donde los hombres por el hecho de serlo son potenciales asesinos, deberíamos reflexionar porque, según los correctos, otros tipos de violencia ideológica como la islamista no son estructurales, no tienen que ver con creencias y solo son las locuras de unos pocos que no tienen nada que ver con la mayoría.