Poco a poco nos vamos cargando todo. Y no solo eso, parece que no quisiéramos que alguien tenga iniciativas particulares para sacar adelante proyectos medioambientales. La historia de Juan Carlos Vázquez que cuenta mi compañera Eva no hay quien la entienda. Este joven ha convertido una zona de la playa de Benítez en un rincón apreciado por los vecinos. Ahora le piden que retire todo lo sembrado.
No sorprende. En esta ciudad parece que hay una predisposición a llevarse por delante todo lo que tenga que ver con la naturaleza y el patrimonio. Nos cargamos los árboles, no pedimos responsabilidades a nadie y luego, en un absurdo político, vemos la manera de colocar toldos porque ya no tenemos sombra.
Nos cargamos las plantas, anulamos ideas y proyectos como los de este joven, evitamos que los pájaros encuentren rincones donde anidar… y luego nos quejamos porque hemos roto la cadena de la naturaleza.
Somos una especie tan extraña que nos podrían dar el premio a la inutilidad. La destrucción está premiada por encima de la conservación. Y Ceuta, en esa carrera parece que se lleva el primer premio.
No vamos a conseguir nada denunciando estas prácticas. Lo sé desde el primer momento que tenemos asociaciones que no hacen más que sacar a la luz auténticas aberraciones y han chocado siempre contra un muro de la inacción, la incomprensión de la mayoría de los ciudadanos y la falta de respuesta.
No sé qué pasará con el jardín de Juan Carlos. Vendrán los de los despachos a quitárselo, a cargarse ese rincón, como se cargaron las playas, como han ido matando todo. Se enojan si se les dice, pero lo hacen con premeditación y alevosía.