Era el mes de enero. Frío y lluvioso como no se conocía desde hacía años. Yo entraba en uno de los garitos del puerto de Algeciras a comprar agua y algo más. Había cola. Nos atendían dos empleadas y el dueño del negocio, que estaba muy contento. Nos comentaba que desde que la naviera Acciona había bajado el precio del billete de barco a 6 euros, en el Puerto se notaba mucha actividad. Sobre todo de viajeros de la península que iban a Ceuta a hacer algunas compras, o simplemente a dar una vuelta. Aunque también se notaba más movimiento en los pasajeros de Ceuta, que aprovechaban la rebaja para hacer lo mismo. Yo le comentaba a mis alumnos que, por fin, parecía que las navieras se habían dado cuenta de que para hacer mayor negocio había que trabajar con el concepto de precio marginal, en lugar de con el de precio medio. Es uno de los principios de comportamiento económico de las empresas que les explico cada curso.
Entonces dediqué uno de mis artículos semanales a hablar del asunto, que era la “comidilla” de todos los debates locales. Lo que yo me preguntaba, como muchos ceutíes, era si nos habían estado engañando, pues no se podía pensar otra cosa después de comprobar que era posible bajar los precios en un 70%. Especulaciones aparte, que las hubo, no quise en aquel momento dejar pasar la oportunidad para recordar lo que la ciencia económica había resuelto sobre este problema. En esencia decía que en el caso de Ceuta, al haber una clientela cautiva, se obtenía el mayor beneficio con el menor esfuerzo, pues no era necesario tener en cuenta el factor de la competencia, al practicarse, de facto, una política oligopolista en los precios y en el trato a los clientes, por parte de las navieras. Lo anterior, sumado a su alto grado de apalancamiento operativo, nos llevaba a la conclusión de que técnicamente era posible no incurrir en pérdidas a pesar de bajar de forma importante los precios de los productos o servicios. Esta era la explicación que yo daba para justificar lo que estaba ocurriendo y para afirmar que había margen suficiente para que las otras dos compañías bajaran sus precios, como así ocurrió.
Sin embargo, también dije entonces que las navieras no nos habían estado engañando. Simplemente habían actuado en un mercado imperfecto y se habían aprovechado de las circunstancias, como haría cualquier empresa. Que el problema era de las autoridades que en su momento no supieron, o no quisieron, ver que en la ruta marítima del Estrecho las reglas de la competencia no reportarían beneficios a los usuarios. Y decía que, en todo caso, eran ellos los que tendrían que dar estas explicaciones al pueblo de Ceuta.
¿Nos están engañado ahora que han vuelto a sus andadas subiendo los precios al doble?. Pues sí. Ahora sí. Primero, porque nos han hecho creer que solucionar el problema del transporte de pasajeros y mercancías de Ceuta era posible contando con ellos. Segundo, porque lo único que han hecho es diseñar una estrategia para acallar las voces que se alzaban, cada vez con más fuerza, reclamando una naviera municipal, o que la línea de interés público se adjudicara a una sola empresa privada. Tercero, porque nos han hecho acariciar la idea de que la competencia era posible.
Ellos son los que mandan. Los dueños y señores del Estrecho. Y nuestros gobernantes sin inmutarse. Por desgracia, además de una clientela cautiva, somos una clientela acomodada y adormecida. Este es el problema. Por eso pueden aprovechar la Operación Paso del Estrecho para atracarnos nuevamente a todos.