“Una naranja, una manzana, una pera, un membrillo, un plátano, una chirimoya, un boniato, un pan de higo, un racimo de uvas, cierta cantidad indeterminada de higos y pasas y un número no fijado, pero sí abundante de nueces, castañas y almendras”. Así contaba El Faro de Ceuta en una crónica de 1967 la composición de la Mochila que da nombre a una de las tradiciones más antiguas de Ceuta y que se celebra cada 1 de noviembre, Día de Todos los Santos.
Con la mochila preparada, las familias caballas se marchan a pasar el día en el campo. Un campo en el que este año hay que saber donde asentarse, advierten las organizaciones ecologistas, tras los daños medioambientales causados por los incendios en zonas como Calamocarro.
Es entonces, a medida que avance este viernes y siguiendo la crónica del diario decano de la ciudad, cuando puede que escuche por los montes una canción característica de esta tradición: “Mi mochila, no se la come el gallo ni la gallina”.
Causa de la globalización, la Mochila, cuya resiliencia le permite llegar hasta hoy, también se ve desplazada por Halloween. Y es que el ‘Truco o Trato’ y los disfraces parece que lo pueden con casi todo.
No obstante, la mochila sigue viva, y va más allá de Ceuta. Incluso en Algeciras también se celebra.
El qué y el cómo están claros pero, ¿cuándo nace esta tradición? Cronistas e historiadores consultados por El Faro el año pasado se inclinaban por datar el nacimiento de esta fiesta en la Edad Media, cuando los cementerios se ubicaban en la periferia de las ciudades e ir hasta los camposantos tenía un componente de ‘excursión’.
“En Ceuta ir a Santa Catalina, en una época en que no había coche, era como una excursión. A principios del siglo XX la gente se desliga de la cuestión religiosa y va quedando como un extraño día festivo, con atractivos como los frutos secos que traían los barcos que se llevaban a los trabajadores de la Almadraba, la llegada de las frutas de otoño o incluso los primeros dulces de Navidad”, explicaba el cronista oficial de la Ciudad, Gómez Barceló.
Pero como buena tradición da lugar a leyendas: por ejemplo, la que habla de que este día le debe mucho a la figura del general Prim y su campaña de ‘La Loma de las Mochilas’ que transcurrió entre 1859 y 1860 cuando España se propuso, y consiguió, conquistar Tetuán.
Según reprodujo el Ejército de Tierra en el homenaje que se hizo al general en 2012, este arengó a sus tropas diciendo: “¡Soldados! Vosotros podéis abandonar esas mochilas, que son vuestras; pero no podéis abandonar esta bandera que es de la Patria. Yo voy a meterme con ella en las filas enemigas... ¿Permitiréis que caiga en manos de los moros? ¿Dejaréis morir solo a vuestro General?”.
Estas mochilas a las que se refiere Prim no solo eran las de los soldados que combatieron en Castillejos y Tetuán. Eran también las que utilizaban los exploradores que participaron en el conflicto y que, supuestamente, comenzaron a comer frutos secos en los montes aledaños a Ceuta como festejo de uno de los pocos conflictos bélicos que mantuvo España en el siglo XIX.
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