La constancia de los trabajadores transfronterizos es admirable. Llevan seis meses acudiendo cada semana a manifestarse de manera pacífica con la esperanza de que sus peticiones sean escuchadas y se regularice una situación que ya pesa sobre sus espaldas. En poco menos de un mes se cumplirán dos años de ese cierre de la frontera que los dejó atrapados en Ceuta. Algunos se marcharon a Marruecos, pero otros decidieron quedarse por tener en la ciudad su pan de cada día y no poder optar a perder su trabajo. Un puesto que siguen desarrollando día a día mientras con paciencia aguardan a que se regularice su situación y puedan por fin volver a sus hogares, ver a sus hijos, a su mujeres a sus maridos, abrazarlos y sentir ese calor familiar que ya hace tanto que no los abriga.
Recientemente, a propósito de la visita a Ceuta del ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, fueron recibidos por el secretario de Estado en Migración, Jesús Javier Perea Cortijo. De aquella reunión salieron esperanzados, con la firme promesa de que se estaba trabajando en el tema, intentando articular algún mecanismo dentro del actual reglamento de la Ley de Extranjería para darles una solución sin ir en contra de aquellos que en su día decidieron recorrer los corredores humanitarios de regreso a su país. Palabras que se clavaron en la mente de este colectivo que paciente aguarda cada día noticias de Madrid. Una comunicación que no llega y que pasa factura en los rostros de estos trabajadores que cada lunes suman una semana más a una espera que lleva implícitos tantos factores e historias como personas conforman este colectivo que forma parte de la ciudad y que necesita salir de ella para ver a los suyos, pero con la tranquilidad de saber que pueden después regresar y seguir trabajando porque, para ellos, no existe la opción de dejarlo todo atrás.