Los homenajes se hacen en vida. Cuando uno está bajo tierra las lindezas no se sabe si vienen obligadas o forman parte de ese protocolo fúnebre en forma de obituario tan extendido hoy en día.
Por eso, gestos como el que ha tenido el centro cultural Al Idrissi con el profesor Liazid son para enmarcar.
Liazid es una de las mejores personas que he conocido. Incapaz de tener rencor a pesar de las injusticias sufridas.
Imposible olvidar esa fotografía abandonando la mezquita de Sidi Embarek, imposible olvidar esa campaña tóxica promovida por algunas autoridades políticas deleznables que hallaron calor en este pueblo para extender su maldad.
Liazid ha demostrado que ante el daño uno tiene que ser fuerte, ante las tortas uno se tiene que crecer. El tiempo pone a cada uno en su sitio, lo ha hecho con Liazid, figura respetada por muchos sin importar religión.
Las nuevas instalaciones educativas de este centro cultural llevarán para siempre el nombre del profesor Liazid. Y eso es un orgullo no solo para el centro sino para todos los que hemos tenido a lo largo de nuestra vida trato, charla o cierta afinidad con quien ha sido un ejemplo de lucha por la convivencia. Una lucha sin aspavientos, una lucha enmarcada dentro de la normalidad.
A Liazid se le ha calificado de “apóstol” de la convivencia. Lo es. Un ejemplo en valores, también.
Quizá deberíamos escuchar y leer más las manifestaciones del profesor en pro de la convivencia porque son enseñanzas de vida, no etiquetas de las que algunos tiran al servir de comodín para ganar la partida política.
‘Al Idrissi’ puede pensar que con su gesto ha llevado a cabo una acción privada de respeto que debían a Liazid. Se equivocan.
Han conseguido que muchos nos sintamos orgullosos por el recuerdo, por la elección y por el trato hacia alguien que se ha convertido en patrimonio de muchos. Lo ha hecho en silencio, con la calma del sabio y la paciencia de quien sabe que todo, al final, dentro del caos, siempre vuelve a su lugar. Siempre.