Entre 1937 y 1977, tres millones de mujeres de entre 17 y 35 años hicieron el Servicio Social en nuestro país, una mili femenina que suministraba mano de obra gratuita en hospitales, comedores y otras instituciones sociales y sanitarias. Aunque en un principio era de carácter voluntario y no existían sanciones por incumplimiento del mismo, como ocurría con el servicio militar, si era imprescindible para poder desempeñar alguna función en la Administración, en la obtención de títulos profesionales y para obtener el pasaporte o el carné de conducir. Estaban exentas las mujeres que padeciesen algún defecto físico o enfermedad que les impidiese prestar este servicio, al igual que las mujeres casadas o viudas. También se libraban las que hubieran colaborado, al menos durante seis meses, en las obras sociales promovidas por el bando nacional.
En un principio, cumplió una función de adoctrinamiento político y social, difundiendo entre la población femenina unos valores conservadores y relegando a la mujer al papel de reproductora y ama de casa. En los últimos años de la dictadura, tuvo un carácter más social que político, aunque en algunos casos se impartían contenidos de los principios fundamentales de la Falange Española, haciéndolos coincidir con la asignatura obligatoria que dábamos en el bachillerato llamada “Formación del Espíritu Nacional”.
Actualmente, ese Servicio social que impuso Franco, y que equivalía al "servicio de las armas" de los hombres, cuenta para la jubilación anticipada. Dos sentencias, una del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco y otra del Tribunal Superior de Extremadura, reconocen ya ese periodo como tiempo de cotización efectiva para acceder a esa modalidad de jubilación: lo equiparan al servicio militar y a la prestación social sustitutoria de los hombres durante la dictadura. No hacerlo, dicen, sería discriminación por razón de sexo.
A mediados de los años 70, en Ceuta, al igual que en el resto del país, todas aquellas mujeres que estudiábamos en la Escuela Normal de Magisterio del Morro y que pretendíamos obtener el título de maestra, el carné de conducir, o cualquier otro título de la Administración pública, debíamos hacer el Servicio Social de la Sección femenina cuya sede se ubicaba entonces en la Marina, en el antiguo edificio de Baeza. Este Servicio consistía principalmente en ejercer labores de costura o de atención a los ancianos de la Residencia de Nazareth , y en hacer arreglos de ropa y canastillas de bebé , en la propia sede de la Sección Femenina. También te ofrecían la posibilidad de participar en talleres de bailes regionales o en el coro femenino. El tiempo que duraba esa prestación social era de seis meses, por lo que nuestra idea era hacerlo durante dos veranos seguidos y terminarlo antes de comenzar Magisterio.
Mi generación fue la segunda promoción de COU en Ceuta, del plan de estudios del 71 de Magisterio, y hasta entonces sólo se necesitaba hasta sexto de bachiller para acceder a Magisterio. Todo el bachillerato y el COU fueron exclusivamente de chicas, en el Instituto Femenino que se impartía en el actual Siete Colinas. Fue a partir de ese año cuando se hizo imprescindible aprobar el COU para acceder a cualquier estudio universitario. Nosotras decidimos hacer el Curso de Orientación Universitaria que nos abría puertas para otros estudios, dentro y fuera de la ciudad.
Aprovechando el final del curso de sexto de bachillerato y con la idea de estudiar posteriormente Magisterio, un grupo de amigas decidimos, por adelantado, quitarnos de en medio ese deber inexcusable que era el Servicio Social, y nos dispusimos a cumplir con él durante los tres meses del verano del 72. Allí permanecíamos toda la mañana dando falsas puntadas, ya que apenas teníamos conocimiento de cómo se hacía ni siquiera un hilván, ni un pespunte, muy a pesar de que nuestras madres, se proponían educarnos en los deberes inexcusables del hogar, para que fuéramos en el futuro, unas buenas esposas y unas excelentes maestras. A nosotras no nos interesaron nunca esas tareas, estábamos allí más por cuestiones burocráticas que educativas y a pesar de nuestra juventud ya crecía en nuestra mente, las ansias de luchar por nuestro propio destino y convertirnos en mujeres libres e independientes. El paso del tiempo nos dio la razón, siendo en la actualidad maestras implicadas en educar a nuestro alumnado sin discriminarlos por razones de sexo.
Así transcurrieron las eternas mañanas del verano del 72, y así fue cómo el traje típico de Ceuta llegó a nuestras manos.
En aquel momento, según cuenta Lali Orozco, en su artículo del Faro, ella se presentó al concurso de elección del traje ceutí con el fin, creo, de que la Maja de Ceuta tuviera su propio atuendo caballa. Supongo que ella estaba vinculada a la Sección Femenina donde prestábamos en esos momentos nuestros servicios sociales. Se nos propuso lucir y promocionar, en las carrozas de esa feria, el traje ganador que representaría hasta nuestros días el traje típico de la mujer ceutí. Nos informaron que el traje llegaría próximo a la feria y se nos ofreció la oportunidad de decidir quiénes queríamos lucirlo en la cabalgata.
No sé exactamente si fue porque eso nos acercaba a las jefas que nos expedían el certificado del curso, por quitarnos de en medio actividades muy lejanas a nuestros intereses juveniles, o simplemente, porque nos divertía subirnos por primera vez en una carroza, pasearnos por el recinto ferial para aterrizar después en la caseta de la Juventud, donde actuaría nuestro ídolo ceutí del momento, Carlos Bernal que acababa de ganar el Festival “Ceuta Perla del Mediterráneo”. Así que decidimos salir en las carrozas y mostrar el traje que se acababa de crear representando a la mujer ceutí, en la feria de 1972.
Cuando llegó el momento, dos cursos después de esa feria, de comenzar nuestros estudios de Maestra de Enseñanza General Básica, nos llevamos la sorpresa de que ya no era necesario para obtener la titulación el haber realizado tres meses de Servicio Social, ya que el propio Campamento que se hacía durante el primer curso de Magisterio convalidaba en gran parte esa prestación
Así fue como le regalamos a la Sección Femenina dos meses de nuestro verano, pero que sin saberlo, nos permitió ser de las primeras en lucir el traje típico de nuestra tierra.