Mi prima maría Paseaba por el campo con mi perra Tula, cuando a lo lejos me pareció ver a dos mujeres que venían hacia mí. Por sus atuendos, no encajaban muy bien en el paisaje. Conforme se acercaban, vi que una de ellas iba maquillada y con ropa elegante. Nada de chándal, o zapatillas de deporte, como hubiera sido lo normal por esos parajes. Era mi prima María, a la que no veía desde hacía tiempo.
Yo iba pensando en mi artículo del fin de semana, que escribiría a mi vuelta. Lo iba a titular “La España convulsa”.
El espectáculo que nos estaban dando nuestros políticos era intolerable. Pero, qué mejor ejemplo de esta España decadente, llena de santos inocentes, como en la película de Camus, que el de mi prima María, pensé. María es la esposa de un primo hermano mío, al que tengo un especial cariño desde pequeño.
Es una lectora voraz. Sus gruesas gafas de miope le delatan. Mi primo es el mayor de esta parte de mi familia. Es un hombre grandullón y noble, al que siempre he conocido trabajando.
Primero en Barcelona, donde se dejó, casi, una mano en la amasadora averiada de una pastelería. Y después en Alemania, donde destacaba entre los trabajadores de la factoría.
Era maestro. Y no debía hacerlo muy mal, cuando más adelante, ya de vuelta en España, montó su propio taller de metalistería, con bastante éxito. Llegó a tener más de diez empleados a su cargo. Entre ellos, a sus propios hijos, a los que enseñó una profesión.
Pero vino la crisis. Esa que nos pilló a todos desprevenidos, y por la que aún pagamos. Aunque él tenía una situación solvente, una mala operación financiera de compra de unos terrenos para construir su taller, junto a un muy deficiente y sesgado asesoramiento de la entidad que le concedió el préstamo, le ha llevado a la ruina.
“Yo siempre he sostenido que el ser de izquierdas no estaba reñido con beber un buen vino, o tener una buena casa”
Su error fue ofrecer su casa en garantía de la deuda. Pero, cuando los pedidos empezaron a fallar y no pudo hacer frente a los salarios, la deuda se hizo cada vez mayor. Hacienda, Seguridad Social, el Banco….Todos querían cobrar y él no podía pagar.
Empezaron a correr los intereses y la deuda se hizo insoportable. Acudió a mí en busca de ayuda jurídica, cuando ya era demasiado tarde. Lo único que pude conseguir fue retrasar el embargo de su casa. Era su única propiedad. Donde vivía y había criado a sus hijos.
Mis argumentos en el sentido de que, en una pequeña localidad, embargar una vivienda a una persona era estigmatizarla para toda la vida, para lo único que sirvieron fue para retrasar el terrible desenlace unos pocos años. No obstante, han sido suficientes para que su madre falleciera y no pasara por este calvario.
Ayer escuchaba los argumentos de Pablo Iglesias para defender su derecho a irse a vivir a un chalé a las afueras de Madrid, que le va a costar una hipoteca de 1.700 euros mensuales.
Yo siempre he sostenido que el ser de izquierdas no estaba reñido con beber un buen vino, o tener una buena casa, siempre que te lo pagaras con tu dinero y lo ganaras honradamente.
Pero nunca hice bandera de ello, ni critiqué a nadie por esto. Sin embargo, Pablo alardeó, indebidamente, de vivir en Vallecas. Y su amigo, hasta ayer, Kichi, junto a su esposa, Teresa Rodríguez, siguen haciendo ostentación de su voto de “pobreza”, aunque desde la seguridad que les dan dos sueldos públicos bastante altos.
Ahora se ven atrapados por sus palabras en un absurdo embrollo, que no hace más que dar argumentos a los conservadores de derechas y de izquierdas, para seguir cargando contra una formación política que puede dar mucho juego en nuestro país.
Es decir, los únicos que decían cosas sensatas entre los políticos, ahora están metidos en una especie de reality, para contarnos en directo las habitaciones en las que vivirán los gemelos de Pablo e Irene, y la medalla que los otros le pusieron a una Virgen de madera. Para echarse a llorar.
Sin embargo, cuando ya parecía que salían los Presupuestos Generales del Estado adelante, y que esto iba a desbloquear el pago de atrasos a cientos de empleados públicos, y a empresas que han vendido sus productos a las administraciones públicas, nos viene la Audiencia Nacional con una sentencia demoledora en la que nos dicen que el Partido Popular, que es el que dirige nuestro presidente del Gobierno, Sr. Rajoy, además de su antiguo tesorero, y otros allegados, se han dedicado a robar a manos llenas y a cobrar comisiones para financiar sus campañas electorales y otras cosas, y, de paso, sus bolsillos, con adjudicaciones de obras públicas sin seguir las reglas de la leal competencia.
Y, por si fuera poco, al ex Ministro de Trabajo y ex portavoz del Partido Popular, Eduardo Zaplana, le decretan prisión sin fianza, por haber robado, supuestamente, diez millones de euros a través de sistemas similares.
Yo defendí a mi prima María en un juicio, en el que reclamábamos su derecho a percibir una pequeña pensión de invalidez, dado su extremo estado de depresión, además de otras dolencias, al que le había llevado una desgraciada situación.
Los jueces no se creyeron a los peritos que declararon en el juicio, que advirtieron del peligro que corría su vida, si se mantenía la misma situación. Los recursos no han servido para nada.
Me esperaba lo peor. Pero hoy, cuando la he visto maquillada y me ha dicho que, mientras pueda, va a pasearse por el pueblo con lo mejor que tenga puesto, para así responder a las malvadas vecinas que, cuando se han enterado de que el banco les quitaba la casa, en lugar de ofrecerle ayuda solidaria, han intentado humillarla aún más. ¡Sinvergüenzas! . ¡Canallas!. Me he alegrado mucho de verla en este estado de autoestima. Me ha servido para seguir creyendo en el ser humano y en su capacidad de superación.
También para confiar en que, la moción de censura planteada, o las elecciones que algunos también piden como alternativa, sirvan para que el pueblo pueda expresar su opinión y nos libremos, de una vez por todas, de esta generación de políticos corruptos.
Si lo conseguimos, quizás podremos contribuir a hacer mas llevadera la existencia a los miles de personas, que, como mi prima María, han visto sus vidas arruinadas de la noche a la mañana, por la falta de escrúpulos de unos especuladores sin corazón. Muchos políticos de esta generación son cómplices de esta situación. Por eso hay que acabar con ellos democráticamente. Es el momento.