Yo creo que me he perdido algo en esto de las obras. Hace meses escribimos lo mismo que ahora el Gobierno anuncia como nuevo: el vallado del solar donde se va a edificar la nueva capilla de la Virgen del Carmen.
Las mismas acciones que este miércoles estaban realizando unos operarios en la zona de Miramar fueron las que se llevaron a cabo un poco antes de las elecciones, básicamente levantar unas vallas. Entre uno y otro espacio temporal nos hemos quedado dormidos dejando pasar el tiempo como si nada.
Es lo que sucede con las aventuras políticas, los proyectos y las promesas. Te sacan las máquinas un día para anunciar lo que van a hacer y se olvidan de lo prometido hasta que, meses después, vuelven a salir a escena con la misma canción.
Recuerdan a uno de esos culebrones de cientos de capítulos en los que si pasabas un mes sin verlos nada te perdías.
Aquí sucede lo mismo. En la futura iglesia del Carmen nos hemos quedado en modo bloqueo, rezando ya para que en 2025 se pueda celebrar la festividad en el nuevo templo y no suceda como con la obra de Juan XXIII cuyos vecinos han leído decenas de reportajes y noticias preñadas de compromisos y anuncios que luego no se han ejecutado.
Los gobernantes deberían evitar dar plazos para no topar con el muro de una realidad hiriente que les recuerda que todo lo dicho previamente es falso.
Aprender esa lección es complicado porque topa con el propio ejercicio de una política que se ha transformado en la indeseada forma de prometer lo irrealizable para arrancar los votos de quienes creen en proclamas y cantos de sirena.
Tendremos nueva capilla del Carmen, sí. La incógnita es si esto terminará como aquella estación del ferrocarril, ¿la recuerdan?, que vio la luz después de un historial de despropósitos e historias para no dormir sobre las que nunca se aportó la obligada justificación.