Bajando su crédito público a marchas forzadas, don Mariano ha tenido que presentar, en palabras de don Alfredo, su “nuevo discurso de investidura”. ¿Qué fue de todo lo prometido antes de las elecciones, impreso en hojas de un esperanzador azul cielo? ¿Lo recuerdan? No quería el PP del ahora Presidente de Gobierno que nos mintiesen más y que nos subiesen más el IVA, porque con toda su carga de negatividad, ello suponía más paro y más recesión. En conclusión, había que refugiarse bajo las amplias alas de la gaviota amable, que, ahora, demuestra no tener la actitud del generoso pelícano alimentando a sus crías con la propia sangre, establecido por la iconografía cristiana como símbolo del amor. No es el caso, porque la gaviota es carnívora y anda esquilmando a su propia prole sin que le tiemble el duro pico. Todos recordamos cómo graznaba el pájaro ante una menor subida del IVA cuando aún no había hecho su nido en la Moncloa y cómo grazna ahora para subirlo del 18 al 21 y del 8 al 10 %. Lo que era inútil y pernicioso antes, ahora resulta ser mejor remedio que el bálsamo de Fierabrás, amargo sí, pero tanto o más benefactor.
Este goya de brocha gorda va ejercitándose magistralmente en la pintura negra y en sesión parlamentaria de hoy nos ha bosquejado un panorama más insondable que las tripas del Prestige. Nos ha aleccionado con severidad churchiliana y no ha podido por menos que sentirse como San Jorge, al colocarnos como punta de lanza ante el monstruoso dragón con su divisa preferida, “no hay más remedio”. Ya lo sabíamos, don Mariano, que el “sangre, sudor y lágrimas” sólo es posible imponérselo a los marginados, los parados, los pensionistas, los asalariados y la clase media, a todos aquellos a los que usted prometió que había otras alternativas a la subida del dichoso impuesto, al recorte de las prestaciones, a las deducciones por vivienda, a la supresión de la paga extra de Navidad a los empleados públicos y toda el amable desfile de los heraldos negros de su política económica, como la subida del gas y la electricidad, los carburantes, el céntimo sanitario, etc. ¿Tendremos que volver al infiernillo o al carbón vegetal para aromatizar el hogar con los aires de los años cincuenta y primeros sesenta?
“No hay más remedio” nos dice don Mariano mientras parte de la oposición levanta la mano en inútil ademán de hacerse oír. Al dirigirnos su consigna preferida nos dice que no hay alternativas, que no hay elección, que no somos libres, que estamos atados a la maroma por la que nos está pasando por encargo a la inmensa mayoría bajo la quilla de la Bounty que mal gobierna. Hay que cumplir una misión y el mandato de Bruselas y de Alemania, como el del Almirantazgo británico, no admite demoras, debiendo sacrificarse cualquier otra consideración o propuesta a su ineludible cumplimiento. Nos recuerda a aquel capitán Bligh, de corazón de piedra y mano de hierro, arbitrario, cruel e injusto, que encarnara a la perfección el actor Trevor Howard, sordo a los signos que día a día presagiaban el motín que consumó la tragedia. La tripulación estuvo en la noche madrileña a la luz mortecina de los focos mineros, pero nuestro capitán Bligh no se inmuta, no escucha, no se deja impresionar fácilmente, mientras tanto, el rumor y el mal humor siguen creciendo, al margen de la compañía de cómicos, bardos y trovadores. La sentina comienza a hervir.