Pensé yo que era algo debido a mi juventud y a mi impulso revolucionario de entonces. Hablo de la España de finales de la década de los 70. Cuando murió el dictador y aún corríamos por las calles huyendo de los “grises” los estudiantes que nos oponíamos a la dictadura y perseguíamos la democracia. En esos años aún pensábamos que era posible la revolución.
Sin embargo, lo que nos hicieron fueron los pactos de la Moncloa, que fueron acuerdos económicos y políticos firmados en 1977 entre el gobierno de Adolfo Suárez, los principales partidos políticos y los sindicatos. Estos pactos tenían como objetivo estabilizar la economía española y facilitar la transición hacia la democracia, tras la muerte de Franco. Aunque los Pactos de la Moncloa ayudaron a evitar una crisis económica y a consolidar el sistema democrático, algunos de nosotros sentíamos que no se había ido lo suficientemente lejos en los cambios estructurales necesarios.
Considerábamos que estos acuerdos, aunque necesarios en su momento, implicaban concesiones que frenaban las aspiraciones revolucionarias de muchos jóvenes que aún soñábamos con una transformación profunda de la sociedad. Fue una época de grandes expectativas, pero también de desilusiones, ya que el pragmatismo político muchas veces se impuso sobre los ideales que nos movían. A pesar de todo, los Pactos de la Moncloa siguen siendo un hito importante en la historia reciente de España, un testimonio de la capacidad de diálogo y consenso en tiempos de cambio.
Aquí jugó un papel muy importante el Partido Socialista Obrero Español y dentro de este, Felipe González, una figura central en la política española, que tuvo un papel decisivo en la transición del país hacia una economía más moderna y competitiva. Como líder del PSOE y presidente del gobierno desde 1982 hasta 1996, González impulsó la reconversión industrial, un proceso crucial que implicó la reestructuración y modernización de sectores industriales obsoletos para hacerlos más eficientes y sostenibles. Este proceso, aunque necesario, fue muy controvertido debido a los cierres de fábricas y la pérdida de miles de empleos, lo que generó un profundo malestar en los sindicatos y entre los trabajadores afectados. Sin embargo, González defendió estas políticas como indispensables para asegurar el futuro económico de España y su integración en la Comunidad Económica Europea.
Otro punto clave de su mandato fue la decisión de integrar a España en la OTAN, un tema que dividió a la sociedad española y al propio partido. En 1986, el gobierno de González organizó un referéndum para decidir la permanencia de España en la Alianza Atlántica, una cuestión que había generado intensos debates y oposición de varios sectores que temían las implicaciones militares y políticas de esta alianza. A pesar de la resistencia, el 'sí' ganó con el 52,5% de los votos, y España continuó en la OTAN, marcando un paso definitivo en su política exterior y su compromiso con la defensa colectiva en el marco de Occidente.
Estos temas, la reconversión industrial y la permanencia en la OTAN, son ejemplos de las decisiones difíciles y a menudo impopulares que González tuvo que tomar durante su gobierno, decisiones que moldearon el curso de la historia reciente de España y que aún suscitan debate y reflexión. En su momento, yo fui uno de los que no aceptaron estas decisiones. Con el paso del tiempo, llegué a comprenderlos. Pero, ahora, cuando leo las declaraciones de Felipe González contra Pedro Sánchez en el foro de la convención de los empresarios de Valencia, me indigno. No solo expresó su descontento con la gestión de Pedro Sánchez, sino que también abordó la importancia del papel de los empresarios en la creación de empleo. Afirmó que son los empresarios, con su capacidad de innovar, invertir y generar oportunidades, quienes verdaderamente impulsan la creación de empleo, y no las disposiciones del Boletín Oficial del Estado (BOE).
Evidentemente, los empresarios generan empleo, pero se le olvidó a Felipe González uno de los principios más importantes del socialismo y de la socialdemocracia, a saber, que son los obreros los que trabajan, y si no lo hacen en un entorno favorable, con buenos salarios y con sus derechos reconocidos, el desarrollo económico sano y sostenible no será posible.
Pero fue más allá. No se mordió la lengua al expresar sus críticas hacia la gestión de Pedro Sánchez, al cuestionar abiertamente las políticas económicas del actual presidente, argumentando que se alejaban de los principios de estabilidad y modernización que él mismo había defendido durante su mandato. González acusó a Sánchez de adoptar medidas populistas que, según él, ponían en riesgo el progreso económico logrado en las últimas décadas. Señaló que la falta de rigor y previsión en la gestión actual podría acarrear consecuencias negativas a largo plazo, afectando la competitividad y el crecimiento sostenible del país. Asimismo, criticó la falta de diálogo y consenso en la toma de decisiones, un aspecto que consideraba fundamental para asegurar la cohesión y la estabilidad política.
Es decir, hizo suyos los argumentos de la derecha española, que en lugar de aceptar el dialogo, se está dedicando a la propagación de bulos y al ataque sistemático a todo lo que venga del Gobierno central. Pero sus declaraciones más delirantes estuvieron cuando acusó, de forma velada, a la actual ministra de Hacienda, María Jesús Montero, de aprovecharse de la situación como candidata a la Junta de Andalucía, siendo ella la que organizaba el reparto de los fondos del Estado.
Y digo yo, ¿entre 1982 y 1996 quién era el que repartía los fondos del Estado, mientras que se presentaba a las elecciones?
Confirmado. Ni me gustaba, ni me gusta nada Felipe González.
ISIDRO, nombre de pila de este personaje creado y dirigido por el entonces líder Europeo, el canciller Alemán y la CIA, desmantela los altos hornos de Vizcaya, de Valencia, desmantela todo el tejido Industrial y convirtió a España en un país de Camareros, Sol y playa, relanza el puerto de Algeciras y matando al de ceuta, a los Musulmanes ceutíes nos condenó aplicándolo la Famosa LEY DE EXTRANJERÍA DEL 85, nos condenó a ser extranjeros en nuestra propia tierra, es decir, dejar la tarjeta estadística y obtener DNI por residencia, equiparandonos a cualquiera extranjero con dos meses en España, nunca visitó xeuta, etc,etc, un personaje de cuidado y un lobbista que se ofrece al mejor postor, a mi y a muchos nunca nos gusto el pesetero de de derechas ISIDORO FELIPE GONZALEZ Z( espero que lo publiquen)
Ni él, ni Alfonso Guerra tuvieron la valentía de intentar gobernar Andalucía.
Todo lo que hacen ahora, viene a descategorizar lo que hace 40 años predicaban.
Su presencia en el PSOE es negativa; por lo menos otros se dejan montar chiringuitos por la Ayuso o "debaten" como si hubieran sido siempre de derechas.
Ahora es un acudalado ciudadano dominicano y empezó con la chaqueta pana. A quien le puede gustar un sujeto como este?, de estos hay muchkis
A ti no te gusta Felipe González, y a mí no me gusta tú.