Estamos tocando a reforma por semana. En esta ocasión ha sido el turno de la reforma del sistema financiero. La próxima semana dicen que harán la reforma laboral. Todo transcurre como en un cuento de hadas. Mis amigos del Partido Popular sacan pecho y nos venden la moto de que ahora sí que se está gobernando. Inmediatamente, los comentaristas de los medios de comunicación de la “cuerda” ,en un intento de curarse en salud, añaden que el problema de estas reformas es que se tendrían que haber hecho mucho antes. Es decir, si salen mal, o si no tienen efecto alguno, las culpas volverán a ser de Zapatero y del Partido Socialista. Y la verdad. Yo no he sido muy seguidor de ese partido que se diga. Pero pretender hacer “borrón y cuenta nueva” y querer hacernos creer que a partir de que el Partido Popular ha recuperado el poder, España empieza una nueva y venturosa etapa en su economía, y que si sale bien, será mérito de ellos, pero si sale mal, la culpa será de los que no emprendieron las reformas a tiempo, es demasiado.
¿De verdad se están haciendo reformas serias?. ¿O es que se están adoptando pequeñas medidas para dar la sensación de que se hace algo y se está dejando lo importante para después de las elecciones andaluzas?. Porque, nadie se creerá a estas alturas que el comentario de nuestro presidente lamentándose de que le van a montar una huelga general con su reforma laboral fue un despiste, al creer que los micrófonos estaban cerrados. Como tampoco nadie se puede creer que con 50.000 millones de euros se arregla el problema financiero de España. Si nuestro país quiebra, no hay fondos de rescate suficientes en Europa para que se recupere. Solo necesitamos fijar nuestra atención en la crisis de Grecia, que sólo es algo más grande que Andalucía.
El origen de nuestra particular crisis financiera, se puede encontrar en el vigoroso ciclo económico que comenzó en 1993 y que significó un proceso de convergencia en renta per cápita respecto al área EURO. Pero, como nos indica el profesor Laborda de la Universidad Carlos III en su magnífico estudio de la situación económica actual, dicho crecimiento estaba basado en un mecanismo de retroalimentación efecto riqueza-endeudamiento insostenible, sobre el que el Banco de España no quiso actuar, a pesar de tener suficiente información. Hubo razones políticas que se lo impidieron (¿no habíamos quedado en que los bancos centrales debían de ser independientes?).
Cuando el boom de la construcción llega a su fin, se produce un efecto de desapalancamiento importante, que generó desempleo, descenso de importaciones, menor inversión en capital y menos crédito a particulares. Esto era la consecuencia de que nuestro sistema financiero se había incrementado desde el año 2002 hasta los 9.02 billones de euros, es decir, un 858% del PIB nominal de la economía española. La economía financiera y especulativa había crecido muy por encima de la economía real. Y todo ello financiado con deuda privada externa, fundamentalmente, que en ese mismo año ascendía a 4.1 billones de euros (400% del PIB). La razón es que el ahorro privado en España es negativo desde 2002. Por tanto, el diagnóstico es claro. Si no hay una refinanciación drástica del saldo vivo de la deuda se mantendrá la restricción del crédito a las empresas, se retraerá la demanda efectiva y se retardará la recuperación económica.
Según los cálculos del profesor Laborda, las cifras de activos bancarios problemáticos (de dudoso cobro) ascienden a casi 300.000 millones de euros. El riesgo real actual se calcula en 120.000 millones de euros y 45.000 empleos. El problema es quién refinancia esta cantidad.
Las medidas adoptadas, de poner freno al apalancamiento excesivo (exceso de deuda) vía provisiones, es adecuada. También la limitación de los sueldos de los directivos (aunque sólo sea por el efecto ejemplarizante). La reducción del sistema bancario que de ello se derivará, también. Tengo dudas acerca de la cantidad que se ha puesto encima de la mesa. Y también, porque todo esto no servirá de nada si no se acompaña de otras medidas de política económica que fomenten el incremento de la demanda.
En los primeros años de la transición española se pusieron en marcha los denominados “Pactos de la Moncloa”. A través de ellos, fue posible facilitar la convivencia pacífica entre españoles durante más de treinta años. Con todas las críticas que se les puedan hacer, la intención no era mala. Hablando desde un punto de vista institucional. En la actualidad vivimos una situación de emergencia. Sobre todo para muchas miles de familia que ven, poco a poco, cómo todos sus miembros se van quedando sin trabajo. Quizás no sería mala cosa que alguien se le ocurriera pensar que una convocatoria similar a aquellos viejos pactos, quizás facilitaría la solución a parte de los problemas actuales. O dicho de otra forma. Imponer determinadas medidas en base a que se tiene una mayoría en las urnas quizás no sea el camino más estable y permanente a medio y largo plazo.