Nunca he sido amiga de fechas si éstas suponen una reduccionismo de la realidad. Hoy, 6 de febrero, un día trágico en la historia migratoria de Ceuta, hay quienes se empeñan en focalizar su protesta, su crítica o su mensaje solo a lo ocurrido aquella madrugada. Los hay incluso que parecen descubrir ahora la existencia de vallas físicas y mentales, los hay que se enteran ahora de que las concertinas matan, o los que descubren que las políticas migratorias de ahora, como las pasadas, son absolutamente erráticas. Tanto, que no hacen sino dejar víctimas en el camino. Muertes. Una detrás de otra. Yo no quiero hablar de fechas concretas, prefiero un abanico mayor, sin diferencias, porque en todos los episodios hay dramas, porque en todos se sigue repitiendo la muerte de personas cuyo único objetivo es cruzar una valla, porque en todos se sigue exponiendo a unas fuerzas de seguridad a una vigilancia obligada pero carente de medios, preñada de actitudes hipócritas y bañada por leyes sin sentido fruto de partidos políticos que gobiernan basándose en intereses. Tragedia tras la muerte aplastadas o ahogadas de quince personas aquella madrugada. Pero tragedia también cuando años atrás fallecieron otros inmigrantes desangrados en las concertinas de unas vallas que financia Europa o disparados por la espalda. Tragedia cuando dos jóvenes han muerto quemados dentro de una cueva, muy cerca de nuestra Ceuta, sin que hasta el momento se haya iniciado siquiera un proceso para depurar responsabilidades. Tragedia también hace unos días, en plenas Navidades, cuando fallecieron más jóvenes aplastados y ahogados, en algunos casos sin tener siquiera el reconocimiento oficial. Leo artículos de quienes hablan de violaciones de derechos humanos, de quienes denuncian injusticias, de quienes lamentan la actitud de algunas entidades reduciendo todo esto a una única fecha, incurriendo en un reduccionismo que no nos deja ver la auténtica realidad de lo que está pasando en nuestras fronteras, en ese Estrecho que traga y traga vidas de hombres y mujeres sin que todavía seamos capaces de, siquiera, cifrar a esas víctimas. Seguimos formando parte de una sociedad de borregos, de una sociedad que se mueve a base de los impulsos de las masas, que critica o reclama dignidad solo un día concreto mientras que el resto del año calla. En Ceuta tenemos una asignatura pendiente, y la tenemos desde el primer momento en el que hemos asistido al espectáculo bochornoso ofrecido por partidos políticos y oenegés que callaban porque estaban ‘cerrados por vacaciones’ cuando en plenas Navidades tuvimos auténticos dramas en los espigones, como si funcionaran según los tiempos de un reloj que se mueve a base del impacto querido. En inmigración no sirven los relojes, ni sirven las fechas. Solo sirven las intenciones, la concepción global de lo que ocurre, la memoria histórica para que no vuelva a pasar lo que, desgraciadamente, sigue ocurriendo. Con todos mis respetos. No.