La Asociación de Autismo de Ceuta salió ayer al Revellín para informar y concienciar sobre esta patología. Entre 60 y 70 niños ceutíes la tienen diagnosticada Paloma Berruezo y Paola Moreno son el capital humano más importante de la Asociación de Autismo de Ceuta. Maestra y psicóloga, por sus manos pasan buena parte de los niños caballas que presentan esta patología. En este eslabón de la cadena los pequeños ya han sido diagnosticados y, tras una primera toma de contacto y recogida de datos, arranca la terapia. “Ella se ocupa del aspecto psicológico y yo de la audición y el lenguaje, es decir, trabajamos dos cosas diferentes pero nos complementamos”, expone Berruezo, “cada niño tiene fijada una hora y diez de terapia, de tal modo que están 35 minutos con cada una”.
Las demandas difieren sobremanera de uno a otro. “No hay un tiempo marcado para ‘recoger frutos’, hay algunos que no llegan a hablar, pero por eso es tan importante buscar en esos casos otros sistemas de comunicación que no necesariamente sea el oral sino, por ejemplo, a través de pictogramas”, indica la maestra. Desde la perspectiva psicológica el niño autista no es el único en ser atendido por Moreno, tal y como ella misma reconoce, sino que informar y formar a la familia es clave para la consecución de objetivos. “Llegan con mucho miedo porque no saben a qué se están enfrentando, así que para comenzar a afrontarlo es importante trabajar con ellos”, dice Moreno. Cuestiones como la alimentación, el control de esfínteres o hábitos higiénicos son las principales dudas. Tampoco hay que perder de vista la educación formal, es decir, coordinarse con los centros a los que acuden cada mañana los pequeños. “Intentamos por todos los medios que estén en inclusión, dentro de una clase con niños de su edad para que no se les envíe automáticamente a centros de Educación Especial como San Antonio”, cuenta Moreno, “si hace falta nos reunimos con los maestros para mantener la misma línea de trabajo”.
Avanzar, dar pequeños pasos, estimular y recibir respuestas es la parte intangible de su sueldo. Una riqueza que no se mide con dinero, sino que se pesa con la báscula de la gratitud. Ayer esos pequeños grandes logros que consiguen los pequeños afectados por algún tipo de trastorno autista estuvieron muy presentes en el Paseo del Revellín. En cada globo azul. En cada lazo azul que buena parte de los viandantes colocaron en su solapa. Porque el 2 de abril es una jornada azul con un objetivo prioritario: visualizar y normalizar el autismo.