Manuel Fernández Cabello, propietario del kiosco ubicado en la confluencia entre la Marina y la Constitución, lleva cinco años luchando por su negocio, y siempre en la misma fecha, entre octubre y mediados de enero, el periodo en que el puesto de castañas se instala a escasos metros de su kiosco. ¿La causa? La que él denomina como “competencia desleal o dictadura”.
Y es que desde hace un lustro, el gerente del puesto de castañas no se limita únicamente a la venta de los frutos secos, “que es lo único para lo que tiene permiso”, sino que sus productos van más allá y ahora también ofrece chucherías y chocolatinas que han provocado el descenso de ventas en el kiosco de Manuel. “Todos los años ha pasado lo mismo, y esto ha repercutido en las ventas porque se ha notado la bajada”, explica.
Manuel se lamenta que después de 25 años al frente de este negocio, en el que su familia ya llevaba 50, la Ciudad “no respeta mi trabajo”, palabras que argumenta en el hecho de que ya ha hecho varios intentos de hablar con varios consejeros, “Doncel, Guillermo Martínez y todos están muy ocupados para atenderme”.
Incluso el pasado año consiguió hablar con el presidente Vivas quien consiguió que retirarán el puesto, “para nada porque a los dos días lo volvió a colocar”.
El afectado insiste en que este año el puesto cuenta con permiso “pero con la condición de que sólo venda castañas, pero otras vez ha vuelto a hacer caso omiso y vuelve a vender chucherías”.
Ni siquiera la llamada a la Policía Local, hasta cinco veces, ha conseguido el esperado resultado. “Vinieron pero no ha servido para nada, sigue haciendo lo que le da la gana”.
Manuel se indigna ante el hecho de que el kiosco es su única forma de sustento, mientras que en el caso del puesto de castañas, un negocio familiar, “a excepción del padre que está jubilado, los hijos están trabajando”.