La colisión entre un turismo y una motocicleta que no había respetado un ceda el paso se saldó ayer con una víctima mortal y otros seis ocupantes de los vehículos con heridas de distinta gravedad.
El escenario, la zona de aparcamiento de las unidades del 061 en el Hospital Universitario, era tan inusual como ficticio el suceso: la fallecida era un maniquí y los contusionados actores que dieron vida, con buenas dosis de realismo, al simulacro con el que se ponía punto y final a un curso de Soporte Vital Avanzado en el que unos veinte profesionales han ampliado su formación durante cinco fines de semana. Participaron los propios alumnos, personal del centro, del 061 y voluntarios. Y coordinando el grupo, el director territorial del Ingesa, Fernando Pérez-Padilla.
Con la simulación ya en marcha –el conductor y la pasajera de la motocicleta tumbados sobre el asfalto y los ocupantes del turismo lamentándose por el golpe sufrido en el supuesto accidente– los alumnos debían lleva a la práctica los conocimientos adquiridos: el triage mediante el método short, que clasifica y etiqueta a las víctimas por colores en función de la gravedad de las heridas para su correcta identificación en momentos en los que no se puede derrochar ni un segundo; practicar los primeros auxilios y el traslado urgente al puesto médico avanzado que estaba instalado a escasos metros.
En apenas diez minutos tuvieron que enfrentarse a las complicaciones de un suceso que podría reeditarse en cualquier momento en algún punto de la ciudad. Aún sobre la carretera, el conductor de la motocicleta sufría un trauma torácico. Sin poder levantarse ni caminar, respiraba con dificultad y se quejaba de un golpe en el lado izquierdo del pecho y de una fractura en un pierna. Los alumnos debían ser capaces, entre otras cosas, de identificar las heridas y de practicarle una punción torácica, que finalmente recibiría el maniquí que le sustituyó durante el ejercicio en el puesto médico avanzado.
En el traslado sollozaba y se autoinculpaba del accidente y de sus consecuencias. Lo hacía quizás al percatarse de que lo peor estaba por llegar: su novia, que era quien viajaba como pasajera en la motocicleta, había perdido un pie e, inconsciente, no respondía a ningún estímulo. Evacuada hasta el puesto médico, dejaría de respirar a los cinco minutos, entrando en muerte clínica irreversible por la fractura sufrida en la base del cráneo. Mensaje para navegantes: la víctima, maniquí en este caso, viajaba sin el obligatorio casco.
En el vehículo, otros cinco contusionados. El conductor se quejaba de dolores en el cuello, en la espalda y su respiración era superficial, algo que debía ser asociado por los alumnos con un trauma torácico y un latigazo cervical. Al copiloto se le diagnosticaría una fractura abierta en la pierna derecha. La alarma vuelve a saltar al encontrar en el asiento trasero a un bebé con problemas respiratorios graves al que se logrará recuperar en el puesto médico avanzado. Otros dos niños con heridas leves completaron el cuadro de víctimas.
Concluido con éxito el ejercicio, Pérez-Padilla felicitó a los participantes en un curso que, destacó, respondía a las peticiones del personal de Urgencias y de Atención Primaria y que se salda “con un sobresaliente en la teoría y un notable muy alto en la práctica”. Los actores, incluido el maniquí, también sacaron nota.