Bajo mi punto de vista, varios han sido los procesos electorales más destacables en nuestro país. Durante la Segunda República Española, fueron históricas las elecciones de 1936, en las que obtuvo la victoria el Frente Popular. Después de la Dictadura franquista, las constituyentes de 1977. Más adelante, las elecciones de 1982, que dieron al Partido Socialista de Felipe González la victoria (Federica Montseny, Ministra de Sanidad durante la Segunda República Española, declararía entonces, a preguntas de los periodistas, que se alegraba mucho de que un partido de izquierdas hubiera tomado el poder, pero que mucho se temía que había sido El Poder el que había tomado al Partido Socialista. Llevaba razón). Las próximas elecciones del 28 de abril vuelven a ser trascendentales. Me explico.
Contra todo pronóstico, una coalición de extrema derecha consiguió el gobierno de Andalucía. Ahora amenaza con instalarse en la Moncloa. Si esto ocurriera, el proceso de involución que sufriríamos sería bastante grave. Lo de menos sería la vuelta a la España de la farándula y la pandereta. Esto, además de las corridas de toros, el recuerdo de la Reconquista, o el de los famosos Tercios de Flandes, son solo los mensajes populistas que usan para captar a los indecisos. Son estrategias electorales que ya se han probado con éxito en los Estados Unidos de Trump, o en el Brasil de Bolsonaro, de la mano de integristas de algunas religiones. La profundización en el recorte de derechos, la agravación de las tensiones territoriales, o la institucionalización de la chulería y el machismo como armas políticas sería lo verdaderamente preocupante, como se resalta en medios periodísticos independientes.
Pero les ha salido un contrincante que ellos no esperaban. Es Pedro Sánchez. Que venció por dos veces a los “históricos” del Partido Socialista en los congresos internos. Que consiguió articular una moción de censura para echar de la Moncloa a Mariano Rajoy. Y que, en un tiempo record, ha formado uno de los mejores gobiernos que se recuerdan en democracia. Gobierno, que también en un espacio de tiempo muy corto, ha puesto en marcha medidas sociales importantes. Algunas de calado, pero otras muy simples, aunque de gran impacto y con un evidente mensaje de apoyo a los ciudadanos. Un ejemplo. Cuando yo entré a trabajar en la Seguridad Social, a las personas que se desplazaban a otra localidad les facilitábamos lo que se denominaba “cartilla de desplazados”. Era un mecanismo muy rudimentario, pero eficaz. Sólo tenías que cortar un cuponcito cada vez que eras atendido por otro médico, o cuando necesitabas medicamentos. Mensualmente se hacían compensaciones contables internas. Hasta hace muy poco tiempo, pese a los avances técnicos, resultaba prácticamente imposible comprar medicamentos en una farmacia fuera de tu comunidad. Ahora, gracias a una medida simple adoptada por este gobierno ello es posible. Son pequeños gestos, pero que dicen mucho.
Sin embargo, palidecí cuando un antiguo amigo mío, procedente de la UCD y afiliado al Partido Popular, me dijo que había decidido pasarse a VOX. Es más, me confesó que si ganaba un Frente Popular de izquierdas y cedían parte de España a los independentistas catalanes, estaba dispuesto a cualquier cosa (omito el significado de “cualquier cosa”). Lo achaqué a la edad. Sigue siendo mi amigo, pese a que lo vi sentado en primera fila en uno de los mítines electorales de esta formación. Me entristecí mucho, porque lo aprecio. Pero comprendí que había llegado el momento de hacer algo.
El escenario más favorable sería que entre el Partido Socialista de Pedro Sánchez y la coalición de Unidas-Podemos, sacaran una mayoría parlamentaria suficiente parar poder gobernar. En coalición, o solo el Partido Socialista con los apoyos puntuales de la otra formación y de alguno de los partidos nacionalistas menos “viscerales” (los catalanes están descartados para mí, pues han conseguido envenenar toda la política española, por intereses espurios). De esta forma, y en ello también coincido con los análisis de la prensa más independiente y progresista, se podría profundizar en las necesarias reformas sociales y más redistributivas, favorables a las políticas de igualdad, pensiones públicas y transición ecológica. Esto también frenaría, en parte, la deriva liberal del PSOE, cuando se deja influenciar por las élites económicas y mediáticas, y por sus valedores, los de la “vieja guardia”. Por eso, para ellos la coalición PSOE-Ciudadanos es ideal.
Soy consciente de que los poderes fácticos harán todo lo posible para impedir el escenario descrito anteriormente de un amplio frente progresista gobernando este país. Fundamentalmente, porque se juegan mucho dinero en ello. Pero, si nos movilizamos todas las personas progresistas y de buena voluntad, esto será posible. El requisito es movilizarse y acudir en masa a votar. Aunque, más importante aún es que nos olvidemos un poco de nuestros prejuicios. Ya sé que esto es difícil. Se trata de la “enfermedad infantil” de todas las izquierdas, que ya describieron con brillantez los clásicos del socialismo científico. Pero es necesario que aprendamos algo de la historia y nos olvidemos de nuestras pequeñas miserias.
Por lo pronto, yo ya he dado el paso. He solicitado el voto por correo para votar por esta opción en las próximas elecciones generales. Y para las municipales, voy a dar un paso aún más importante, que explicaré más adelante. No puedo quedarme de brazos cruzados ante la posibilidad de que mis nietas y demás generaciones se queden sin futuro.
La catedral de Notre Dame era un lugar bello que nos dejaron nuestros antepasados y que, ahora, ha sucumbido, en parte, a consecuencia de las llamas. Pero se puede reconstruir. Nuestro planeta no es posible repetirlo. Simplemente, no tenemos otro planeta, como dicen nuestros jóvenes. Y el camino para conservarlo comienza en los espacios más básicos en los que nos movemos.
Que no nos tengamos que arrepentir por nuestras erróneas decisiones. Con pequeños gestos se construyen grandes obras. Votar a las opciones que mejor garanticen nuestro futuro, es uno de estos pequeños gestos, ahora más necesario que nunca.