Las obras de mejora llevadas a cabo por
Tragsa en el parque de
Santa Catalina han convertido esta zona en un particular punto de riesgo en el que a la falta de suministro de luz (solo un puñado de farolas están activas) se suma las complicaciones propias de un terreno en plena transformación en Ceuta.
Las actuaciones comenzaron en agosto del pasado año buscando convertir este parque en un auténtico vergel después del desastre registrado con plantaciones equivocadas amén de la degradación de mobiliario y aparatos instalados para la
práctica de gimnasia que terminaron quedando inservibles. La falta de un estudio en condiciones llevó a este auténtico desastre al que ahora se ha pretendido poner un punto y final tras 10 años de fracaso. Lo que no se ha tenido en cuenta es la integridad física de los asiduos a este parque y la ausencia total de medidas que garanticen que no se produzcan accidentes.
Quejas por la integridad de los usuarios
Dar un paseo se convierte, sobre todo por las tardes cuando hay menos luz, en una acción de riesgo. Tanto que ya ha generado quejas entre los que encontraban aquí un lugar de esparcimiento. El desarrollo de las obras centradas en construcción de pequeños muretes y apertura de zanjas queda sin protección alguna ni advertencias de prohibición del tránsito. Y eso es precisamente lo más peligroso: hay riesgos que ni siquiera se ven. De acuerdo con la actuación que encargó
la Ciudad, al movimiento de tierras se sumará, cuando esté todo terminado, la colocación de especies que, esta vez sí, deberían adaptarse al terreno y a los vientos para no morir.
Serán plantas propias de zonas sectas y mediterráneas como las variantes de Cistus o arbustos como los Tamarix nativos de las partes más secas de Eurasia y África. Cuatro millones de euros fueron los aprobados para esta intervención que, como siempre ocurre, viene marcada por el retraso e incumplimiento de plazos.