La pasada semana tomaron posesión los candidatos electos en los últimos comicios locales. En algunos lugares los pactos llevados a cabo han tenido tintes esperpénticos. Son los casos de Melilla, o incluso de Granada. Lugares en los que los minoritarios de Ciudadanos se han hecho con las alcaldías para desplazar a los mayoritarios, del Partido Popular en Melilla, y del Partido Socialista en Granada. Se ha visto de casi todo. A mi me han sorprendido especialmente algunos cambios inesperados. En unos pocos casos, me he sentido profundamente decepcionado y dolido.
El ejemplo más sonado de pacto grosero ha sido el conseguido en Madrid. Carmena ha sido una alcaldesa ejemplar. Le ha dado la vuelta al presupuesto y a la deuda municipal. Ha sido valiente a la hora de acometer reformas a favor del medio ambiente. Sobre todo, es una buena mujer. Y muy honrada. Como ella dijo al despedirse, es paradójico que el Partido Popular haya conseguido la alcaldía cuando menos votos tiene. Afortunadamente en Barcelona, los nacionalistas catalanes no han conseguido desplazar a Colau.
Ceuta ha sido otro ejemplo de pacto raro, aunque, a juicio de muchos, necesario. Allí, que es donde he estado esta semana, el Partido Popular ha perdido la mayoría absoluta. Frente a ello, se han producido dos resultados importantes. Por un lado, el Partido Socialista, de la mano de mi buen amigo y compañero de trabajo Manuel Hernández, ha conseguido una sonada e histórica victoria, tanto en las elecciones generales (el diputado y los dos senadores han pasado a ser socialistas después de muchos años), como en las locales (7 concejales). Pero también VOX, con la ayuda de destacados militares en activo (¡sorprendente, pero cierto!), ha conseguido un importante resultado electoral (6 concejales). La pregunta obligada es cómo el Partido Popular de Vivas no ha pactado con VOX para conseguir gobierno y ha llegado a la alcaldía a través de la abstención de los socialistas. La respuesta es muy fácil. El señor Vivas se había comprometido públicamente a no pactar con la extrema derecha. Compromiso que ha mantenido.
Esta “anomalía”, por llamarla de alguna forma, no tiene parangón en el resto del país. Pero aquí era muy importante. En una ciudad en la que la mitad de la población es musulmana, dar poder al 25% que ha optado por el mensaje racista e incendiario de la extrema derecha, hubiera sido casi suicida. Igual que si se hubiera activado una potente bomba de relojería con fecha límite hasta la desaparición de la ciudad. El triste contrapunto ha sido haber dejado reducida a la coalición Caballas a un solo concejal, pese a que es una de las iniciativas políticas más audaces y serias de los últimos tiempos, con un claro mensaje integrador entre poblaciones de distintas creencias y religiones. Creo que la historia servirá para lamentar este inexplicable rechazo a una alternativa progresista.
Desde una perspectiva algo más lugareña, en la pequeña localidad granadina del Parque Natural de Sierra Nevada, Dílar, por la que algunos independientes hemos formado una candidatura joven y dinámica a través del Partido Socialista, con un programa claramente a favor del medio ambiente y la sostenibilidad, no ha habido muchas sorpresas, aunque nos esperábamos otros resultados. Contra todo pronóstico, en las pasadas elecciones generales fuimos la fuerza más votada, sacándole una amplia ventaja al Partido Popular, que ya lleva gobernando 16 años seguidos. Esto nos hizo albergar cierta esperanza de que las cosas podían llegar a cambiar y podríamos mandar a la oposición a los que siguen gestionando de forma opaca y oscurantista, mercadeando con determinadas prebendas y concibiendo la casa de todos como un lugar en el que ganar unos dineritos (de los nueve concejales que había hasta ahora, cinco percibían retribuciones, llegando a alcanzar el récord provincial de ser el municipio que más caro le costaba a sus ciudadanos el mantenimiento de los políticos que los representaban).
Efectivamente, hemos conseguido muchos más votos que en las elecciones locales anteriores. Pero no los suficientes para desplazar a los de siempre, aunque hubiera sido a través de los pactos con alguna coalición de independientes. Había algo que se nos había escapado. Los votos de VOX y de Ciudadanos, que en las elecciones generales estaban nítidamente diferenciados de los del Partido Popular, en estas han estado ocultos bajo sus siglas. Bastó la llamada al arrebato de los caciques locales, para agrupar las fuerzas e impedir que los “rojos” de toda la vida recuperaran el poder.
Pletóricos ellos y henchidos de poder, el día de la toma de posesión, el alcalde se permitió lanzar unas cuantas advertencias y “veladas amenazas” a los que pretendían abusar del Ayuntamiento. Seguimos sin saber a quién se refería exactamente. Lo que sí sabemos es que pronto se pedirá la ejecución de la última sentencia que han perdido frente a un grupo de vecinos, a cuenta del pago del consumo eléctrico de las calles. Una cantidad muy importante para un Ayuntamiento tan pequeño y con tan pocos recursos económicos, pero con tantas obligaciones en sueldos para algunos de sus concejales. Los jóvenes conservadores que aún desconocen lo que es tener que ganarse la vida con un empleo precario de esos que han fomentado los mayores de su partido con la última reforma laboral.