Los calendarios culturales españoles para el próximo año están llenos de exposiciones, congresos, conferencias y homenajes a la Constitución de Cádiz, la famosa Pepa de 1812 y sus protagonistas. No sé si en Ceuta se hará algo, pero por si se pensara en sumarnos a esa fiebre oficial que tanto disfruta del culto a la efeméride, recordaré algunos datos curiosos de nuestra vocación constitucional.
Y es que la Constitución en Ceuta tuvo una repercusión directa muy grande. En principio, porque el redactor de su preámbulo no sólo estuvo confinado en Ceuta, sino que fue el inspirador de nuestro primer periódico, El Liberal Africano. Se trataba de Agustín de Argüelles, en cuyo homenaje se acordó colocar una placa, en la casa donde vivió, y que iba a ser sufragada por los miembros del Café de la Constitución, en 1820.
Promulgada la Carta Magna, se procedió a su jura en todas las plazas mayores de ciudades y pueblos. En Ceuta se hizo en la plaza de Africa el 1º de agosto de 1812, leyéndose su texto desde el balcón de la torre del Reloj y renombrando el espacio con el nombre de Constitución.
A su puesta en vigor debemos también nuestro primer Ayuntamiento Constitucional, primer paso para la independización de las instituciones locales de la autoridad militar. Luego, vendría en 1814 el pronunciamiento de Elio a favor del absolutismo y, ya en 1820, por el levantamiento de Riego –quien por cierto visitó Ceuta días después- la vuelta al sistema constitucional. Por si fuera poco protagonismo el local, entre una y otra fecha se produjo el levantamiento del sanroqueño Luis Lacy –que perteneció a nuestra guarnición- o la fracasada operación del Palmar, en la que también intervino otro ceutí: Pedro Sarsfield.
La proclamación de la constitución, en 1820, fue el arranque de la celebración de la jornada del 2 de mayo, que en Ceuta es sinónimo de honrar a otro ceutí: Jacinto Ruiz Mendoza, nacido en Ceuta en 1779 y fallecido en 1809 a consecuencia de las heridas sufridas en el Parque de Monteleón.
Entre 1823 y 1833, Fernando VII vuelve a encerrarse en el Antiguo Régimen, imponiendo el absolutismo en el Reino. Sin embargo, se conocen muchos pequeños levantamientos e intentos de sublevar guarniciones y poblaciones para volver al sistema constitucional.
Durante el otoño de 1831 el País se hallaba en una situación convulsa, ante el declive físico de Fernando VII y sus vaivenes legislativos, a favor unas veces, en contra otra, de la ley sálica que impedía reinar a su heredera, la futura Isabel II, nacida el 10 de octubre de 1831. El rey, cada vez tenía menos partidarios, y en contra tenía a constitucionalistas a un lado y a carlistas por otro.
La noche del 4 de septiembre de 1831, tres cornetas del Regimiento Fijo de Ceuta dan gritos a favor de la Constitución. Concretamente, les escuchan dar la voz de: ¡Viva la Constitución! El escándalo es mayúsculo. Inmediatamente son detenidos y puestos en manos de la justicia por orden del gobernador Carlos Ulmann. El consejo de guerra dictaminó su culpabilidad y los condenó a ser ejecutados, lo que se consumó el 21 de diciembre de 1831. Sus nombres, los de nuestros tres mártires constitucionales son: Manuel Blanco Velasco, Diego de Torres del Corral y Lucio Guerrero Olalla.
Aunque no conservamos el Libro de Ajusticiados en el que estarían asentados sus nombres –pues el que publican Manuel Criado y Manuel L. Ortega en sus Apuntes para la Historia de Ceuta finaliza en 1781- tenemos los documentos originales de su puesta y estancia en capilla, esperando la ejecución. Los mismos, pueden verse en la página web del Archivo General de Ceuta: www.ceuta.es/archivo
Manuel Blanco Velasco nació en Málaga y tenía en aquel momento 26 años. Era soldado corneta del 2º Batallón del Regimiento Fijo de Ceuta, haciendo testamento en capilla, en el que lega sus ahorros a su madre, y el ordena pago de las deudas que tenía, dejando dinero para que dijesen misas por su alma.
Diego de Torres había nacido en Jódar, Jaén. Tenía 21 años y era soldado corneta del 2º Batallón del Regimiento Fijo de Ceuta. Hizo testamento en capilla, repartiendo sus haberes entre su madre y amigos, pagando sus deudas y dejando encargadas misas a sus devociones particulares (la Virgen del Carmen y las Benditas Almas del Purgatorio). Entre estos papeles, se conserva su cartilla militar.
Lucio Guerrero Olaya era toledano, de Gardia, y también tenía 21 años. Soldado corneta del 3º Batallón del Regimiento Fijo de Ceuta. En su testamento, al no tener padres, deja sus ahorros a su hermana y a varios amigos. También ordena que repartan 20 reales a cada preso que estaba en los calabozos con motivo de la próxima Navidad y, después de pagar sus deudas, deja ordenadas misas en Ceuta y en su pueblo.
Tres días estuvieron los reos en capilla, preparándose para ser arcabuceados. En todo momento fueron acompañados por miembros de la Santa y Real Hermandad y Casa de la Misericordia, entre los que figuraron numerosos jefes y oficiales. No sabemos ni dónde se hizo la capilla ni tampoco el lugar de su ejecución, que lejos de lo que se piensa, no siempre eran las capillas de las Balsas y las fortificaciones exteriores. Eso sí, fueron enterrados en otras tantas sepulturas del Cementerio de Santa Catalina.
La Constitución de 1812 volvería a ser proclamada en 1836, y estuvo en vigor hasta la promulgación del Estatuto Real de 1837. Ni este último texto ni otros posteriores fueron suficientes para atajar el descontento de muchos. Seguiría habiendo levantamientos y ejecuciones, como la que la primavera de 1847 llevaron al patíbulo a dos soldados y dos sargentos del Regimiento Fijo de Ceuta que trataron de sublevar a la tropa y, en una oscura conspiración, tratar de embarcar a la población hacia la Península. Capítulos, sin duda apasionantes, de la desconocida historia del siglo XIX.