No conozco a nadie que no haya recibido algún tipo de llamada a una hora intempestiva ofreciéndole una tarifa telefónica mucho más barata si se cambiaba a su compañía, o solicitándole una cuota un poco más alta para seguir ayudando a los niños desamparados del mundo. Pero no son solo las compañías telefónicas, o algunos organismos internacionales. También desde algunas ONG’s, desde departamentos comerciales de determinadas empresas o desde los mismos bancos se realizan este tipo de prácticas. Todos tienen algo maravilloso que ofrecerte y todos se “sorprenden” cuando les rechazas, amablemente, su ofrecimiento, generalmente, después de haber aguantado el sermón durante varios minutos.
Pero la cosa no queda ahí. Si nos vamos a internet, los mensajes no deseados y los intentos de extorsión son infinitos. Es la nueva puerta de acceso a nuestro espacio íntimo de los nuevos cacos. Algunos son simpáticos. Te dicen que han heredado una tremenda fortuna y que están a punto de morir. Solo quieren tu cuenta y datos personales para transferirte alguna cantidad importante de dólares o euros. Otros se presentan como inocentes anunciantes. Normalmente suelen acompañar un documento adjunto, que, si accedes a él, tienes garantizado el troyano dentro de tu computador. Si tienes un antivirus más o menos bueno y un cortafuegos decente, estos correos no deseados se suelen detectar y borrar. Pero no siempre ocurre así. Algunas veces logran penetrar en tu ordenador, suplanta tu personalidad y se dedican a cometer supuestos delitos en tu nombre.
Supongo que de todas estas cosas estarán al día las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Si embargo, cuando leemos las noticias de ataques masivos a los sistemas informáticos públicos, algunos efectuados desde direcciones cercanas a determinados gobiernos, las dudas acerca de la eficiencia de sus actuaciones nos asaltan a todos.
Días atrás recibimos una llamada muy rara. Era muy temprano, aunque ya estábamos en plena actividad en nuestra pequeña panadería familiar. El que hablaba tenía acento inglés, pero hablaba con un español pésimo, casi peor que mi inglés. Nos decía que llamaba en nombre de la compañía Microsoft. Como ruido de fondo parecía que se distinguía una gran actividad de operadores en una gran sala. Igual que cuando la telefónica pasaba las llamadas cambiando cables de unos agujeros a otros, pero con ruido de teclado de ordenador. Nos informaba de que en nuestro ordenador teníamos un virus muy peligroso. Nuestro hijo, que fue el que atendió la llamada, se debió de percatar de su falsedad, y le respondió que nosotros no teníamos ningún ordenador. Entonces, el inglés, algo desconcertado, no supo reaccionar y cortó la comunicación.
Cuando me contó el episodio, recordé que el día anterior, uno de los ordenadores que tenemos, funcionaba muy lentamente. Parecía que el antivirus estaba haciendo un análisis rutinario de todo el sistema. Acto seguido, en otro de los ordenadores, aparecían mensajes raros de falta de espacio en la memoria y de que si no apagábamos el computador, perderíamos información. Rápidamente empecé a recordar otros mensajes raros. Por ejemplo, de una supuesta oficina de aduanas brasileña que decía que pasaba a vía ejecutiva nuestras deudas. O de una señora de nombre inglés, o americano, que nos enviaba un adjunto con la factura, sin especificar el servicio o compra realizada. También un mensaje al móvil, advirtiendo de que nuestro pedido no había podido ser entregado al estar pendiente de pago el arancel de aduanas. Evidentemente, en todos los casos te proporcionaban una dirección o un archivo adjunto, al que te invitaban a acceder.
Hace unos años, en una de las conferencias inaugurales del curso en el Campus universitario de Ceuta, el profesor julio Ortega, catedrático del departamento de Arquitectura y Tecnología de Computadores de la Universidad de Granada, nos hablaba sobre "Las claves de la mente humana a través de la supercomputación". Me interesaron mucho sus reflexiones sobre la realidad de que ya teníamos máquinas capaces de hacer el mismo número de operaciones que nuestro cerebro y a la misma velocidad. Incluso, pronosticaba que la evolución de la ciencia haría que en un plazo de unos 30 años se consiguieran computadoras más inteligentes que los humanos. Evidentemente, si ello se produce, tendrá enormes implicaciones éticas, y consecuencias de todo tipo para la humanidad. La más visible, que ya se está produciendo, que el proceso de creación de puestos de trabajo no iba a evolucionar al mismo ritmo.
En un artículo que publicaba a propósito de dicho evento, me lamentaba de que algo que debería servir para liberar al género humano de trabajos repetitivos y difíciles, de momento solo estaba sirviendo para enriquecer a unos cuantos y agrandar la desigualdad en el mundo. Pero, lo más preocupante era pensar que a alguien se le pudiera ocurrir la idea de poner este inmenso ejército de robots a trabajar para esclavizar, aún más, a la humanidad. El profesor Ortega, en aquella ocasión nos hablaba, medio en broma, medio en serio, de la posibilidad de conectar un cerebro humano a un supercomputador. De esta forma, una vez liberado de las ataduras del cuerpo, podría durar eternamente.
Y digo yo. ¿Acaso no son esos robots informáticos los que, mediante algoritmos, se dedican a enviar durante 24 horas al día mensajes malignos a nuestros ordenadores intentando acceder a nuestros datos personales?. O, ¿no son también estos mismos robots los que nos siguen a diario en nuestras preferencias de viajes, de compras, de ocio, para, mediante técnicas de minería de datos e inteligencia artificial, hacernos las ofertas más tentadoras para que sigamos consumiendo de forma totalmente insostenible?.
Esto está pasando ya. De ello, nos informaba el profesor Casillas, también de la Universidad de Granada, en su conferencia inaugural del 29 Congreso Internacional del RESER celebrado recientemente en Ceuta. Con imágenes y ejemplos, algunos sobrecogedores, nos fue desgranando las enormes ventajas del empleo de la inteligencia artificial para conseguir un mayor bienestar en el desarrollo humano, pero también su lado oscuro. Aquél que desarrollaba terribles procedimientos para el control y la manipulación de nuestras mentes.
¿Es posible parar estos avances?. Sinceramente, creo que, ni es posible, ni es aconsejable. Sin embargo, como proponía el profesor Casillas, lo que han de incrementarse son las medidas de control de los comportamientos poco éticos. También la formación en nuevas tecnologías desde los primeros cursos escolares.
A los de una edad más avanzada nos toca sortear este tipo de acosos informáticos, de la mejor forma posible. Y cuando algún inglés, con pésimo acento de español nos llame en nombre de una supuesta compañía informática, lo mejor que podemos hacer es mandarlo a tomar por el “Brexit” lo más lejos posible.