La Guardia Civil ha sabido romper esa ilógica barrera de la privacidad y lo arcaico a la hora de celebrar como se merece a su Patrona, la Virgen del Pilar. Lleva ya unos años cumpliendo con una agenda más social en la que a los actos puramente oficiales se añaden otros de participación general.
Eso es bueno, tan bueno como necesario. El Instituto Armado no puede seguir ocultándose en el cuartel y preparando una cadena de actos solo para ‘los suyos’, atrapado en un círculo sin sentido que impide verlo como la fuerza avanzada que es.
La actividad organizada este viernes para cientos de escolares en el muelle de España fue un auténtico ‘pelotazo’. La Guardia Civil supo convertir esta zona del puerto en una especie de central de operaciones con miembros de todas las unidades. Una apuesta magnífica que ayuda a que los alumnos vean a los agentes como personas cercanas además de conocer su trabajo más allá de la imagen que puedan tener torcida por determinados ámbitos sociales.
Desde la base se mejora, desde la base se aprende y desde la base se cambia.
Esa es la línea. La Benemérita debe ser capaz de mantenerla dejando para el pasado aquellas ‘patronas’ de discurso casposo, entrega de medallas enlatadas y festejo a puerta cerrada en la casa cuartel. Si es capaz de romper esos muros habrá ganado, y mucho, en esa mayor proximidad a una ciudadanía con la que no se debe tener recelo, muy al contrario. Esa tan solicitada colaboración ciudadana se logra a base de ser una fuerza próxima. Gestos como los de esta semana y en especial los de ayer ayudan.
A la Guardia Civil habría que pedirle también discursos valientes, claros, directos, adecuados a los tiempos que se viven y a las realidades que se dan. Pero ahí la losa de lo oficial sigue pesando demasiado, tanto que hemos llegado a un tiempo en el que ni las propias asociaciones de la Benemérita son capaces de hacer ruido cuando merece. Aquellos míticos tiempos de la Coproper 6-J en los que unos valientes hicieron temblar los cimientos de la vieja Guardia Civil se perdieron.
Siempre hubo formas y maneras de bordear la amenaza del expediente, ese no es el problema actual, quizá se hayan perdido ganas a la par que se ha avanzado en el terreno no ya del miedo sino de la comodidad.