Suelo dormir bien y sin problemas. También tengo por costumbre madrugar, pues a esas horas es cuando mejor trabajo y más concentrado estoy. Por esa razón me acuesto temprano. Pero, días atrás tuve una pesadilla bastante rara. El escenario de lo que me aconteció se producía en algún lugar conocido, que ya había visitado con anterioridad, pero que no podía identificar. Se iban mezclando, en una especie de puzle, calles y plazas de distintas ciudades y lugares del mundo en las que habíamos estado. Pese a todo, el lugar me resultaba familiar. Iba andando por las calles, casi sin ropa de abrigo ni calzado adecuado. Había poca luz y comenzó a llover. Yo seguía andando, confiando en que la aplicación de mi móvil me llevaría al lugar al que yo quería llegar.
Pero el mapa inteligente no acababa de localizar el lugar exacto al que me dirigía, pese a que se lo indicaba con precisión. Parecía como si la Inteligencia Artificial del aparato estuviese jugando conmigo. Solo me obedecía en parte, dándome informaciones sobre estos lugares, pero sin indicarme el camino por el que llegar. Nunca se había comportado así. De esta forma, cada vez me iba alejando más y me introducía en una especie de laberinto del que no podía salir. El sistema parecía que había colapsado. De pronto desperté. Tenía una gran ansiedad y mucha sed. No pude dormirme nuevamente.
A los dos días de aquello, el pasado lunes 29 de abril, pasadas las 12:30 de la mañana recibía un mensaje de mi esposa anunciándome que el tren en el que viajaba se había quedado bloqueado cerca de Ciudad Real. Comenzaba el gran apagón. Conforme pude conectarme a la radio y obtener más información, me fui percatando de la magnitud de la tragedia. Algunos atribuían el incidente a un ciberataque, aunque sin datos para hacer esta afirmación. Esto me produjo mucha más ansiedad y angustia. Sin embargo, cuando se informó de que el presidente del Gobierno de España estaba en la sede de Red Eléctrica Española, junto a las ministras y ministros correspondientes, me tranquilicé. Mucho más, cuando escuché su primer mensaje a la ciudadanía, a eso de las seis de la tarde. Dio unos certeros consejos sobre cómo proceder en esta situación, para evitar situaciones más críticas, y nos indicó que aún estaban investigando las causas del incidente. Pero adelantó que en el momento que se conocieran, se depurarían responsabilidades. A esas horas me pareció irrelevante que hubiera comparecido antes.
De toda la información que he escuchado y leído, hay varias cuestiones que se repiten en todos los análisis. Una, la falta de inercia del sistema, que pudo limitar la capacidad de compensar perturbaciones en la red. Dos, nuestra capacidad de interconexión con el sistema europeo excesivamente baja. La primera es ocasionada por las energías solar y eólica. Para evitarla o paliarla sería preciso incrementar el despliegue masivo de baterías, como se ha hecho en Alemania o California. Respecto a la segunda cuestión, es necesario vencer las resistencias de algunos países europeos, que ven en España un serio competidor en producción de energía barata, a consecuencia de su posición como potencia de energías renovables.
Aunque aún no se sabe con certeza qué es lo ocurrido, dada la complejidad del sistema, expertos del CSIC advierten de que la seguridad total y al 100% en la red eléctrica no es alcanzable, salvo que se le dediquen una cantidad de inversiones inasumibles. Por tanto, un accidente de este tipo es técnicamente posible. Aunque sea en una probabilidad muy baja. Quizás por ello, para evitar este fallo técnico, además de las dos soluciones anteriores, también algunos expertos apuntan a la denominada “Ciberseguridad energética estructural”. No sé qué es exactamente esto. Pero debe ser algo para evitar que la Inteligencia Artificial nos conduzca al colapso del sistema, como ocurrió el lunes, y como sucedía en mi pesadilla. Mientras tanto, a mí me ha dado muy buen resultado tener a mano un camping gas, seguir usando transistores a pilas y tener bien cargadas las baterías de los móviles y portátiles, además de los depósitos de combustible de los automóviles. Y por supuesto hacer caso a los consejos de las autoridades competentes.
Decía Rabindranath Tagore que “si lloras porque el sol se ha perdido, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas”. Y yo, como gran parte de la ciudadanía de nuestro país, decidí no llorar esa noche. Fue entonces cuando este inesperado apagón me permitió contemplar un cielo estrellado como nunca, y distinguir las constelaciones que usan para guiarse los marinos en sus travesías. La Osa Mayor, la Osa Menor, Casiopea, Pegaso, Orión, Escorpión o la Cruz del Sur. Constelaciones que siempre han estado ahí para guiarnos, pero que, o no hemos podido verlas con claridad, o no hemos sabido interpretarlas, en nuestro permanente viaje como especie (Jorge Drexler).
Todo lo anterior nos debe llevar a la reflexión. A darnos cuenta de la fragilidad que tenemos como especie y, sobre todo, a tener claro el camino para reforzar nuestra convivencia y nuestra defensa como sociedad. El contrario al de la crispación y la propagación de bulos y mentiras. Es el camino y los mensajes que han vuelto a lanzar los sindicatos en la celebración del Primero de Mayo.