La protesta protagonizada por la práctica totalidad del colectivo sirio en plena Plaza de los Reyes no hace sino mostrarnos el grave problema que en materia de inmigración permanece latente en la ciudad. Las administraciones parecen estar más prestas a pelearse por quien es responsable que a buscar una salida. Todos estamos de acuerdo en que la presión no puede ni debe llevar a que la administración adopte determinadas
medidas pero también es cierto que no puede permitirse que un CETI pierda la esencia original para transformarse en una especie de centro de internamiento con una dirección incapaz de buscar salidas antes de que sus residentes adopten la postura más radical que cabe: la acampada.
Aquí no se trata de quién tiene la competencia porque en este debate seguro que nunca se alcanzaría un acuerdo. Las ordenanzas o el evidente agujero fronterizo sin control policial... Cada uno tendría algo por lo que responder.
Las oenegés llevan años denunciando el bloqueo del asilo hasta el punto de que la inacción del Gobierno ha terminado por desvirtuar esta protección sirviéndosela en bandeja a las redes ilegales.
La política migratoria es un fiasco. Por eso tenemos ministros obsesionados que venden cifras irreales, erráticos comportamientos políticos que dejan con el culo al aire a las fuerzas de seguridad o CETI que funcionan como cuarteles con responsables cuya gestiones pésimas son palpables.
La ciudadanía ve hoy en la calle el ejemplo de cómo los fallos del sistema son capaces de provocar que gente que dice haber huido de una guerra esté clamando por salir. Es inexplicable.