El coronavirus nos ha mantenido lejos de nuestros seres queridos desde hace ya casi un año. También nos ha alejado de aquellos países vecinos a los que, como ocurre a Ceuta y
Marruecos, les une un estrecho vínculo comercial y de tránsito. Unos lazos que ahora se han visto paralizados desde que irrumpió la pandemia en nuestras vidas y que ha afectado, especialmente, a las ciudades del norte del país. En Castillejos (Fnideq), mismamente, ya son hasta tres veces las que se han convocado grandes manifestaciones en las últimas semanas reclamando la reapertura de la frontera con Ceuta.
La más reciente, este último viernes (pues es en este día de la semana cuando han tenido lugar las protestas, también las anteriores). El cierre de la frontera con los enclaves españoles por COVID-19, en marzo de 2020, asestó un duro golpe a la economía de Castillejos y su entorno. Toda la región depende del comercio con Ceuta y Melilla, más al este, y en particular del contrabando. Un "comercio atípico" que privó al reino, según el diario francés Le Monde, de 4.000 a 5.000 millones de dirhams (entre 370 y 460 millones de euros) de ingresos fiscales cada año, y que el gobierno había intentado limitar cerrando el puesto fronterizo de Tarajal, reservado a los transportistas de Bienes con tasa cero, finales de 2019. Sin embargo, otras fórmulas para reactivar la economía se están llevando a cabo en el norte de Marruecos. Recientemente conocíamos la noticia de que
se retomaban las obras para la construcción de una zona franca en Castillejos, tras anunciarse la paralización de las mismas por problemas con el contratista el pasado mes de diciembre. Un proyecto que, según anunciaba el propio presidente del Gobierno marroquí, Saadeddine Otmani, tenía vistas a "crear una nueva dinámica económica" en una región que había sido visiblemente perjudicada, y más aún desde que cerraron las fronteras con una ciudad con la que mantenía una relación tan estrecha en tránsito y actividad comercial como es Ceuta.