Antes de que se promulgase el Edicto de Expulsión, Abel Jaim , platero de Cáceres, salió de Castilla pensando instalarse en Túnez ,en donde tenía parientes. Se trataba de un hombre, además de hábil en la más fina orfebrería, versado en la Qabbalah y en la exégesis de la Torá y la Misná, donde el pasado, el presente y el porvenir se dan la mano.
Cada paso que lo alejaba de su aljama querida y de su casa de la que guardaba la llave como si de un tesoro se tratara, le desgarraba el ánimo. Allí la dama de noche perfumaba las estancias, su taller y su sala de meditación en la que hubo dos candelabros, uno de los cuales perteneció al sabio Moshe Calderón, discípulo de Avicena. El amor hacia su familia el estudio de la Misná lo ensimismaba. En los atardeceres escuchaba la voz de su esposa cantar los versos:
Meu amore
Amarte-s´sto:
solo una palabra
por dezir
¿qé palabra me dirás
qe me robe el aliento?
Pero la felicidad se acabó de la manera más imprevista. Durante unas obras en el aljibe de la casa, dieron con un esqueleto que sostenía un rosario entre los dedos mondos. Las autoridades decidieron que el hecho de que apareciera un esqueleto cristiano al remover la tierra no era algo extraño, pero que apareciera en casa de un judío y con un rosario en la mano tomaba caracteres alarmantes.
Al hallarse referencia del enterramiento, el Corregidor, no pudo culpar al platero e incapaz de probar sus sospechas, mandó rondas para inspeccionar la casa, lo que tuvo como resultado que la clientela del hebreo disminuyera drásticamente. Agobiado de soportar tanta amenaza, y viendo asomar el morro a la ruina. el platero tomó la decisión de marcharse de Sepharad y establecerse en Túnez para lo cual vendió su casa, olivares y trojes y tomó barco para cruzar el Estrecho.
Por desgracia, su esposa murió durante el naufragio, salvándose su hija Saad y su hijo Jacob. A pesar de la desgracia sufrida, consiguió establecerse en el barrio de los sarefs de Túnez , donde tenía parientes, y una vez instalado , oraba y se preocupaba de dar clases a sus hijos y atendía a la clientela que debido a su habilidad fue en aumento , pero siempre recordó a Sepharad y a su antigua casa de Cáceres donde durante los atardeceres oía cantar a su esposa.