Un buen amigo me enviaba días atrás, a poco de conocerse el resultado electoral definitivo, un mensaje en el que me decía que ese día estaba muy contento, pero que no le preguntara por qué. Yo le respondí, casi de inmediato, que se debería a la victoria de los socialistas, de lo que yo también me alegraba. Me volvió a escribir diciendo que también, pero que no era solo por eso. A las pocas horas se conocía el acuerdo entre el Partido Socialista y Podemos, que se protocolizaba con un abrazo y la firma de un documento.
Yo estaba en ese momento dando los últimos retoques a una presentación que tenía que hacer, para así cumplir con una formalidad universitaria muy importante en mi carrera profesional. A pesar de ello, me apresuré, creo que, como media España, para obtener la mayor información posible al respecto. No era una cuestión menor. Hablábamos del futuro de nuestro país y del bienestar de nuestras gentes. Me entusiasmaba cada vez más, conforme iba conociendo detalles de este. Pero claro, también se iban conociendo las opiniones de toda clase de agoreros y de aquellos que no buscan más que la perpetuación de la inestabilidad, para así obtener algún beneficio.
Lo más llamativo fue la bajada de los valores del Ibex. El batacazo anunciaba que, fundamentalmente la banca, no aceptaba mucho el acuerdo. Por ejemplo, Bankia. Sus valores se desplomaban ante la creencia de que la llegada de Podemos al poder podría suponer que se paralizarían los plantes para su reprivatización. Y el resto de los valores han estado cayendo hasta este viernes, que se han vuelto a estabilizar. Evidentemente, en esta operación, posiblemente provocada por informaciones interesadas, algunos habrán hecho su particular agosto, comprando a precios bajos y vendiendo a precios altos. Son las reglas de este “capitalismo tóxico y especulativo” en el que nos movemos.
Pro también salieron a vocear contra el acuerdo los protagonistas del pacto de la vergüenza con la extrema derecha, que les mantiene en el poder en Andalucía, Murcia y Madrid.
Su particular concepto de la patria y del Estado los llevaba a exigir que se anulara el pacto de los socialistas con Podemos, pero sin ofrecer nada a cambio. Por ejemplo, dejar sin vigor sus vergonzosos acuerdos, para facilitar que gobernase la lista más votada, la socialista. Lo que sí exigían era que se anulara el pacto con los “comunistas” de Pablo Iglesias. ¿Comunistas?. Me extrañaba que no le añadieran lo de “masones”, “bolcheviques”. Es lo que se utilizaba en el régimen del dictador Franco para desprestigiar a las izquierdas.
Aunque, la palma se la han llevado, bajo mi punto de vista, dos personajes muy peculiares. Por un lado, Santiago Abascal. Sorprendió a todos indicando que no pondría ningún obstáculo a que el Partido Popular se abstuviera y llegara a algún acuerdo con el Partido Socialistas, para así facilitar la gobernabilidad del país. Un acto de “responsabilidad” que le hubiera honrado, si no hubiera sido por lo que añadió inmediatamente: “Sería lo más lógico, si pensamos que ambos partidos compartes políticas de género, de educación, de inmigración y territorial”. ¡Ahí queda eso!. Otra de las mentiras de la extrema derecha para intoxicar a la opinión pública. Pueril intención, más propia de un bobalicón, que, de un hombre de Estado, por pretender quedarse como jefe de la oposición ante un eventual pacto entre socialistas y conservadores.
El otro personaje es Felipe González. ¿Qué tendrá el poder que todos intentan, una y otra vez, volver a ser el centro de atención y a orientar las decisiones políticas en un sentido determinado?. Le pasa también a José María Aznar. Y a Zapatero, aunque menos. Con lo bien que estarían todos calladitos y dedicándose a sus Fundaciones. Pero no, quieren seguir mandando.
Yo me he alegrado bastante de lo que ha ocurrido. Lo primero, porque se ha conseguido frenar que la extrema derecha pudiera llegar a la Moncloa pactando con los otros dos partidos de la derecha. Segunda, porque el bloque de izquierdas apenas ha perdido fuerza. La intensa campaña de propaganda realizada para frenar las masivas oleadas de noticias falsas ha funcionado. Entre todos hemos conseguido “frenar” a estos monstruos que solo pretenden sembrar el odio y la discordia. Tercera, porque se ha enviado a casita al ciudadano Rivera, que ya empezaba a estar muy visto con sus manías de niño engreído. Y cuarta, porque, por fin, vamos a tener la oportunidad de que se conforme un gobierno progresista, que ni va a hundir la bolsa, ni va a arruinar a las empresas, ni va a destruir España.
Posiblemente, lo más coherente hubiera sido un gobierno del Partido Socialista en solitario, ayudado por un pacto de progreso con el resto de las fuerzas de izquierda. Pero esto no iba a ser posible, dado el empecinamiento de Pablo Iglesias en llegar a la Moncloa. Empecinamiento que no se debe a querer un “carguito”, como dice Felipe González, con toda la mala baba del mundo. Pablo Iglesias y los de su formación creen firmemente que ellos van a ser la garantía de que el gobierno se mantendrá fiel a su compromiso con los más débiles. Pienso que lo creen sinceramente. Yo considero que no es así. En el fondo, ansían lo que todos. Conquistar el Poder. Y cuando lleguen (ya están), comprobarán que es muy difícil cambiar las instituciones desde dentro. Pero, la verdad, es que también es difícil hacerlo desde fuera.
De momento, vamos a dar por bueno este acuerdo. Y a ver qué pasa. Mejor que lo que había hasta ahora, lo será. El problema va a ser convencer a los catalanes de que dentro de la Constitución no se puede llegar a acuerdos anticonstitucionales. Si acaso, habrá que cambiar la Constitución. Y, para ello, o lo hacemos entre todos (incluidos los conservadores), o no será posible. Así que, amigos catalanes, dialogo sincero el que se quiera, como dicen los intelectuales que han firmado ese importante manifiesto, pero, dentro de las normas que todos hemos acordado. Yo no hablo catalán en la intimidad. Pero, puedo dialogar. Lo que nunca voy a consentir, y como yo, muchos cientos de miles de españoles, es que se arruine lo que tanto nos ha costado construir. Mis nietas no me lo perdonarían. Así que, Señor Torra y allegados, déjense de jilipolleces y pónganse a trabajar por sus compatriotas. Seguro que se lo agradecen.